'La duda', lección interpretativa de gran altura


A la hora de adaptar al cine una exitosa y aclamada obra teatral resulta complicado no trasladar los elementos básicos que la han encumbrado. Así como resulta tentador trasladar milimétricamente la fórmula que tan bien ha funcionado. Sin embargo, John Patrick Shanley decide afrontar la adaptación de ‘La duda’ retomando la base dramática pero partiendo con ingredientes distintos. Otros intérpretes y, sobre todo, la consciencia de explorar la riqueza que el lenguaje cinematográfico puede aportar a su denso y profundo relato.

Buen conocedor del material de partida, no en vano es su autor (con el que ha ganado el Pulitzer por el texto y un Tony su representación teatral), decide apoyarse en unos actores sólidos y convincentes, algo que resulta esencial en una historia de personajes como es ‘La duda’. Y obtiene como resultado una prodigiosa lección de actuación, sabiendo sacar lo mejor de un gran elenco de actores (donde más se aprecia la teatralidad), encabezados por dos monstruos de la pantalla, como son la veterana Meryl Streep y el fundamental Philip Seymour Hoffman, así como de los otros dos personajes fundamentales, perfectamente dibujados por Amy Adams y Viola Davis respectivamente.

La historia nos traslada a la rigurosidad y espiritualidad de St. Nicholas, una estricta escuela católica mixta del Bronx, justo un año después de la muerte de Kennedy. El Concilio Vaticano II comenzaba a ofrecer cierta flexibilidad en la disciplina eclesiástica lo que marca una época de cambios tímidos que comienzan a afectar a la docencia religiosa. A pesar del hermetismo y el rigor de las normas educativas impuestas, ese ligero cambio se cuela como viento amenazante, a través de las palabras y actitud del Padre Flynn (Seymour Hoffman), el carismático párroco del centro. En su contra, y gran valedora del estricto orden establecido, está la directora, la Hermana Aloysius (Meryl Streep). Dura, implacable, impertérrita y temida por todos, decide lleva a cabo una particular cruzada contra el cura, tan osado en sus sermones como en su actitud de usar bolígrafo (algo visto como señal de ablandamiento del rigor caligráfico), por su implicación en un supuesto y poco fundamentado caso de abuso de un alumno.

La Hermana James (una brillante Amy Adams y otra de las grandes sorpresas), es una joven profesora timorata y vulnerable que intenta seguir la línea marcada por la directora pero que, en cambio no ve el párroco como una amenaza a las normas, y al que apoya en su propuesta de incluir canciones laicas para celebrar las festividades navideñas. Sin embargo, la joven será quien lleve sobre sus hombros la incertidumbre y sus efectos, ya que será quien, tras una liviana sospecha lo acusa del posible abuso a un alumno. Una situación que la hace situarse en el medio justo, asolada por la duda. El alumno en cuestión, es un niño negro (el único de la institución) con problemas familiares que encuentra en el Padre Flynn y en su labor frustrada como monaguillo una salvación a su cruel situación. Así lo manifiesta su madre (Viola Davis) tras ser llamada por la directora y con la que mantiene una larga, intensa y desgarradora conversación en una de las mejores escenas de la cinta.

John Patrick Shanley reflexiona sobre la duda, pero también sobre el sentimiento de culpa de cada uno de sus personajes, pero lejos de llevar al espectador a una respuesta consoladora, a la inexpugnable verdad que despeje esa enorme sombra que es la duda, deja que cada uno saque sus propias conclusiones en un final brillante y sin concesión alguna a lo convencional. Un misterio planteado, el de la naturaleza de la relación entre el párroco y el alumno, con escasas aportaciones o pruebas a lo largo del mismo, pero las justas y equilibradas para que no sea fácil declinar la balanza. Y del que deviene una lucha brutal, una batalla dialéctica que alcanza su cumbre en un duelo, repleto de tensión entre la Hermana Aloysius y el Padre Flynn.

La sucesión de escenas, llenas de largos y espléndidos diálogos, brindan la oportunidad de que sus actores protagonistas brillen con especial inspiración, trabajos redondos, sin aristas, con personajes complejos y perfectamente dibujados, que suponen el mejor valuarte de ‘La duda’. Streep está perfecta, demostrando su veteranía y su capacidad para convertirse en la dura directora, de inquebrantable moral en su negro hábito, y por su parte Hoffman vuelve a demostrar su gran capacidad para sacar lo mejor de sus papeles, y se me antoja el más acertado para darle la réplica a Streep y no caer aplastado. Gracias a ellos, estamos ante una de las cintas con mejores interpretaciones en mucho tiempo.

Mención especial merece la bellísima, y por momentos inquietante, fotografía de Roger Deakins, que se encarga de remarcar ese estado claustrofóbico y misterioso, a la par que de cambio, que la historia va tomando dentro de los muros del colegio.

John Patrick Shanley, realizador poco prolífico, ha sabido extraer la esencia de su obra, con gran fidelidad, aportando el dramatismo, la riqueza y la tensión adecuados. Con una realización eficaz y discreta, sin grandes alardes, pero muy apropiado al texto, logrando de sus actores interpretaciones antológicas, a la vez que una película a la altura de su original.

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