'La novia cadáver', claroscuro burtoniano

Dándole el otro día de lo lindo a esa rotunda equivocación y aburrimiento de ‘El planeta de los simios’ (‘Planet of the Apes’, 2001), pensé que al menos tendría que comentar lo que opino de la que, probablemente, sea la película más redonda de Burton desde ‘Sleepy Hollow’ (id, 1999). No por hacer justicia al talento de Burton (talento que ya se ocupan los lectores de Blogdecine de defender a capa y espada), ni porque lamente que un hombre con su capacidad y poder en la industria no haga cosas más interesantes. Es que recordaba con cariño ‘La novia cadáver’ (‘The Corpse Bride’, 2005), filme de animación que hasta hace pocos días solamente había visto una vez, y que aún así se mantenía fresca en la memoria. Volviéndola a ver, se confirman sus aciertos y sus limitaciones, así como el hecho de que la venerable técnica de animación llamada stop-motion posee algo especial, como una enigmática aureola de arcaica belleza que resulta irresistible.

Dos años después de la, en mi opinión, bastante sobrevalorada ‘Big Fish’ (id, 2003), y presentada el mismo año, con pocos meses de diferencia, que la insípida (valga el chiste fácil) ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ (‘Charlie and the Chocolate Factory’, 2005), ‘La novia cadáver’ es una película de impecable factura y temas nítidamente burtonianos, con la que es imposible no pasarlo muy bien y que, como ‘Pesadilla antes de Navidad’ (‘Nightmare Before Christmas’, Henry Selick, 1993), está trufada de canciones y de algunos números musicales realmente ingeniosos. Sin embargo, parece una colección de formas, ideas y hallazgos que su director ya llevó a cabo precisamente en ‘Big Fish’ (algo así como un ‘Greatest Hits’...), y que por momentos parece carecer de personalidad propia. Cosas como esta me da qué pensar sobre algunos directores (como Burton, como los Coen, como Allen), que llegado cierto punto en sus carreras, son incapaces de volver a entusiasmar como en las primeras películas.

Como sabrán los que la han visto, y seguramente muchos de los que no, ‘La novia cadáver’ cuenta la historia de Victor, un muchacho apocado, casi un sosias de Frédéric Chopin (dotado de la suave voz de Johnny Depp, en su quinta colaboración con el director), al que arreglan una boda con una chica, Victoria (a la que da su voz Helena Bonham Carter Emily Watson), y que por rocambolescas circunstancias termina en el mundo de los muertos, metido en un buen lío, casado con un cadáver. La confrontación de dos mundos (el gris y pragmático mundo de los vivos versus el colorista y hedonista mundo de los muertos) es una constante en el universo burtoniano. Ya en la propia ‘Bitelchus’ (‘Beetle Juice’, 1988) los vivos eran una panda de arribistas insufribles, mientras los muertos eran mucho más interesantes y divertidos. También en ‘Batman’ (id, 1989) el oscuro traje del héroe se oponía al esquizofrénico colorido del villano. Finalmente, en ‘Pesadilla antes de Navidad’, no dirigida por Burton pero imbuida de su personalidad, la galería de monstruos de Halloween Town eran lo opuesto de la fauna sonrosada y amorosa de Christmas Town.

Es imposible sustraerse del diseño de personajes, de los caracteres góticos y de los tonos ocres y los claroscuros, tan gratos a Burton, que plantea esta película, así como a su discurso de que es mejor disfrutar la vida que estar todo el tiempo pensando en dineros y en penas. Una vez más, la institución de la Iglesia es incapaz de responder a cuestiones espirituales, y la muerte es un barrio de vecinos bien avenido en el que cualquier excusa es buena para la risa, la música y el cachondeo, y en el que las almas en pena aún pueden hacer chistes con los ojos que se les caen de las órbitas y dejan vivir en su interior gusanos parlanchines. Y no se puede dejar de admirar la inventiva visual de la puesta en escena, que no solo explota al máximo las posibilidades de ambos mundos, sino que despliega un magistral empleo de la cámara (recordemos, cámaras en miniatura…), de los encuadres, del ritmo, del humor visual macabro y de la luz como definidora del interior anímico de unas marionetas llenas de vida y verosimilitud.

En esta ocasión, Tim Burton decidió sentarse en la silla del director (al alimón con el desconocido Mike Johnson, que no ha hecho nada más desde entonces…), después de la polémica sobre la autoría de ‘Pesadilla antes de Navidad’ montada por su director Henry Selick. Es muy probable que Johnson, un avezado animador stop-motion, se encargase más del trabajo duro que la superestrella Burton, que narra con su habitual eficacia una historia en la que sabe mezclar lo romántico (por lo demás, un romanticismo que parece importarle sólo como un elemento gótico más) con lo humorístico, y en la que las trampas del guión de John August, Caroline Thompson y Pamela Pettler te las tragas bastante bien, encantado con este vendaval de buen gusto y de veloces chistes sobre y de los muertos. La música del proverbial Danny Elfman, sin deslumbrar como otras veces, cumple a la perfección en su creación de atmósferas y con un par de temas muy bellos y elegantes.

Sin embargo, todo acaba sabiendo a poco, como si la propuesta fuera lo suficientemente atractiva pero su ligereza y su falta de originalidad la relegaran a ser un simple “run for cover” (en terminología hitchcockiana, un proyecto no demasiado difícil para un cineasta en tiempos de escasa creatividad). Un capricho divertido pero en ningún modo impresionante, que da fe de la extraordinaria inventiva de su máximo responsable, así como del hecho de que esa inventiva, ese repertorio, precisa de una urgente ampliación y renovación, pues hace mucho que da síntomas de cansancio. Aunque, eso sí, a Burton le sigue funcionando en grandiosos éxitos de taquilla que luego los cinéfilos y los críticos masacran como merecen. Imposible no comparar a esta interesante película animada no solo con esa joya emocionante de ‘Pesadilla antes de Navidad’, también con otras propuestas animadas de la década, con los maravillosos títulos de Pixar o los divertidísimos de Fox, y concluye uno que la única razón de que se recuerde esta junto con aquéllas, es el nombre cada día más difuso de su máximo responsable.

Secuencia favorita

La en un principio terrorífica y luego fraternal aparición de los muertos en el mundo de los vivos. Ante el reconocimiento entre muchos de ellos, seres queridos separados por la parca, cesan los gritos y los golpes y pasamos a abrazos y reencuentros. Espeluznante, desternillante y al mismo tiempo emotiva secuencia, que celebra la muerte como parte inseparable de la vida. Posiblemente el momento más poderoso de la película.

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