Tras la decepción (que aunque no fue total, sí fue dolorosa) que supuso ‘La amenaza fantasma’, nos llegó, tres años después, la segunda parte, el Episodio II, que sería titulado ‘El ataque de los clones’. La película fue presentada en Cannes un día antes de su estreno mundial, y lo que todos esperaban que fuese la confirmación de la decadencia creativa absoluta de George Lucas, resultó en una rotunda película de aventuras, que redimía absolutamente a su creador, y que nos devolvía el espíritu de la saga en sus esencias más puras.
Sin exagerar, hablamos por momentos de majestuosa belleza, en una película muchísimo más dinámica, ingeniosa, enamorada del arte de hacer películas, que la primera parte. A pesar de algunos defectos, de los que ahora hablaremos (y que son defectos importantes en algún caso), Lucas logra la mejor, la más bella de las tres nuevas películas, y lo hace con tenebrismo, suspense, grandísimo sentido de la atmósfera y un crescendo imparable y sin el menor gatillazo. En suma, toda una gozada.
En realidad, Lucas ha ido perfeccionando su idea de lo que sería la perfecta película Star Wars, y se propuso un estilo artesanal, rápido y sencillo para las tres películas. A ello contribuyó la decisión de filmar esta película con cámaras Sony HDW-F900 que alcanzarían imágenes de grandísima calidad en formato digital HDCAM (1080/24p). El resultado es palpable en pantalla, y de ello puede enorgullecerse Lucas y el operador David Tattersall. El salto de calidad y de aspecto respecto a la anterior película es muy notable. Así mismo, la historia está muchísimo más trabajada, los caracteres son más rotundos y la trama más elaborada, resultado quizá de trabajar con un coguionista, el veterano Jonathan Hales.
Impresionantes primeros minutos
Como suele pasar, desde las primeras imágenes se percibe la densidad y la altura de la narración que vamos a disfrutar. A Coruscant llega una enorme nave consular (el sonido es alucinante) acompañada de sus escoltas. Las nubes que rodean los altos edificios del planeta, y que atraviesa la nave como una sombra, ya nos indican el inquietante viaje que nos espera. Como era esperable, les aguarda una trampa en el aterrizaje, y sospechamos que es de nuevo Palpatine el que de alguna forma quiere muerta a Amidala, aunque seguimos sin saber por qué. Una sensación de amenaza, de peligro constante, se instala en la pantalla.
Por supuesto, Obi-Wan Kenobi y Anakin (que han pasado diez años juntos en toda clase de aventuras) son los dos jedi designados para proteger a Amidala y averiguar quién está detrás del atentado. Conocemos al que dará vida al futuro Darth Vader. Es cierto que Hayden Christensen está bastante flojo (en algunas secuencias muy flojo o directamente mal), pero es un actor que le va muy bien al personaje (con su aire atormentado a lo James Dean) y en otras producciones ha demostrado ser un actor más que competente. Personalmente achaco la mayor parte de sus flaquezas a la dirección de actores de Lucas, siempre débil en esa disciplina.
Poco importa, porque un segundo intento de acabar con la vida de Amidala (una guapa Natalie Portman de veinte años) da lugar a una de las mejores secuencias de toda la saga: la persecución de la cazarrecompensas contratada por Jango Fett. Una secuencia impresionante de casi catorce minutos de duración total (concretamente, desde el minuto 10 exacto hasta casi el 24 de metraje), que comienza con un diálogo sobre la madre de Anakin y concluye con la inquietante imagen de la huida de Jango Fett con el jet-pack. Entre medias, y aderezado con un corte de la música de John Williams en el que cabe percusión, guitarras eléctricas y prácticamente de todo, nos quedamos con la boca abierta.
El nivel de detalle, la luz y el color, y el ingenio de la secuencia, deja en cueros a cualquier otra secuencia de coches voladores (incluidas ‘Blade Runner’ o ‘El quinto elemento’, entre otras). Pero no sólo eso. La profundidad de la vida de Coruscant se siente con una fuerza indescriptible. Realmente nos zambullimos en una inmensa ciudad, con millares de criaturas diferentes, culturas, naves, ambientes. Y termina todo con una escena magistral en la cantina, llena de humor y de suspense, de manera insuperable. Realmente, este es un Lucas muy diferente al de la primera parte: es un cinesta en plena forma y posesión de sus facultades.
Secretos y misterios apasionantes
A partir de la necesidad de rastrear el origen del cazarrecompensas, la acción se divide en dos tramas paralelas, detalle que tanto recuerda a ‘El imperio contraataca’. Y hay más parecidos con aquella extraordinaria aventura, como iremos viendo. Y no hay mucho que discutir: la trama de Obi-Wan, su descubrimiento del ejército clon, es un millón de veces más interesante que la de Anakin, con su historia de amor secreto con Amidala en Naboo. No es que Lucas sea un romántico incomprendido, es que no comprende el romanticismo. A pesar de ello, Christensen y Portman tienen bastante química, y el tema de amor de la película (que el lector puede oir haciendo click en el enlace de más arriba) es, para quien esto suscribe, la más bella pieza de la saga entera.
Todo el bloque de Obi-Wan en Kamino, es, aparte de otra palabra mejor, una rotunda muestra de maestría narrativa en una historia de aventuras. No se puede pedir más misterio y más densidad. Kamino recuerda un poco a Bespin, por la combinación de exterior bucólico o hermoso con la oscuridad y los descubrimientos terribles que aguarda el interior de la ciudad. Pero no solamente eso, sino que la intriga escrita por Lucas es realmente brillante. Sin conocimiento de los Jedi, un maestro de su orden encargó un enorme ejército de clones, para la eventual guerra contra los rebeldes. El prodigioso plan de Darth Sidious comienza a tomar forma.
También el encuentro con Jango Fett (Temuera Morrison) es brillante. Lleno de tensión y de dobles sentidos, resulta un diálogo mucho mejor que otros tan mediocres a los que nos tiene acostumbrados, desgraciadamente, Lucas. Pero para diálogo brillante, el que tiene lugar en Naboo entre Amidala y Anakin, y con él terminamos esta primera parte para no hacer excesivamente largo este artículo. Primero, Anakin muestra unos celos muy creíbles y poco razonables respecto al primer chico que besó a Amidala. A continuación, ambos hablan de política y Anakin sugiere que se debe escuchar a todo el mundo y luego obligarles a hacer lo que la mayoría decida.
Esto dibuja mucho mejor al personaje, a su futuro, que todas las rabietas escritas por Lucas y torpemente llevadas a cabo por Christensen. Ella dice que eso suena a dictadura, y él contesta: “bueno…si funciona”. Terminaremos este análisis en breves días.
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