Con el homenaje a ‘Centauros del desierto’ (Ford, 1956) que significaba la muerte de los tíos de Luke, pasamos a una parte mucho más intensa de la película. La acción se acelera. Para salir del planeta, el cuarteto (Luke, Obi-Wan, C3po y R2d2) viaja hasta el puerto de la ciudad de Moss Eisley, que es básicamente un escenario de western, y allí tendrá lugar la estupenda presentación de un personaje fundamental de la saga: el cínico Han Solo, acompañado de su fiel socio Chewbacca. Harrison Ford está muy bien como Solo, sabe darle un punto canalla y encantador, y quizá posee las mejores frases de la película.
La precipitada huida de Moss Eisley, pues los imperiales les pisan los talones, termina momentaneamente con el primer uso de la velocidad de la luz, dispuestos a llegar a la base rebelde de Alderaan. Aquí entra un montaje en paralelo muy hábil, con Leia retando al Grand Moff Tarkin y a Vader, pero viendo cómo la Estrella de la Muerte destruye Alderaan, crueldad extrema que Obi-Wan percibe con estupefacción. Mientras, Luke sigue practicando con la espada de luz de su padre y Solo, que a fin de cuentas funciona como la conciencia del espectador, se ríe de la Fuerza y clama por sus ideas pragmáticas, mientras que Obi-Wan le demuestra que se equivoca. Comienza un bloque de pura fuerza imaginativa.
Una vez que el Halcón Milenario, después de que el grupo protagonista, se vea atrapado por un rayo tractor de la Estrella de la Muerte, nos vemos inmersos en una aventura, en un crescendo de acción y tensión, en una colección de situaciones, cada una más ingeniosa y audaz que la anterior (y estamos en 1977), que son la verdadera razón de que esta película sea lo importante que es, más allá de haber cambiado las ‘Space Opera’, o de haber introducido términos como el de la Fuerza. Prácticamente, se puede rastrear el 95% del cine de acción y aventuras posterior, y todo él saca ideas de este ‘Star Wars’.
Cine juvenil, generoso, grandioso
El grupo no tiene más remedio que esconderse en los compartimentos en los que Solo, contrabandista consumado, oculta sus cargamentos ilegales. A continuación, roban dos uniformes imperiales. Mientras Luke, al averiguar que la princesa se encuentra allí, no piensa irse sin rescatarla, Solo por su parte sólo se mueve por motivos económicos. Un idealista contra un superviviente. Obi-Wan, por su parte, sabe que Vader le espera en alguna parte de la estación, y sale a su encuentro. De modo que cada uno de ellos se define por sus actos: idealismo, pragmatismo, sacrificio.
A la divertida y trepidante secuencia del tiroteo en el bloque prisión (con un delirante diálogo entre Solo haciéndose pasar por imperial y los verdaderos imperiales pidiendo explicaciones), le sigue una no menos divertida y frenética huida, en la que los cuatro personajes dan con sus huesos en un compartimento de residuos. No paramos de reir con Solo: “¡qué olor tan delicioso nos has hecho descubrir!”, y aunque la grimosa criatura que atrapa por unos segundos a Luke ha quedado muy anticuada, la secuencia funciona muy bien: nos angustiamos porque tememos que realmente queden aplastados entre la basura.
Y de manera muy ágil, pasamos de esa secuencia a la persecución por los pasillos de la estación: Luke y Leia se separan de Han y Chewbacca. Parece que Leia se lleva mucho mejor con Luke que con Han. El supuestro trío amoroso quedará luego desvirtuado por las razones que todos conocemos, pero de momento se inicia casi como una broma. Antes de que todos puedan coger la nave (ya que Obi-Wan ha logrado desconectar los mecanismos de tracción), el anciano Jedi se sacrificará para que todos puedan salir. No es una gran secuencia de esgrima, pero lo que importa es la sensación de presenciar la mitológica entre el bien (la luz blanca, la serenidad, la compasión) y el mal (las tinieblas, la cólera, la crueldad).
Y aunque Luke siente mucho la pérdida de su fugaz maestro (al que parece considerar como un padre), estamos en un tono jovial y vitalista tan marcado, que enseguida le muda el carácter sombrío a Luke, y junto a Han destruyen varios cazas perseguidores, en su camino a la base rebelde. Esta secuencia es una secuencia de pura alegría, como pura alegría se desprende de un momento tan tenso como atacar una inexpugnable estación espacial con un puñado de naves.
Observamos, antes, un leve cambio en alguien tan egoísta como Han, quien le dice a Luke, de manera sorprendente: “que la Fuerza te acompañe”. Aunque esas palabras no quedan muy creíbles todavía en su boca. Uno de las imágenes más emocionantes es la parcial transformación interior de este sinverguenza redomado, que no va a cambiar sus esencias, pero va a dejar de pensar exclusivamente en sí mismo. El viaje de Luke es muy diferente. Podría decirse que es un viaje desde la soledad hacia la comunión con el universo entero, en su inicio de la comprensión de la Fuerza. Por supuesto, no sabe que para entrar en equilibrio con ella tendrá que entregar sacrificios, del que Obi-Wan es solo el primero.
El suicida ataque a la Estrella de la Muerte viene a ser una puesta al día del viejo mito de David contra Goliath, en la que David sólo vencerá al gigante (con un minúsculo punto débil…) no ya gracias a una honda, sino gracias a la fe en sí mismo. Obi-Wan le transmite un mensaje mental desde el más allá, y Luke lo intenta a la desesperada, con Vader pegado a su nuca y a punto de cazarle. La hazaña de destruir la estación (previa ayuda de Han, que deja fuera de combate a Vader), es un subidón de alegría incomparable. Casi parece que nosotros mismos hemos disparado.
La secuencia de la batalla es una narración frenética, por un lado, y de tensión por otro, pues los rebeldes tienen un tiempo límite antes de que su estación quede a tiro del mortal rayo de la Estrella. Por supuesto, palidece en comparación con las batallas espaciales de ‘El imperio contraataca’, sólo tres años posterior, o sobre todo con la final de ‘El retorno del Jedi’, pero tiene un mérito enorme. Las técnicas de pantalla azul, control de movimiento de maquetas, cámaras por ordenador, estaban en pañales en aquel entonces, y el salto es de gigante en ‘Una nueva esperanza’, si bien se percibe poca velocidad en las naves, y esquematismo en los planos y panorámicas.
Conclusiones
Muy diferente a sus dos continuaciones, tanto en tono, como en aspecto, ‘Una nueva esperanza’ es quizá la más hermosa película de aventuras jamás realizada. Hermosa por su desprejuiciado tono jovial, por proponer una visión ligera pero rotunda del viaje del héroe, por la valentía y la mirada llimpia de Lucas, por la música de Williams. Una suma de cosas que cristaliza una mitología a explotar, con un final abierto (Vader no muere), por si era posible hacer secuelas. Que nadie piense en una concepción de trilogía, pues es falsa.
Su aparente tosquedad, su sencillez, son sus máximos valores, pues la vida que narran, la energía y el ingenio, no pueden describirse con palabras. Tampoco puede describirse con palabras el valor que por tanto tiene su segunda parte, ‘El imperio contraataca’, pues superó lo que parecía insuperable. Pero de ella hablaremos en otro capítulo.
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