Hay que remontarse hasta 2013 para encontrar la fecha de estreno de ‘La llamada’, un musical teatral que nació de forma underground pero cuyo éxito tardó bien poco en convertirlo en una de las citas indispensables para los amantes de la cultura en Madrid. Los fans nuevos no tardaban en ir surgiendo y los más veteranos se animaban a repetir una y otra vez por lo que lograba transmitirles la obra creada por Javier Ambrossi y Javier Calvo.
Desde entonces se ha seguido representando y no se atisba el día en que deje de hacerse. El fenómeno llegó a tal punto que su salto a la gran pantalla parecía poco menos que obligatorio. Por mi parte, la vi una única vez y disfruté bastante con ella, pero me quedaba la duda de hasta qué punto sabrían captar su esencia en una película y adaptar la realidad de la obra al medio cinematográfico. En lo primero han triunfado, pero en lo segundo sí que hay ciertas pegas.
Reproduciendo las virtudes de la obra original
El propio título de ‘La llamada’ ya es un adelanto de intenciones, ya que bajo su apariencia de relato religioso se esconde en realidad un canto de amor a ese primer descubrimiento que marca tu vida para siempre. Sí es cierto que la llamada de Dios es uno de ellos, pero Ambrossi y Calvo van mucho más allá de eso para ofrecer un retrato más global con la capacidad de conectar con una mayor cantidad de público, incluso con aquellos que no hayan pasado específicamente por lo mismo.
Eso es algo que dota a toda la historia de un envidiable entusiasmo en la línea del “Lo hacemos y ya vemos” que sirve como lema vital para sus dos protagonistas además de como título para su tema musical. La capacidad para contagiar eso al público es una de las bases de su éxito y en la película vuelve a reaparecer con fuerza, siguiendo los mismos pasos de la obra de teatro y añadiendo algunos detalles para darle mayor profundidad.
No obstante, ‘La llamada’ sí que tiene un punto generacional que quizá sea un obstáculo insalvable para cierto sector del público, limitando así sus posibilidades de éxito. Por decirlo más claramente, la película -y también la obra- se asienta sobre ciertos elementos que el público ha de sentir de antemano como ya propios o, pese a sus virtudes, existe la posibilidad de pensar que simplemente se está viendo un gran disparate o una simple chorrada por cómo abraza sin complejos lo absurdo de parte de su propuesta
Pese a las múltiples alabanzas recibidas previamente, mi gran miedo siempre fue que esa fuera justamente a ser mi impresión al ver la obra, pero, afortunadamente, no fue el caso. No obstante, hay mucha más gente que no conoce la obra que la que sí y es un aviso esencial. A fin de cuentas, todo relato exige pagar un peaje y aquí hay que dejarse llevar por ese singular toque de inocencia sobre el que se asienta ‘La llamada’.
Sus limitaciones como película
Al final lo que realmente importa es que ‘La llamada’ no te intenta convencer de nada, sino simplemente ser una gran celebración en la que brillar un reparto que ya conocía de maravilla a sus personajes. Pese a ello, me asombra la maravillosa naturalidad de Macarena García y, especialmente, Anna Castillo, capaz de hacer suya cualquier línea de diálogo que le pongan delante, haciendo así más creíble un descubrimiento por su parte que con algunos de los añadidos de la película creo que se desluce ligeramente y, seamos justos, tampoco es nada del otro mundo en el apartado técnico y de puesta en escena.
Y ahí llegamos a mi principal pega con ‘La llamada’ como película y es que existía la necesidad de mostrar algo más de la realidad del campamento La brújula. Al comienzo no lo hace mal, regalándonos algún puntazo a través del personaje interpretado por Esti Quesada, pero la inclusión de otros elementos como el novio en la ficción de Castillo o la cocinera del campamento no terminan de cuadrar igual de bien. Sé que es una forma que tienen Ambrossi y Calvo de reforzar el mensaje de la película, pero a mi juicio ralentizan lo que verdaderamente importa sin aportar nada que lo justifique.
‘La llamada’ acaba triunfando
No obstante, justo es reconocer que en su faceta como directores logran que el ritmo fluya de la forma adecuada -y ahí ayudan mucho sus divertidos diálogos-, deteniéndose únicamente en los momentos musicales. Ahí no les quedaba otra, porque de lo contrario se podría haber dañado el, por así decirlo, embrujo al que García es sometida por el Dios de Richard Collins-Moore y sus canciones. Y es que además eso también se tiene que trasladar al espectador, siendo ahí donde hay un punto de no retorno con la conexión emocional con la película.
La subjetividad impacta siempre de una forma u otra nuestra forma de ver cualquier obra cinematográfica y en ‘La llamada’ se pueden señalar aspectos concretos que destacan -no me olvido tampoco de lo divertidas que están Gracia Olayo y Belén Cuesta- y otros que no terminan de funcionar, pero lo realmente importante es la sensación con la que te deja la película por encima de sus virtudes técnicas y es ahí donde el encanto de esta propuesta acaba triunfando.
En mi caso, le costó un poco revivir las sensaciones que transmitía la obra de teatro, pero llega un punto en el que los ingredientes que utilizaban terminan de hacer clic, y es que durante el número final sí se llega a ese nivel de emoción requerido. No me cuesta nada decir que hasta logró que se me pusiera la carne de gallina y todo lo anterior era el caldo de cultivo necesario para que eso sucediera. Y es que al final lo que importa es que te deja más feliz de lo que estabas antes de verla, no hay mejor halago para hacerle.
En definitiva, ‘La llamada’ es una estimulante adaptación del fenómeno teatral que sabe reproducir la mayoría de sus virtudes, aunque no termina de dar en la diana con los cambios que ha de introducir por el cambia a la narrativa cinematográfica. Con todo, raro será que no la disfrutes si te gustó el original y tiene suficientes atractivos para conquistar a multitud de neófitos por su capacidad para alegrarte un poco la vida.
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