En el año 2007, en pleno apogeo de la nueva ola de terror francés conocida como Nouvelle Horreur Vague, el cineasta natural de Dunkerque Xavier Gens nos dejó a muchos maravillados con su opera prima 'Frontière(s)': un brutal ejercicio del terror más violento y visceral que se convirtió automáticamente en una de las cintas más celebradas de su movimiento junto a 'Martyrs' y 'À l'intérieur'.
Desde entonces, la carrera de Gens no ha sido capaz de contrarrestar el amargo sabor de boca y la sensación de constante decepción que han ido dejando sus siguientes —y escasos— trabajos para la gran pantalla 'Hitman', 'The Divide' y su cafre segmento para la antología 'The ABC's of Death' titulado 'X Is for XXL'. No obstante, la estimable 'La piel fría' ha llegado como un rayo de esperanza devolviéndonos la fe en el director, quien parece haber recuperado gran parte del genio perdido a lo largo de los años.
Pese a no ser, ni mucho menos, perfecta, 'La piel fría' constituye un más que digno entretenimiento a medio camino entre el género de terror y la fábula fantástica. Una fusión genérica que se extiende a un tratamiento y tonos capaces de atraer y dejar satisfecho a un amplio espectro de público, dejando irremediablemente frustrada a una minoría del respetable por la falta de riesgo a la hora de zambullirse en los terrenos del horror cinematográfico más puro.
Una adaptación formalmente impecable
Son varias las virtudes que convierten lo nuevo del realizador galo en una obra de lo más encomiable, destacando entre todas ellas lo efectivo de su sencilla premisa y el desarrollo de la misma, trasladadas a la gran pantalla siguiendo de forma bastante fiel la exitosa novela homónima —traducida a 37 idiomas— del catalán Albert Sánchez Piñol.
Así pues, durante algo más de una amena y fugaz hora y media se nos invita a seguir a un trío de desdibujados protagonistas diseñados con brocha gorda en su lucha por la supervivencia mientras se exploran temáticas que abarcan conceptos tales como la soledad, el miedo a ella, y el aislamiento voluntario como remedio al dolor. Una retahíla de subtextos que ayudan a enriquecer y aportar algo de sustancia a un planteamiento parco en innovación.
Junto a su aceptable propuesta narrativa, 'La piel fría' ostenta una factura envidiable, con un diseño de producción y un trabajo de cámara impecables que aprovechan cada metro cuadrado de los espectaculares parajes naturales en los que se ambienta la coproducción hispano-francesa. Un auténtico deleite visual que destaca tanto en sus secuencias de acción nocturnas como en los desaturados pasajes que se ambientan durante el día, y que sabe equilibrar el uso del, a veces, algo evidente CGI y los efectos prácticos.
Tan bien realizada como parca en emociones
Por desgracia, no es oro todo lo que reluce, y activar el piloto automático dejándonos embaucar por el efectivo envoltorio de 'La piel fría' no evita que nos invada una profunda desconexión emocional con el largometraje, fruto de la falta de definición de los protagónicos y de la ausencia de un marcado antagonista principal que transmita esa necesaria sensación de riesgo real para nuestros héroes que mantenga nuestro interés.
Además de esto y de lo previsible de su tercer acto, espina particularmente la caótica —por no decir nula— progresión de las relaciones entre los personajes principales, cuyo comportamiento varía radicalmente mediante elipsis pasando del amor al odio visceral sin una justificación previa clara, invitándonos a disfrutar del espectáculo dejando todo tipo de implicación afectiva a un lado.
De haber sabido pulir estos detalles, podríamos estar hablando de un nuevo referente dentro del cine fantástico europeo pero, por desgracia, 'La piel fría' está condenada a yacer en ese limbo de producciones que, pese a contar con un buen número de elementos a su favor, puede caer en un triste olvido alimentado por la falta de poso que deja tras su visionado.
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