Las novelas llevan siendo fuente de inspiración para el cine desde poco después de su nacimiento. Las modas van y vienen, pero la literatura persiste como el origen de películas de todo tipo, desde obras maestras hasta auténticas tomaduras de pelo. Todo ello se debe en parte a los lectores, pues es normal que los productores fijen su atención en libros que hayan arrasado en ventas sea cual sea su nivel real.
En el caso de ‘La chica del tren’ (‘The Girl on the Train’) no han sido necesarios ni dos años desde su publicación para que su adaptación cinematográfica llegue a las salas. Lo hace acompañada de cierto halo de ser la nueva ‘Perdida’ (‘Gone Girl’), con la que comparte varios elementos, pero no el más importante, ya que la cinta de Tate Taylor basada en la novela homónima de Paula Hawkins es una propuesta bastante floja en la que únicamente sobresale el notable trabajo de Emily Blunt.
Un cóctel mal agitado
Está claro que uno de los grandes atractivos de muchas películas de suspense es resolver el misterio planteado. No deja de ser un juego necesario para captar el interés del espectador, quien, según el caso, se centrará en intentar ser el más listo de la clase o simplemente se dejará llevar y aceptará todo lo que quieran venderle. Hay muchas etapas intermedias entre ambas opciones, pero al final es la capacidad de fascinación del propio relato la que juega un papel fundamental para ello.
Con ‘La chica del tren’ tenemos un crimen en el que se está coqueteando en todo momento con la posibilidad de que la protagonista sea la responsable del mismo. Su lamentable estado, tanto físico como, sobre todo, psicológico -todo ello perfectamente reflejado por una Emily Blunt que quizá no responda a la descripción del personaje en la novela, algo que compensa sumergiéndose de lleno en la problemática personalidad de Rachel-, ayuda a pensar en ello.
Sin embargo, claro que todo ha de ser más complicado de lo que parece y es ahí donde vienen los problemas, ya que todas las tramas paralelas a la de la protagonista resultan monótonas de entradas, carecen de cualquier tipo de brillo en su desarrollo -tampoco se esfuerzan nunca demasiado en darles la entidad necesaria- y llega un punto en el que caen de forma más o menos pronunciada en el ridículo. Blunt hace lo que buenamente puede para compensarlo, pero no es suficiente.
Las odiosas comparaciones
Un poco más atrás mencionaba ‘Perdida’, una película a cuya evolución argumental se le pueden poner todas las pegas que queráis, pero una cosa indiscutible es que David Fincher tenía una visión muy clara de la historia y que no dudaba en llevarla hasta sus últimas consecuencias. Por mi parte, eso resultó tan esencial o más que los giros de la historia o el espléndido trabajo de sus dos protagonistas para atraparme y no soltarme hasta la aparición de los títulos de crédito finales.
Confieso que no tenía demasiadas esperanzas que en Taylor fuera capaz de ello, pero sí en aportar una solvencia visual que permitiera que el resto de elementos brillasen. En ese punto encontré más o menos lo que buscaba -incluyo aquí la buena utilización de los planos cerrados para incidir en la angustia de la protagonista-, quedándome claro cuál es uno de los mayores problemas de ‘La chica del tren’: Es una mezcla de mal telefilm con Alfred Hitchcock y Agatha Christie, más el primero que la segunda, y para disimularlo mejor necesitaba una dosis de energía adicional desde la puesta en escena que aquí brilla por su ausencia.
Eso se traduce en que ‘La chica del tren’ es visualmente tan correcta como anodina, mientras que el guion de Erin Cressida Wilson pasa demasiado por encima de los detalles más morbosos y escabrosos del relato, esos que podrían haber llevado la película a otro nivel -aunque éste pudiera ser similar al de los dudosos thrillers de los años 90 que surgieron tras el éxito de ‘Instinto básico’ (‘Basic Instinct’)- en lugar de abrazar abiertamente la mediocridad. ¿De qué sirve la libertad de ir orientada al público adulto si luego jamás la aprovechas y caes en la monotonía?
’La chica del tren’, un misterio sin chispa
Sí he de agradecer que ‘La chica del tren’ no se limita a asumir la fórmula propia de los procedimentales televisivos a la hora de abordar la evolución del misterio, pero eso sirve de poco cuando todo acaba resultando inverosímil, absurdo o directamente demencial. Las opciones eran abrazar la seriedad y ahondar en ella o apostar por el ridículo como arma para conquistar al público. Cualquier cosa me valía con tal de que al menos fuera entretenida -que tampoco lo es-.
No hace ni lo uno ni lo otro, destruyendo cualquier posibilidad de que el resto de integrantes del reparto puedan hacer algo interesante con sus personajes. Esa acaba siendo la condena definitiva de ‘La chica del tren’, ya que cuenta con un grupo de actores que seguro que han conseguido despertar cierta curiosidad en los espectadores más recelosos de una propuesta de estas características. Si ese es vuestro motivo para verla, entrad a cualquier otra sala, incluso a la poco memorable 'El contable' ('The Accountant').
Con esto no quiero decir que Rebecca Ferguson, Justin Theroux, Luke Evans, Edgar Ramírez, Allison Janney o Haley Bennett lo hagan mal -ellos hacen lo que buenamente pueden, en especial Bennett, que es la que tiene más espacio para ahondar en su Megan, pero de donde no hay no se puede sacar nada-, pero sí que la definición de sus personajes resulta tan pobre que simplemente nunca te interesan.
Es cierto que todos ellos ayudan a dar una mayor riqueza a la protagonista -en algunos casos, como el de Laura Prepon, su presencia no va más allá de eso- y que juegan un papel más o menos destacado en la investigación, pero nunca van más allá del arquetipo necesario para construir la historia, incluso cuando se desvelan sus motivaciones reales. Son personajes vacíos y que en no pocas ocasiones actúan más en función de las necesidades de la historia que de una forma creíble desde una perspectiva humana.
Además, llega un punto en el que la innecesariamente compleja forma de plantear la historia -hay constantes saltos en el tiempo y varios cambios de punto de vista- sólo deja opción a una única forma de que todo encaje. Cuando te viene a la mente estás tentado de descartarla por lo insatisfactoria que resulta en tu cabeza, pero la película no duda en seguir en esa dirección para tu desesperación. Aquí hasta hubiera agradecido un disparatado giro final, porque así al menos hubiera animado una propuesta rutinaria que no logro entender cómo ha cautivado a tantos millones de personas.
En definitiva, ‘La chica del tren’ es una película perdida en la mediocridad y en la que sólo el buen hacer de Blunt motiva que no diga que es directamente mala. Todo a su alrededor flojea, en algunos casos por incapacidad para hacer nada más y en otros por falta de ganas de hacerlo. No tengo claro que con estos ingredientes se podría haber dado forma a algo tan fascinante como ‘Perdida’, pero lo que hay a duras penas da como pasatiempo para ver en un viaje de autobús en el que la incomodidad de tu situación te hace fijarte menos en sus numerosos problemas.
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