Lars von Trier fue el principal estandarte del movimiento Dogma, pero si tuviera que elegir una sola película perteneciente al mismo, me decantaría sin dudarlo sin un segundo por ‘Celebración’ (‘Festen’), segundo largometraje del realizador danés Thomas Vinterberg. Ahora ha vuelto a contar con Ulrich Thomsen y Trine Dyrholm, dos de sus protagonistas, para ‘La comuna’ (‘Kollektivet’), una cinta inspirada en sus propias experiencias personales.
‘La comuna’ es una película que se prestaba a un acercamiento coral para que el público entienda lo que supone exactamente la forma de vida que adoptan sus protagonistas, pero a la hora de la verdad se centra en la historia de sus dos personajes principales -primero en él y más tarde en ella- y cómo evoluciona su relación a medida que se van ajustando a su nueva realidad. Una propuesta sencilla y demoledora que nunca pierde de vista su componente más humano.
Ten cuidado con lo que deseas
Habrá casos excepcionales en los que no sea necesario, pero lo cierto es que casi toda relación de pareja está asociada a una serie de concesiones hacia la otra persona. Pueden ser desde detalles insignificantes hasta cambios sustanciales en nuestro día a día, pero son unos sacrificios necesarios, ya que ser 100% compatibles es poco menos que imposible.
Esa podríamos decir que es la premisa en el plano emocional del guion firmado por Tobias Lindholm el propio Vinterberg, donde el hecho de fundar una comuna no tiene como objetivo real mostrarnos todo lo que ello supone para sus integrantes, sino en cómo afecta al matrimonio que decide utilizar su nueva casa para ello. De hecho, su mayor utilidad es crear una agradable ligereza durante su primer acto que va dando pie a que los hechos se precipiten.
La cuestión es que la forma de ser del personaje de Thomsen no encaja realmente en una comuna y sólo acepta un poco por insistencia tanto de su mujer como de su hija. Luego intenta encajarlo, pero pronto surge el descontento, a un nivel muy similar a la satisfacción que siente su esposa. Ella ha conseguido lo que quería, es decir, salir de la rutina de su vida matrimonial, pero él es ahora infeliz, llevándole a tomar una decisión que antes de la comuna seguramente era impensable.
No entraré en detalles al respecto, pero es ahí donde el protagonismo vira hacia Dyrholm, quien se va viniendo progresivamente abajo ante su nueva situación. Da hasta la sensación de que ella esperaba algo muy distinto y acaba chocándose de bruces contra la realidad. Ese deterioro psicológico está perfectamente retratado por Vinterberg y Dyrholm y es lo que nos atrapa, logrando incluso esquivar el hecho de que algunos diálogos y situaciones pueden pecar de cierta falta de naturalidad.
La comuna como catalizador y no como fin
De hecho, Vinterberg no tiene demasiados problemas en sacrificar la reflexión social –que esté ambientada en los 70 acaba siendo algo casi anecdótico- en beneficio de lo puramente emocional, con la hija de los dos protagonistas –notable trabajo de la debutante Martha Sofie Wallstrøm Hansen- como el otro referente para mostrarnos las grietas de su relación, tanto por su propia actividad como por la forma de confrontar a sus progenitores en determinadas situaciones.
Para algunos eso será insuficiente dado los ingredientes que tenía a su disposición y también el hecho de tener el referente de su experiencia en una comuna, pero al final da la sensación de que simplemente quiere mostrarlo como algo natural con unos problemas que podrían también suceder en otros casos más normalizados por la sociedad. Por ello ahí encontramos todo el humor de la película, pero de una forma sencilla y sin recargar nada demasiado.
El gran pero es que algunos personajes quedan un poco desdibujados, pero es que Vinterberg apuesta por algo y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Ahí tiene muy claro lo que busca y utiliza todas las armas a su disposición para ello, siendo entonces cuando surge alguna situación en la que esa naturalidad dominante entra en cuestión porque a uno le puede costar creer que alguien hable o reaccione así.
Yo no tuve ese problema, ya que se plantea una situación tan excepcional, aún más que la propia idea de la comuna, que aplicar las reglas tradicionales no procede. Con todo, puedo entender que llegue a suceder, pero también que su sencilla y directa propuesta te absorba y vaya destrozándote en la misma medida en la que va haciéndolo con sus protagonistas. Ahí ya depende de que entres en su juego o te quedes fuera, así de simple.
En definitiva, ‘La comuna’ es una película notable que parece que podría haber sido algo muy diferente a lo que ha acabado siendo. Eso sí, el gran trabajo de sus dos protagonistas, en especial una desgarradora Trine Dyrholm, es lo que evita que la propuesta de Vinterberg nunca se venga abajo, ya que sí que tiene que hacer ciertas concesiones que evitan que sea una cinta imprescindible e incluso puede que produzca cierto desencanto en algunos espectadores.
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