Sé que me voy a morir. Supongo que siempre lo he sabido. Lo único que no sabía era cuándo. Y estoy resignada, de verdad. No me importa que esta enfermedad me mate. Pero también está matando a mi familia.
‘La decisión de Anne’ es el título con el que se estrenó recientemente en España un melodrama con Cameron Diaz y Abigail Breslin titulado originalmente ‘My Sister´s Keeper’ (‘La guardiana de mi hermana’). La película, que ha tenido bastante éxito en taquilla, está dirigida por Nick Cassavetes y se basa en la novela homónima escrita por Jodi Picoult, sobre una familia con una hija adolescente enferma de leucemia y otra que fue concebida para salvarle la vida, hasta que un día se rebela contra sus padres y decide demandarles, pidiendo el control de su cuerpo; esto es, no volver a donar nada a su hermana mayor.
Este giro argumental es lo que anima (momentáneamente) y hace parecer diferente a una película que, por lo demás, no ofrece absolutamente nada, es un burdo telefilme vestido de cine que tiene como propósito provocar la lágrima fácil en el público más sensible a este tipo de dramones. No he leído la novela, que por lo que he visto tiene un desenlace diferente (más rocambolesco), pero la película es un despropósito que gira en torno a dos situaciones: recrearse en lo mal que está la chica enferma de cáncer, y, por otro lado, asegurar un retrato de lo maravillosa que es la vida de la típica familia estadounidense. Si rascamos un poco más podemos encontrar también un extraño mensaje sobre la mejor forma de solucionar casos similares, pero quizá estoy siendo ya muy malpensado.
La historia de la familia Fitzgerald, narrada de forma torpe y caótica, con muchos flashbacks que no hacen más que subrayar una y otra vez el drama, gira en torno a la joven Kate (Sofia Vassilieva), a la que le diagnostican un terrible cáncer que acabará con su vida. El clavo ardiendo al que se agarran los padres (interpretados por Jason Patric y Cameron Diaz, en el inverosímil papel de brillante abogada que ha dejado su trabajo para dedicarse al cuidado del hogar y de su hija enferma) es tener otro niño, diseñado en un laboratorio para que pueda salvar la vida de su hermana cada vez que sea necesario. Así nace Anne (la ya popular Abigail Breslin), que desde su nacimiento ya empieza a servir de donante para Kate. Aquí se abre un interesante debate ético sobre este tipo de soluciones, donde se “crea” a alguien para poder salvar la vida a otra persona, pero a la película no le interesa que su público se ponga a pensar, y lo despacha con una truculenta trama con “final sorpresa”.
A los once años, de forma inesperada, Anne acude a un eficaz abogado (Alec Baldwin, quizá lo único rescatable de toda la película junto con Joan Allen Joan Cusack, que hace de jueza de dibujos animados) para abrir un proceso legal contra sus padres, con la esperanza de lograr una emancipación que la libere de tener que donar un riñón a su hermana Kate, tal y como estaba previsto. Aunque el espectador experimentado en este tipo de argucias argumentales mal disimuladas sospechará desde el principio lo que hay detrás de todo este tinglado, Cassavettes lo oculta hasta el último tramo del film, y cuando retira el mantel lo que hace no es sólo dejar al descubierto las miserias del mediocre guión, sino cargarse también el único elemento interesante de la trama. El resultado iba a ser el mismo de todas formas (ya te lo desvelan desde el mismo principio, con esa imagen de Breslin entristecida en el lago, recordando a su hermana), pero de esta manera se elimina el único conflicto que rompía un poco con la monotonía de la narración.
Así que todo queda centrado en lo que comentaba al principio, en una sucesión de bochornosas postales del “american way of life” al ritmo de cursis canciones pop (a cámara lenta y con pompas de jabón cayendo por todas partes, no es broma), y en el constante retrato de la tragedia de la chica moribunda, a la que le cuelan incluso un vago y tontorrón romance (el mequetrefe de Thomas Dekker) para quitárselo enseguida y que dé más pena. La película es un continuo y cansino asalto para tratar de hacer llorar al espectador, hasta el punto de que llega a resultar de lo más ridículo. De hecho, yo me llegué a sentir mal porque ya me parecía cómico todo el asunto y cada vez que mostraban a la niña, en primeros planos y con ese maquillaje tan exagerado, parecía que iba a saltar de un momento a otro para morder la yugular de sus insoportables familiares. Desafortunadamente, sólo ocurrió en mi mente.
Sí, el “melodrama” consiste en la exageración (con el apropiado acompañamiento musical) de los aspectos dramáticos y sentimentales de la trama. Y sí, el tema central de la película es la enfermedad de esta joven. Pero todo tiene un límite, y en todo caso no justifica que se descuide la estética del film (que parece un episodio televisivo de dos horas), ni las reacciones forzadas de los personajes (casi todos robóticos), ni la escasa atención a los problemas de los que no se están muriendo (el hermano como si no existiera); tampoco esquivar alegremente los conflictos éticos y morales que se derivan de la elección de los padres.
Tienes la opción de apretar las tuercas y mostrar hasta dónde puede aguantar unida una familia, pero no te puedes llevar tanto tiempo repitiendo y machacando con lo mismo: mirad qué triste es la vida que le ha tocado a esta adolescente, que quería vivir y estudiar y tener novio, y quizá un hijo algún día con el que ver la tele y celebrar la navidad, pero se va a ¡¡MORIR!!... sí, querido público, se va a morir esta pobre niña inocente, ¡¡va a dejar nuestro mundo de manera horrible!!, con lo joven que es, miradla bien, qué pena de chica, mirad su vitalidad y sus ganas de vivir, ¿¿no es una completa desgracia??, ¡¡¡llorad, maldita sea, LLORAD!!!
Bueno, esto, que evidentemente he exagerado (porque como habréis supuesto me aburre hablar de este manipulador producto), es básicamente lo que hace Nick Cassavettes con el relato de ‘La decisión de Anne’, el melodrama llevado a su más vergonzosa expresión. Así que si te interesa (o eres un gran fan de la Diaz), adelante, y si no, ya sabes, no digas que no te avisaron.
PD: Una curiosidad fascinante sobre la película. He leído que en un principio las dos hermanas las iban a interpretar Elle y Dakota Fanning, pero no fue así porque la segunda se negó a raparse la cabeza; Vassilieva no tuvo problemas con eso, porque decía que así se sentía más cerca del dolor que debía sufrir la protagonista. La verdad, no sé qué es peor.