Ahora que sus muchas nominaciones al Goya la han devuelto al primer plano de la actualidad cinematográfica tras cinco meses navegando por la cartelera española, es momento idóneo para acercarnos de nuevo, antes del baño de premios que probablemente se dará la cinta —que debía haber arrasado en los premios Feroz y no haber perdido contra esa tontería que es 'Tres bodas de más' (id, Javier Ruiz Caldera, 2013)—, a la última apuesta de Daniel Sánchez Arévalo, cuarto filme en la trayectoria del espléndido director español y, sin atisbo de dudas, el mejor de lo que hasta ahora hemos podido verle al responsable de la genial 'Azuloscurocasinegro' (id, 2006), la espléndida 'Gordos' (id, 2009) y la muy hilarante 'Primos' (id, 2011). Tres cintas de dispar carácter que, no obstante, tienen en común algo que dimana de la autoría del cineasta madrileño y que va más allá del talante visual con el que Arévalo ha venido caracterizando sus producciones, entroncando directamente con el calado de sentimientos que transportan hacia el espectador el cuarteto de títulos que conforma su filmografía.
Ya con su ópera prima, Arévalo se descubría como un habilísimo narrador capaz de construir a través de sus guiones a unos personajes dotados de un alma y una tridimensionalidad apabullantes cuya corporeidad se veía aumentada sobremanera por la acción directa de, en el caso de 'Azuloscurocasinegro', unos magníficos Quim Gutiérrez, Marta Etura y Antonio de la Torre —sin olvidar, por supuesto, a ese monstruo que es Héctor Colomé—. Una labor interpretativa que, en sus subsiguientes incursiones en la gran pantalla ha supuesto un alto porcentaje de la gran efectividad de lo que ofrece el director, algo que tanto 'Gordos' —inmensos De la Torre y su "pereza"— como 'Primos' no hacen más que corroborar y que, alcanzada esta 'La gran familia española' (id, 2013), adquiere tal relevancia que sería impensable que la favorita de los Goya de este año hubiera funcionado de la misma manera de haber contado con un reparto menos cohesionado.
Con el rodaje adquirido que Antonio de la Torre, Quim Gutiérrez, Roberto Álamo y Héctor Colomé ya tienen con Sánchez Arévalo —el primero ha aparecido en sus cuatro filmes—, y las "nuevas adquisiciones" que suponen Verónica Echegui, Patrick Criado, Arantxa Martí y Sandra Martín, el elenco de 'La gran familia española' conforma uno de los mayores atractivos del filme e, ineludiblemente, el pilar fundamental sobre el que el director apoya las otras muchas fortalezas de éste espléndido retrato familiar que, declaración al séptimo arte mediante, comienza, acaba y queda impregnada en la práctica totalidad de su metraje, aunque no determinada, por el espíritu optimista de ese clásico que es 'Siete novias para siete hermanos' ('Seven Brides for Seven Brothers', Stanley Donen, 1954).
Pero que la aparente declaración de principios del arranque de la proyección no nos lleve a engaño: 'La gran familia española' no es una simple comedia al uso, llena de golpes de humor que combinen ácidos diálogos con momentos de puro slapstick —que los hay, pocos, pero los hay—. No, las intenciones de Arévalo para con su cuarto filme van más allá de quedarse en conseguir arrancar la risa del respetable, y plantea elocuentes reflexiones tanto acerca del núcleo familiar como de la necesidad inherente en el individuo de definirse a través de otros y, en última instancia, del amor por ese ser ajeno a él.
Observables tales intenciones en la práctica totalidad de los personajes de la cinta de un modo u otro, el que Arévalo utilice como motor de fondo de todo el relato la final de la Copa del Mundo de 2010 es garante de no pocas emociones de cara al tramo final de la proyección: hecho histórico que trascendió el mero acontecimiento deportivo —nunca me ha gustado el fútbol y viví esas casi dos horas de partido contra Holanda con la misma intensidad que los aficionados al deporte más visto de nuestro país— los minutos en los que la prórroga del choque final entre naciones dejaban prácticamente paralizada a España son los que 'La gran familia española' aprovecha para pasar de un tramo intermedio con ciertos apuntes irregulares a un clímax soberbio precedido por esa conversación en dos frentes y a muchas bandas que el director deja descansar en Nacho Ruiz Capillas, un editor que se saca de la manga en estrecha colaboración con el cineasta una secuencia asombrosa, prodigio de montaje de principio a fin.
Con los vellos de punta y las lágrimas a flor de piel que garantiza "El Gol", y sin querer recurrir a símiles futboleros facilones con los que caracterizar a la grandeza que encierran estos 101 minutos en los que hay lugar para muchas y muy diversas emociones, muy pocas dudas son las que el que esto suscribe alberga acerca de que 'La gran familia española' es el mejor filme español que se estrenó durante el pasado 2013. Poco importan pues los premios que pueden esperarle a un espectador —este espectador— que salió de la sala sabiendo haber vivido hora y media larga de cine con mayúsculas y reforzado en su imborrable impresión de que al sur de los Pirineos hay muchísimo talento en este mundo del séptimo arte que los cinéfilos deberíamos apreciar...ahora más que nunca.
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