‘La gran apuesta’ (The Big Short) se convirtió la semana pasada en una de las ocho aspirantes al Oscar de mejor película en la próxima edición de los premios de la academia de Hollywood. Es también la primera en llegar a los cines españoles desde que se anunciaron las nominaciones -hay otras tres que se estrenaron hace ya un tiempo, no me olvido-, por lo que será una buena forma de evaluar el interés de los espectadores de nuestro país hacia las agraciadas.
No es, ni mucho menos, la primera vez que la meca del cine se interesa por la crisis económica que comenzó hace ya casi una década y que empiezo a creer que nunca llegará a superarse del todo, aunque seguramente sí sea el título con más posibilidades de llegar de forma masiva al público. Su lujoso reparto también será de gran ayuda para ello, pero lo que realmente debería importarnos es que estamos ante una película muy interesante en todos los frentes que sabe cómo enganchar al espectador sin renunciar a abordar temas complejos.
Hace fácil lo difícil
Seguro que algunos de vosotros ya habéis visto cintas como el notable documental ‘Inside Job’ o la apreciable ‘Margin Call’, pero aún faltaba por llegar ese título más accesible para que el público se interese en algo que sabe de antemano que va a provocar que acabe indignado. Un buen primer paso para ello es contar con actores como Christan Bale, Brad Pitt, Ryan Gosling o Steve Carell, pero la clave estaba en la forma de abordar la historia y ‘La gran apuesta’ acierta de lleno mezclando un enfoque realista con un gran sentido del entretenimiento.
La gran clave para que el tinglado nunca se venga abajo está en la capacidad de Adam McKay, director y guionista de la película, para saber encontrar el tono adecuado para equilibrar dos vertientes en apariencia contrapuestas. Para ello incluso se permite hacer varias pausas narrativas para literalmente explicar a todos algunos conceptos que buena parte del público desconoce, pero lo hace de una forma desenfadada que anula cualquier sensación de arrogancia que pudiera transmitir haciendo algo así. Hace fácil lo difícil.
De hecho, resulta de lo más simpático y ayuda a tener una mejor predisposición hacia el creciente dramatismo –aunque sin dejar nunca de lado ese toque divertido que tan bien le sienta-. Eso provoca también cambios en la puesta en escena de McKay según lo que requiera cada momento, resultando muy dinámica de entrada –aquí también ayuda mucho el efectivo montaje de Hank Corwin- y sabiendo resaltar lo que busca sin llegar a resultar demasiado intrusivo o excesivo –hay un par de situaciones que coquetean con esto último, eso sí-. Eso sí, va, por así llamarlo, apaciguándose según avanza la historia, pero era lo que requería, así que cero quejas por mucho que quizá su tramo final no llegue a tener la fuerza que busca.
Todo ello facilita a que entendamos a la perfección las complejidades del origen de la crisis, tanto porque entendemos mejor algo que se nos explique con cierto desenfado –la ruptura de la cuarta pared es una de sus mejores armas, pero no la única-, como a definir a sus protagonistas y cada una de las historias que van alternándose. Lo cierto es que se complementan muy bien entre sí, logrando crear una acertada fluidez, tanto en lo referente al ritmo como por lo acertados que resultan los momentos elegidos para dar el salto de uno a otro. Por si fuera poco, también nos regala varias escenas para el recuerdo que serían el punto álgido de muchos otros títulos, pero que aquí brillan tanto como ayudan a enriquecer el conjunto.
'La gran apuesta', diversión e indignación
Hay una cosa que llama poderosamente la atención de los personajes de la película y es que ninguno de ellos tiene unos rasgos suficientemente marcados como para conseguir la simpatía del espectador. De hecho, el que hasta cierto punto sale mejor parado incluso nos lo llega a recordar de forma directa durante los últimos minutos de la función, ya que aquí no hay héroes que hicieran lo posible por avisar de los problemas que estaban por llegar, sino que todos ellos son unos carismáticos caraduras que quieren sacar un rédito económico de la situación.
Eso sí, cada uno de los personajes principales –y aquí incluyo también a los interpretados por los menos conocidos pero igual de acertados Finn Wittrock y John Magaro- tiene unas características diferentes que ayudan a darles una entidad propia y a evitar caer en repeticiones innecesarios. Por mi parte, el que más me llamó la atención fue Carell, ya que incluso noté ligeros cambios en su dicción, pero es que además lo borda con un personaje complicado que aúna altivez, represión y una personalidad arrolladora.
Por su parte, Bale logra conquistarnos con la brillantez asocial del Doctor Burry que ni siquiera necesita una gran cantidad de diálogos para lucirse, pues él es quien hace un mejor uso del lenguaje no verbal, mientras que Gosling es un carismático encantador de serpientes que ha descubierto algo y no va a dudar en sacar tajada de ello y Brad Pitt es aparentemente el más pasivo, pero tiene un momento especialmente revelador para entender sus motivaciones. Cada uno de ellos aporta algo diferente y mejora la película.
En definitiva, ‘La gran apuesta’ es una película notable, con las ideas claras y que consigue lo que busca. Además, no hay altibajos de interés gracias a la sincronía que se produce entre dirección, guión, montaje y actores, pero sí que le falta ese chispazo de genialidad que por ejemplo sí tenía ‘El lobo de Wall Street’ (The Wolf of Wall Street). Eso sí, obviamente es mejor que cierto bodrio que también se estrena este viernes 22 de enero, pero está a un nivel ligeramente inferior a la estupenda cinta que llega mañana a los cines españoles y de la que os hablé hace unos días.
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