La mejor manera de no dudar de 'Fe de Etarras' es verla

Pocas fechas podían ser más adecuadas para que Netflix estrenara en su plataforma su segunda producción cinematográfica española que la Fiesta nacional de España. Más aún cuando se trata de 'Fe de etarras', cinta con la que Borja Cobeaga decide dar de nuevo, tras años haciéndolo en la televisión vasca, un giro cómico al terrorismo de ETA.

Ya desde el principio estaba claro que la mera existencia de la película iba a levantar ampollas por parte de un sector que, sin siquiera saber de qué iba 'Fe de etarras', se apresuraron a alzar la voz en contra e incluso se llegó a denunciar los carteles promocionales por presunta vulneración de los derechos de las víctimas. Claro, la denuncia perdía toda base al desconocer siquiera la intención cómica de la obra.

Pero vayamos al lío. 'Fe de etarras' comienza en Bayona en 1998. Cuando un pequeño comando (liderado por el personaje de Ramón Barea) se ve acorralado por la policía, Martín (Javier Cámara) huye. Años después, en 2010, este quiere redimirse montando un atentado en una pequeña ciudad de provincias y para ello contará con un comando formado por una pareja, encarnada por Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, cuya relación se basa en la continuidad de ETA y "Pernando" (Julián López), un manchego entusiasmado con "la causa vasca".

Así nos encontramos a los cuatro terroristas conviviendo mientras esperan la llamada para comenzar la misión que, en una época en la que se estaba negociando el alto el fuego, volvería a poner en primera línea a la banda armada. Además, será la celebración del Mundial de fútbol en Sudáfrica 2010, lo que sirva de hilo conductor y temporal para la historia.

Con Borja Cobeaga y Diego San José a los mandos mucho tenía que fallar para que 'Fe de etarras' no funcionase. Y en ese sentido, la comedia va sobre ruedas desde el primer minuto con esa mezcla entre el humor negro (del que tampoco abusa) y un humor más costumbrista y de situación al que hay que agradecer el que no intenten forzar el chiste hasta hacerlo insostenible o pesado, que es uno de esos males del género.

A lo largo de la película nos encontramos con multitud de buenas escenas, casi todas poniendo su foco en la necesidad de estos cuatro terroristas de fingir una "vida normal", aunque eso incluya llevarse bien con el vecino facha y receloso (gran papel de Ramón Barea Luis Bermejo) y con la vecina mayor que quiere darles la bienvenida a base de croqutas (Tina Sáiz).

No todo en la película funciona. La pareja formada por Otxoa e Ibarguren no termina de encajar bien en la trama general ni en la dinámica del comando, como si estuviéramos viendo dos obras distintas. Esta disonancia, si bien no es molesta, sí que provoca cierto bache en la armonía constante que se nos ofrece.

Tampoco termina de funcionar el acto final, que queda un poco a "destiempo" y fallando en construir cierta tensión, incluso en los estándares propuestos por Coebaga. Ni siquiera jugando con la iluminación y la sincronía con la victoria de la Selección Española en el Mundial logran darle el empaque necesario para representar este momento de "la commedia è finita".

Pero estos dos aspectos en realidad no importan tanto para disfrutar con 'Fe de etarras': es una comedia muy agradable que navega entre escenas sencillamente desternillantes y otras que buscan deliberadamente mostrar a los personajes incómodos ante la situación que tienen que vivir. Es una demostración pura de cómo la comedia puede tratar de forma ejemplar hasta lo más polémico y doloroso de la historia.

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