Cuatro años después del estreno de ‘Crepúsculo’ (‘Twilight’, Catherine Hardwicke, 2008), la franquicia basada en los libros de Stephenie Meyer se despide del cine. Al menos, de momento. La esperada entrega final, ‘La saga Crepúsculo: Amanecer – Parte 2’ (‘The Twilight Saga: Breaking Dawn – Part 2’, Bill Condon, 2012), llegó a los cines el pasado viernes con el objetivo de (arrasar en taquilla y) dejar un grato recuerdo en la memoria de millones de fans. Fui a verla con suma curiosidad, igual que las anteriores, y hallé una película que reúne lo mejor y lo peor de la saga.
Quinto guion de Melissa Rosenberg y, a menos que le hayan arruinado todos y cada de sus trabajos, se confirma como una de las peores profesionales de la industria norteamericana. Si algo podemos rescatar de las películas es por puesta en escena, la música (aquí Carter Burwell), la fotografía (Guillermo Navarro) o alguna interpretación que escapa momentáneamente de la rigidez del conjunto y el bochorno de los diálogos. ‘La saga Crepúsculo: Amanecer – Parte 2’ continúa la historia que fue interrumpida bruscamente en ‘La saga Crepúsculo: Amanecer – Parte 1’ (‘The Twilight Saga: Breaking Dawn – Part 1’, B. Condon, 2011) cuando Bella es convertida en vampiro para evitar su fallecimiento —aunque un chupasangre es un muerto viviente— tras dar a luz a Renesmee. Nessi para Jacob, que se ha enamorado de la pequeña —la madre tarda en admitirlo aunque no está dispuesta a permitir que a su hija la llamen igual que al monstruo del lago Ness (no me lo estoy inventando)—.
La recién nacida está bien protegida así que Bella puede dedicarse a probar sus nuevas habilidades. Cabe apuntar que los vampiros de Meyer no solo carecen de largos colmillos, brillan como diamantes a la luz del día y no necesitan alimentarse de sangre humana, también son superhéroes. Sí, tienen poderes como leer el pensamiento, ver el futuro, crear escudos invisibles, expulsar un cegador humo negro o controlar los elementos. Aparte de eso, todos son extremadamente fuertes y rápidos, trepan con extrema facilidad y casi vuelan cuando saltan. Y no se cansan. Como aclara Edward, pueden tener sexo durante décadas sin agotarse. Bella también aprende a controlar su sed de sangre. Por suerte, ahora puede placar pumas y alimentarse de ellos.
Pero estos felices X-Men vampíricos se llevan un disgusto cuando alguien ve a Renesmee y piensa que es una niña transformada/mordida. La historia se interrumpe para explicar que eso está totalmente prohibido porque los niños son incontrolables y provocan matanzas —una de las mejores partes de la película, un flashback muy siniestro— que ponen en riesgo la tranquila existencia oculta de los vampiros. El líder de los Volturi —el clan dominante— oye que los Cullen han quebrantando la ley y decide aplicarles el castigo previsto: pena de muerte (es decir, muerte definitiva, la aburrida). Bella, Edward, Jacob y los demás se preparan para la guerra —siguiendo el ejemplo de la saga Harry Potter— al mismo tiempo que buscan la manera de probar a los Volturi que Renesmee es una milagrosa criatura inofensiva.
Como podéis comprobar, la película es un auténtico disparate. Una de cada dos frases da vergüenza ajena y los actores alternan inexpresividad con sobreactuación. Pero es tan absurda que aun sin pretenderlo consigue ser medianamente divertida. Ver a los chupasangres corriendo a lo Benny Hill, el bebé digital más feo de todos los tiempos, el mix mental con los mejores momentos del romance de Bella y Edward (lo más asombroso es que son planos sacados de las películas, ella los recuerda así), escenas cortadas bruscamente para aligerar metraje, Jacob desnudándose ante el escandalizado padre de la protagonista… tienes que reírte. Como en las otras entregas, lo peor son los tramos de cursi telenovela para quinceañeras, con una escena de sexo increíblemente insulsa (precedida, eso sí, de un memorable diálogo: “Y esto es el dormitorio.” / “Pero si los vampiros no duermen.” / “No es para dormir.“).
Lo más relevante es la batalla en la nieve. Tan violenta que parece sacada de otra película, servirá para que los desesperados novios de las fans disfruten un rato mientras se parten cuellos y ruedan cabezas. Por contraste resulta impresionante, aunque la planificación es un desastre (personajes de brazos cruzados, desaprovechamiento de los poderes…), la coreografía de las peleas es lamentable y Condon es incapaz de filmar un simple puñetazo sin dividir el plano y marear la cámara. Pero da igual, es un segmento entretenido. Luego llega el desenlace pensado para que las seguidoras, al borde del ataque al corazón, pueden relajarse y llorar felizmente por la resolución de una historia de amor que las ha tenido enganchadas durante años. La franquicia es un rotundo éxito así que este adiós (o hasta luego) solo significará la aparición de hermanas bastardas con el objetivo de ocupar su lugar. Esperemos que no todas sean tan mediocres cinematográficamente.
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