(Después de que un misterioso viento sople amenazante por enésima vez): Eso pasa mucho por aquí...-Rick
Hace algunos días dejaba mi opinión sobre la infumable sexta parte de la saga que tiene como protagonista a Harry Potter, lamentando mucho, sobre todo, que una vez más nos escatimen un gran espectáculo de aventuras, un género tan difícil como dicen que es la comedia, por ejemplo. Y es difícil, me parece, porque si echamos un vistazo a la sección de películas de aventuras de la Fnac, o de cualquier gran superficie, nos podemos desmoralizar, a poco que uno tenga un mínimo de buen gusto.
Así que hay que recurrir a lo, poco, bueno que hay, y revisarlo bien y agradecer al cielo que haya directores capaces (aunque sólo sea por una vez) de ofrecernos un buen espectáculo. No soy muy dado a hablar de un cine tan abiertamente comercial, por eso quizá tiene más mérito. Y es que diez años después de su aparición, ‘La momia’ me parece más refrescante y vigorosa que nunca, una excusa perfecta para animarse (y de qué manera) en estas tediosas e insoportables jornadas veraniegas de la capital.
Amor por la aventura
Aparece el logo de la Universal, y sobre él oímos unos inquietantes coros que ya empiezan a ponernos en situación. Ese logo, que es el planeta Tierra, se transfigura en un Sol abrasador, que corona la cúspide de la pirámide de Keops. La cámara vuela marcha atrás hasta descubrir la esfinge de Gizeh, cuyos artesanos retocan o quizá limpian. Un narrador nos va explicando el devenir de los acontecimientos. Las imágenes, la mayoría creadas por ordenador, parecen extraídas de un cuadernos de ilustraciones. Estamos en Tebas. El tono abiertamente elegíaco y místico de este comienzo recuerda poderosamente al de ‘Bram Stoker’s Dracula’ (película sobre la que comenzaremos un concienzudo análisis en breves días), como otras secuencias, que son homenajes de aquella.
Está narrado con solemnidad y muy buen gusto, también con un diseño de producción sensacional (que no va a decaer en toda la cinta), obra de Allan Cameron, un gran profesional que tiene entre sus créditos películas del calibre de ‘Tropas del espacio’. Y existe un gran sentido de la atmósfera tanto en la primera secuencia como en la que la sigue, cuando Imhotep (un gran Arnold Vosloo) intenta devolver a la vida a su amada Anck Su Namun. Todo está debidamente exagerado e idelizado, pues este Egipto nunca existió, pero hay en sus imágenes una gran pasión por ese universo y un decidido espíritu pulp.
Ya había avisado Sommers de su amor por el pulp y la aventura literaria clásica, con sus dignas adaptaciones de ‘El libro de la selva’ y de ‘Las aventuras de Huck Finn’, además de con la divertida serie B ‘Deep Rising’. Y aquí, en su plenitud, da muestras de su amor por la aventura y su buen hacer. Tras el prólogo presenciamos una gran batalla que nos recuerda, salvando las distancias, a ‘Lawrence de Arabia’ (como otras secuencias). No, no exagero nada. He visto demasiadas películas malas de aventuras y sé lo que me digo. Sommers filma muy bien, y con mucha chispa, en esta secuencia en la que por fin conocemos a Rick O’Connell, un aventurero encarnado por un Brendan Fraser perfecto, a falta de otra palabra mejor.
Horror y humor
Para muchos, a esta historia la echa a perder su socarronería, su desvergüenza y su sano cachondeo. Para mí, sin embargo, son grandes virtudes perfectamente trenzadas con la historia de horror y aventuras sobrenaturales que intenta contarnos. Hace falta mucho talento para hacerlo de la forma en que lo hace Sommers, con una facilidad asombrosa. En lugar de anularse mutuamente, su horror y su humor se retroalimentan, formando un todo indisoluble. Digamos que su variada e inspirada galería de personajes, todos ellos, tienen un lado humorístico y otro más serio, y van fluyendo a través de la historia con total armonía.
Un ejemplo: Rachel Weisz (sin duda, una de las mejores intérpretes de su generación), da vida a la patosa y encantadora Evelyn, una bibliotecaria experta en el Egipto antiguo. Debido a su torpeza, la biblioteca queda hecha un desastre caótico en un divertido momento. Con ello se gana una buena reprimenda de su jefe, el doctor Terrence Bey (interpretado muy competentemente por el actor hindú Erick Avari). El momento es muy gracioso. Después llega el hermano de ella, Jonathan (interpretado por el gran John Hannah) y de nuevo otra divertida secuencia (el hermano es un desastre). Ahora bien, en cuanto dan con un objeto que intuyen puede llevarles hasta secretos nunca antes encontrados, este trío de actores (y el director que les guía, claro está) cambia de tono y registro, y todo se vuelve un poco más serio. Y se logra con total naturalidad, dejando que los actores tomen el control de la escena.
Por supuesto que la historia es un completo (y gozoso) disparate, no intento decir lo contrario. Un sacerdote del faraón Seti que resucita con ayuda de un libro negro y muere con uno dorado, que tiene tanto poder que resulta invencible (y capaz de provocar las siete plagas, o de controlar tormentas de arena…). Pero una vez más no importa el qué sino el cómo. Y, de hecho, sino fuera tan disparate no sería tan gozoso. Y cuando debes reírte te ríes (casi siempre), y cuando debes pasar miedo lo pasas. No muchas películas pueden presumir de lo mismo.
Sommers fue acusado de plagiar a Spielberg y a su saga arqueológica. Yo no le acuso, le admiro por ello. ¿Dónde está el crimen? Sommers coge el espíritu Spielbergiano y lo pervierte, pero sin perder su esencia, y va dejando unas gotas de Lean por aquí, otras de Coppola (su Drácula) por allá. Y todo ello ayudado por un reparto en estado de gracia que desprende una química espectacular. Odiamos y despreciamos a Beni (el gran cómico Kevin J. O’Connor) pero nos lo pasamos pipa con él. Por eso cuando Rick lo pilla y lo machaca nos duelen los golpes pero también nos reímos. Como el resto de los actores, se nota que se lo pasaron bomba durante el rodaje, y por eso nosotros también lo pasamos en grande.
También tenemos grandes diálogos, como ese en el que Evelyn está como una cuba y Rick intenta besarla. Sommers (que siempre redacta sus libretos en solitario) no volvería a escribir un guión con unos diálogos tan naturales y divertidos, y con una estructura tan trabajada, desde entonces, y no parece que ‘Gi.Joe’ vaya a devolvernoslo. Ya nos decepcionó con la segunda parte, muy inferior, de esta película, y con el prometedor pero flojo ‘Van Helsing’. Pero ahí queda la diversión y el placer de filmar, y muy bien, esta maravilla de aventura, con ideas como ese chorro de arena colándose por la cerradura, claro plagio (pero muy hermoso) de la bellísima secuencia de ‘Bram Stoker’s Dracula’, cuando el conde se transforma en una niebla verde y se cuela en la alcoba de Mina…
Todo ello sostenido por una partitura musical imponente, obra del ya fallecido Jerry Goldsmith, que nos describe con precisión ese mundo tan macabro y proverbial, tan fascinante como desconocido, que Sommers maquilla con tanta imaginación. ¿O no es imaginación desbordada el momento en que le roban la inmortalidad a Imhotep? ¿La persecución del gigante de arena? ¿Las relaciónes, vivísimas, entre todos los personajes? ¿Los planos como un Egipto soñado? Muchos la pondrán muy por debajo del clásico de Freund, pero esta grandísima película de aventuras es una hermosa hija de su tiempo.