'La niebla y la doncella': sopor, caos y crimen en las Islas Canarias

No es la primera vez —ni la última, si todo va bien en taquilla— que los agentes Chamorro y Bevilacqua dan el salto del papel al medio audiovisual. La obra policiaca del escritor madrileño Lorenzo Silva ha sido adaptada con anterioridad, y con diferente fortuna, en las TV-Movies 'La reina sin espejo' y 'Un asunto conyugal'; y en el aceptable largometraje 'El alquimista impaciente'.

Ahora, en pleno e innegable auge del thriller patrio, que nos ha dejado trabajos memorables como 'La isla mínima', 'Tarde para la ira' o 'Que Dios nos perdone', la pareja de guardias civiles regresa con 'La niebla y la doncella': el soporífero e irregular debut tras las cámaras de Andrés M. Koppel, responsable del estimable libreto de 'Intacto'.

Ingredientes de calidad para una receta mejorable

'La niebla y la doncella' arranca por todo lo alto, poniendo toda la carne en el asador con su espectacular secuencia de apertura: una persecución en todoterreno a través de las brumosas y enmarañadas carreteras de la orografía canaria, rodada con una firmeza que, conforme avanza el metraje, se confirma como un simple espejismo.

De igual modo, el primer acto del filme y su prometedora premisa, edificada entre crímenes, protagonistas sombríos y entramados truculentos, auguraba un intenso viaje a través de la Gomera con el que mantenernos en vilo durante algo más de hora y media de investigación y giros dramáticos. Por desgracia, y pese a contar a priori con todos los ingredientes para salir airosa, 'La niebla y la doncella' fracasa estrepitosamente en su afán de generar suspense e intriga.

El desfile de personajes secundarios desdibujados y subtramas que se extienden sin demasiado orden ni concierto sobre el innecesariamente enrevesado guión hacen flaco favor a 'La niebla y la doncella'. Es lógico que una cinta de este género y características aspire a tener a sus protagónicos dando palos de ciego mientras tratan de arrojar luz sobre el caso a resolver, siempre y cuando el espectador vaya un pequeño paso por delante y no comparta su desconcierto.

Lamentablemente, la única opción del respetable se reduce a contemplar cómo Koppel marea la perdiz sin rumbo durante la mayor parte de la película —romance incluido— hasta llegar a un tercer acto en el que, de golpe y porrazo, se aclara todo en cuestión de minutos y sin demasiado sentido. El problema es que, llegados a este punto, ya poco importa; el caos y la confusión han invitado a la desconexión hace rato y, si me apuran, puede que hasta a echar una buena siesta.

Un reparto tan inverosímil como los giros de guión

Todo esto podría haberse hecho un poco más llevadero de haber tenido a unos intérpretes que complementasen la espléndida labor del equipo de fotografía a la hora de retratar los hermosos parajes naturales insulares —de lejos, lo mejor del filme—. No obstante, de nuevo toca apenarse por la oportunidad perdida ante un elenco incapaz de sonar convincente al verbalizar sus impostadas líneas de diálogo.

Junto al siempre eficiente Roberto Álamo, destaca la inesperada interpretación de una Aura Garrido de lo más suelta y creíble dando vida la cabo Chamorro. En contraposición a estos dos ejemplos debemos apuntar a un Quim Gutierrez que, a pesar de sus notables esfuerzos, no está hecho para este tipo de roles y, sobre todo, a una Verónica Echegui que parece estar leyendo el guión mientras interpreta, rompiendo toda atmósfera y naturalidad de las escenas en las que participa.

'La niebla y la doncella' tenía todos y cada uno de los factores para, tal vez no jugar en la misma liga que sus brillantes cintas congéneres mencionadas anteriormente, pero sí dar lugar a un entretenimiento digno, inquietante y magnético. Tristemente, el embrollado desarrollo de su historia, su desatino formal —pese a su remarcable paisajística— y su nada inspirado reparto y dirección de actores, la hacen tan olvidable como sus cada uno de sus giros de guión.

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