Desde que estrenó su tercera película, aquellla obra maestra titulada 'El Sexto Sentido', M. Night Shyamalan ha conseguido lo que pocos directores consiguen: ser conocido por un amplio sector del público, de la misma forma que Steven Spielberg, por poner un ejemplo. Aunque es probable que el director hindú no llegue al nivel de popularidad al que ha llegado el genial firmante de 'E.T.'. Shyamalan ha conseguido con tan solo cuatro películas ponerse en boca de todos y quizá por eso es tan odiado, amado, venerado, criticado, rechazado, vapuleado o ignorado a partes iguales por muchos espectadores de todas partes. Yo soy de los que opinan que Shyamalan es un verdadero genio, con su lugar fundamental en la Historia del Cine, en la que afortunadamente le quedan muchas páginas que escribir. Admirador de los grandes y extraordinario cinéfilo (cosa que se nota a leguas en sus films) ha logrado crear un estilo único y reconocible, con el cual va jugando poco a a poco, película a película, mientras nos habla de todo lo que a él le gusta, compartiendo con nosotros sus sueños y creencias, y haciéndolo cómo mejor sabe: contando cinematográficamente una historia en la que siempre, siempre, el espectador juega un papel importantísimo. Y nos toca a nosotros el entrar en su juego o no, el creer o no, el dejarnos llevar por su magia y disfrutar a lo grande como se debe de disfrutar una gran película.
'La Joven del Agua' nos cuenta un cuento en el sentido más tradicional del término. Tenemos una ninfa proveniente del Mundo Azul, el cual hace miles de años estaba en perfecta armonía con el mundo de los hombres. Ahora esos dos mundos vuelven a estar en contacto, y nuestra ninfa tendrá la ayuda de una serie de personajes para que pueda volver a su mundo, cosa que intentarán impedir unos seres monstruosos que la acosan en todo momento.
Shyamalan ya deja bien claro al principio por donde van a ir los tiros. Un prólogo narrado en off nos introduce en una historia llena de magia. Todo aquél que no sea capaz de entrar en el film en ese preciso momento ya no lo hará en el resto de la película e incluso puede parecerle horrorosa. Ahora bien, todos aquellos que se dejen arrastrar por esa voz acompañada de una bella música y entren dispuestos a creer, disfrutarán de lo lindo con uno de los más bellos cuentos que jamás se hayan contando en una película.
Un cuento que de haberse desarrollado en un mundo lleno de fantasía e imaginario hubiera tenido el respaldo de todos. Pero Shyamalan una vez más nos lo desarrolla y sitúa en la vida real, haciéndonos la que probablemente sea la petición de fe más grande de su carrera, y es que al igual que en su anteriores y famosos títulos vuelve a pedirnos que creamos. Con anterioridad fue la existencia del más allá, los superhéroes, las señales y la inocencia. Ahora son los cuentos de antes de irse a dormir.
Un cuento que el director nos situa en nuestro mundo actual, en el que el hombre ya no sabe escuchar. Y nos lo hace increíblemente creíble con su estupenda forma de dirigir y escribir. La película es puro Shyamalan al 100%. Empezando por su puesta en escena, maravillosa, creando una atmósfera de ensueño en un simple bloque de apartamentos, y donde con la cámara firma secuencias antológicas donde cada cosa está en su sitio. Atención a los personajes que están fuera de plano y sus decisiones o reacciones las vemos reflejadas en las expresiones de otros actores enfocados en ese momento, o simplemente porque oímos sus voces. Shyamalan siempre ha tenido un especial cuidado al realizar estas escenas, claves diría yo, ya que no nos muestra nada, pero nos lo cuenta todo. Si repasamos su cine nos daremos cuenta de que está lleno de este tipo de secuencias. Citar al respecto, y sin desvelar nada, la primera vez que el personaje interpetado por el propio director se encuentra con la ninfa. Un momento sublime, realizado con una gran elegancia y apoyado por la extraordinaria partitura de James Newton Howard, quien vuelve a lucirse enesta nueva obra creando un score absolutamente precioso.
La historia es mínima (los cuentos para niños nunca han sido muy complicados) y Shyamalan le quita el máximo partido permitiéndose el lujo de hablarnos de muchas cosas. El elemento religioso vuelve a estar presente y no resulta cargante o intenta ser aleccionador al respecto. Dicho elemento está en el personaje de Paul Giamatti cuando éste protagoniza una escena crucial en la historia y que por supuesto no desvelaré. Pero es la escena más emotiva de la película (de muchas películas) y dónde el especatdor se rinde de una vez por todas llorando irremediablemente. Y al igual que en 'El Sexto Sentido' son lágrimas de alivio, de liberación. Pues sólo Shyamalan es capaz de desgarrarnos de esa forma (¡con un cuento!) y hacernos sentir que el dolor liberado cura.
Los actores están todos perfectos, destacando cómo no, los dos protagonistas principales. Por un lado Paul Giamatti, quien compone un personaje único lleno de humanidad. Ya es hora de que a este actor le vayan recompensando con un Oscar. Y por otro lado, la ninfa más enigmática que yo haya visto nunca, Bryce Dallas Howard, auténtico eje central del film, y cuyos ojos lo dicen todo. Podríamos citar también al propio Shyamalan, quien esta vez se reserva un papel más extendido que anteriores ocasiones y sobre el cual sería conveniente pararse un poco ya que ofrece algunas interpretaciones verdaderamente interesantes (¿está hablando el director de sí mismo?). Y cómo no, el personaje que debió despertar las iras de todos los críticos americanos que han destrozado la palícula: el crítico de cine y literatura. Excepcionalmente interpretado por Bob Balaban es una venganza personal del propio Shyamalan hacia todos aquellos que tan mal lo han tratado y un par de intervenciones suyas son antológicas, para reírse sin parar. Reconozco que yo como cinéfilo me he sentido identificado en alguna cosa, pero creo que ningún crítico debería sentirse ofendido por este personaje, ya que Shyamalan lo exagera convenientemente para que se note que lo está parodiando.
Una película magistral, hecha en unos tiempos en los que el hombre ya no sabe mirar, al gual que en el cuento no sabían escuchar. Un film emotivo directo al corazón, a nuestra parte de niño, a nuestros sueños, aquellos en los que los cuentos se hacen realidad y personas buenas ayudan a las ninfas a volver a su mundo. Shyamalan lo ha vuelto a hacer y ha demostrado una vez más su enorme valentía al realizar una película de estas características en una época en la que el hombre ya no está para cuentos. Deteneos durante unos instantes y disfrutad de esta maravilla, vereis que la magia está ahí y gente como Shyamalan nos lo recuerda de vez en cuando.