El cine reciente tiene un buen puñado de cenas más o menos cordiales que empiezan de forma formal y descubren secretos que hacen saltar chispas. Tenemos muy reciente la muy divertida y negra propuesta de Álex de la Iglesia, ‘Perfectos desconocidos’ (2017) en la que el móvil es el catalizador de los grandes agravios que se van desarrollando. ‘La cena’ (The Dinner) no trata de ser divertida como aquella, pero también utiliza el Macguffin culinario como dosificador de su narrativa.
Claro que no todas las cenas pueden ser tan salvajes como la de ‘La invitación’ (The Invitation, 2015), ni tan paradójicas como la de ‘Coherence’ (2013), pero definitivamente, la de Oren Moverman, tiene algo más de tabasco que la ‘Un Dios salvaje’ (Carnage, 2011). La tercera adaptación de la novela del mismo nombre es un drama realista que nos fuerza a observar desde fuera una conversación bastante incómoda. Lo fascinante radica en su capacidad para desplegar su intriga.
Secretos terribles
Su mayor virtud es la manera en la que va descorchando de forma elegante la secuencia de acontecimientos que han llevado a la situación en la que se encuentra una familia disfuncional que forman Paul y Claire Lohman, un matrimonio con dos hijos invitados a una cena de lujo organizada por Stan, el hermano de Paul. Stan, un buen Richard Gere, es candidato a gobernador y quiere aprovechar esa cena para poner fin al oscuro secreto que esconde la familia de su hermano y que está directamente relacionado con sus hijos
A medida que se desarrolla la velada, hay un entramado de flashbacks y recursos como la voz en off que van haciendo más extenso el tiempo en el que se desarrolla el encuentro. Nuestras primeras impresiones van tomando nuevos matices sobre cada uno de los comensales y encontramos nuevas explicaciones para los comportamientos de cada uno. Hay unos cuantos misterios de los que deseamos recibir una respuesta.
Y son esos secretos los que hacen que permanezcamos en sintonía con las elaboradas descripciones del pasado que se van uniendo como un puzzle sin estar, a priori, relacionadas con esos misterios. En realidad la información oculta es solo un cebo para que asistamos a un estudio de personajes puro y duro, que efectivamente tendrán una consecuencia en el desarrollo final del conflicto.
Enfermedad, familia y educación
Pero la principal atracción aquí es Paul, un neurótico misántropo en el que nuestro yo más cascarrabias puede verse reflejado. Sin embargo, su historia tiene muchas más capas de las que parece en un principio. ‘La cena’ sigue la máxima de que no todo es lo que parece y la presencia de este personaje en la trama se va tornando más importante de lo que pareciera a priori, pero es mejor no hacer demasiadas revelaciones sobre su arco.
Durante la velada se destapan relaciones tóxicas y problemas muy profundos que estallan, predeciblemente, en los momentos más tensos de la cena, mientras se va creando un tono enrarecido que acaba teniendo un crescendo bastante más inquietante durante la segunda mitad de la película. Conforme sabemos más sobre los incidentes que han provocado la propia reunión, el horror y la rabia toma partido en el espectador al conocer realmente a los cuatro comensales.
Durante toda la comida hay un viaje sinuoso de sensaciones encontradas y revelaciones que nos dejan ver a través de un auténtico drama familiar en el que la crisis de valores, la educación y la deriva psicológica son algunos de los temas que toca su desarrollo alrededor de un hecho terrible. Lo más frustrante es su final abierto, que no resuelve nada, lo que deja una obra imperfecta pero fascinante, con un elenco estelar que ofrece una perturbadora y psicológicamente compleja reflexión de clase y familia.
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