Tras ser uno de los proyectos seleccionados del Atélier de la Cinéfondation del Festival de Cannes en 2015, 'La madre', la nueva película de Alberto Morais tuvo su premiere internacional en el pasado Festival de Cine de Montréal y esta misma semana se ha presentado en la sección oficial de la 61ª Semana Internacional de Cine de Valladolid, convirtiéndose en la nueva película sobre los estragos de la crisis en nuestro país de este año.
Aunque 'La madre', sólo tiene en común con títulos como 'Techo y comida' (Juan Miguel del Castillo, 2015) o 'A cambio de nada' (Daniel Guzmán, 2015), la crisis como detonante y la austeridad en su puesta en escena -y presupuesto reducido-, lo que la convierte en un título que habla mucho más que eso, sobre la maternidad, la inmigración y la esperanza de un futuro mejor, casi imposible.
La huída
La premisa de 'La madre' no podría ser más simple y a la vez, esconder toda la complejidad de la maternidad en ella. En la cinta conocemos a Miguel, un chaval de 14 años que es perseguido por los Servicios Sociales para que ingrese en el centro de menores del que salió hace no mucho. La razón es que su madre, sin trabajo y con una vida persona inestable, es incapaz de ocuparse de él.
Para intentar protegerlo de que lo vuelvan a internar, ésta le obligará a buscar refugio en casa Bogdan, un rumano ex-amante de ella, que vive en una localidad cercana. Sin embargo, Miguel no se encuentra cómodo y en una de sus visitas a su madre, su situación se precipitará al descubrir que su madre ha desaparecido súbitamente.
En cierto modo, Miguel es una especie de Antoine Doinel -menos estilizado, más crudo- en su huída del centro de menores, en busca del mar y la libertad. Ansía que su madre se comporte como una madre y llevar una vida normal lejos de la institución sin saber que, su madre piensa que hace lo mejor para él.
Y es precisamente aquí donde reside el gran conflicto de la propuesta de 'La madre': el adolescente que busca lo que la madre no puede darle y le aleja para protegerle. O como parece en alguna ocasión en la que la cinta se sitúa en el exacto punto de vista del chaval: para deshacerse de él, para quitarse un peso de encima, para alejarse de ese muro agresivo que existe entre ambos y cuya dureza podemos ver en la mirada de esa madre incapacitada de mantener un hijo.
A Morais no le interesa el pasado de sus personajes, ni las razones exactas por las que viven en esa situación. Lo que no quiera decir que el espectador no sienta curiosidad y trate de indagar en el más mínimo detalle lo que los ha llevado hasta ahí y uno termina sacando sus propias conclusiones: el abandono del padre, familia humilde que aún se ve más afectada por la crisis, problemas con el alcohol, venta ambulante ilegal para poder sobrevivir...
La crudeza
Y como no podía ser de otra forma, Alberto Morais se respalda en la crudeza visual más absoluta y simple para contar su historia. Sin artificios ni concesiones. Una elección tan realista que provoca que el relato sea hasta incómodo en su máximo acercamiento al personaje de Miguel. Notamos, sentimos y casi acariciamos con los dedos lo que el adolescente sufre, desea, echa de menos, ambiciona...
Por suerte, Alberto Morais se topó con el actor ideal para dar vida a este adolescente que en continúa huída forzada: Javier Mendo. El actor, de 16 años con algo de experiencia en televisión, crea un Miguel poderoso, de mirada intensa y aparente seguridad. Teme a su madre y su abandona -interpretada por una soberbia Laia Marull en un pequeño papel-, pero no decae y se mantiene firme.
De ritmo pausado y terriblemente honesta, 'La madre' puede que no sea apta para todos los públicos debido a su crudez y su carácter incómodo. Pero, sin duda, estamos ante una película necesaria dentro de una industria cada vez más atraída por llegar a la televisión que contar nuestras pequeñas historias. Unas historias que, al final, son las que nos representan como sociedad y el momento que estamos viviendo.
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