'La ley del deseo', en los brazos de la Muerte

Un egocéntrico director de cine (Eusebio Poncela) conoce a un impulsivo y obsesivo admirador (Antonio Banderas) con el que inicia un torrencial romance. En medio de su historia, está también el destino de su hermano, ahora convertido en mujer (Carmen Maura) y con una niña al cargo (Manuela Velasco).

Rodada en 1987, a 'La Ley del Deseo' le corresponde, en rigor, ser la primera película de Pedro Almodóvar donde domina y ejemplifica no solamente las constantes de su estilo - una expresión idiota; como si el estilo, mejor o peor, cansado o inspirado, pudiera ser inconstante - sino también su exuberancia, control y ritmo, lejos de sus primeras, irreverentes y más irregulares películas.

Con la excepción de 'Qué he hecho yo para merecer esto' (id, 1984), Almodóvar parecía un (saludable) gamberro sin otro tema de interés que su ambiente y su fauna. Aquella película lo reveló como algo más y cuando tomó partido por el cine negro pasional, el resultado, una de mis favoritas personales, no se puede leer tanto como una gesta como un (extraño) descanso: 'Matador' (id, 1986) ha envejecido estupendamente, de hecho ahora se aprecian mejor sus ramificaciones violentas, pero continúa lejos de ser una película tan acabada y llena de aristas como esta.

Admito y concedo a los que sean detractores que esta película no tiene un gran argumento. No he comprendido jamás la tiranía del argumento que ocasionalmente se emplea para destruir películas que son puro estilo; ni tampoco comprendo que el estilo sea simplificado a mero ejercicio gramatical.

El estilo de Almodóvar se expresa en decisiones de dirección - obvio es - pero también en su deliciosa y fascinante galería de personajes, sus hallazgos musicales o sus frecuentes interludios paródicos, como si de una obra teatral se tratara. El elegante travelling lateral al ritmo de Ne me quitte pas es un halo de belleza en medio de este mundo de personajes atravesados por Afrodita y Dionisio.

Lo más convincente de 'La Ley del Deseo' (id, 1987) es quizás lo que en su día no nos pareció más obvio: la posición que ejerce, similar a la del personaje de Antonio Banderas, de amante solícita y que no se resigna al olvido, frente a la posterior, y más famosa, 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' (id, 1988).

Ambas se abren con una escena de doblaje que anuncia parte del argumento y de la temática del modo más sugerente posible y ambas contienen a Carmen Maura recitando o representando versiones más o menos evidentes de 'La voz humana' de Jean Cocteau.

Me parece un signo bello - y no triste, sin caer en el tremendismo - que muchas personas juzguen ofensivo o vulgar el muy delicado gusto con el que Almodóvar rueda las historias de amor homosexuales. No solamente elude cualquier tipo de gratuidad sino que usa detalles formidablemente groseros para ofrecer retratos de los personajes.

Un ejemplo maravilloso es cuando el protagonista coge el lubricante tras su primera noche con su pícaro y desequilibrado amante. Al espectador bienpensante le parecerá una grosería condenable y gratuita, una prueba más de que Almodóvar necesita epatar; al librepensador no solamente le causará risa el detalle, por infrecuente en un panorama dominado por relaciones heteronormativas casi siempre rodadas desde un punto de vista masculino, sino que observará que es una manera muy divertida de explicar al público que el personaje es, de alguna manera, virgen y por lo tanto, su obsesión con ese hombre es la primera (lo que da pistas sobre qué relación ha mantenido con su identidad sexual).

Igualmente sabio y coherente es colocar a Bibi Andersson, un transexual, interpretando a la madre real de la niña que interpreta Manuela Velasco y a Carmen Maura, una mujer, del único travestido que en la película aparece. El mundo es un teatro y Almodóvar, que parece tener aquí un alter-ego en el (débil y cuestionable) director de cine que protagoniza la historia, quiere cubrirnos de máscaras a todos.

No importa que el tercer acto se solucione con revelaciones inesperadas e intuiciones algo forzadas porque la película no destaca en el ámbito del thriller, sin embargo, como relato vibrante y urbano tiene muy pocos rivales.: en el escenario de este mundo, donde lo mismo una carta adquiere triple significado (típico juego de su cineasta con la naturaleza híbrida de toda la identidad, incluso la de su cine, tan generoso mirando a las mujeres) que un amor insalubre se vuelve necesario y carnal, todo aquel que ha pasado por los labios del deseo terminará, indefectiblemente, en los brazos de la muerte.

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