Aunque está claro que no es necesario, no considero que tuviese que ser irremediablemente malo un remake norteamericano de ‘La cena de los idiotas’ (‘Le dîner de cons’, 1998). Hay que tener en cuenta que la película de Francis Veber es la adaptación de una obra de teatro que se puede representar en cualquier país, con cómicos de cada nacionalidad, elegidos con arreglo a los tipos humanos que se detallan en el texto. De hecho, en España —en Málaga, en este momento—, la están protagonizando Josema Yuste, Agustín Jiménez y Félix Alvarez «Felisuco». Con los actores adecuados y manteniendo el tono del libreto teatral, en EE. UU. se podría haber logrado un divertido film con mala baba.
Con todo, contábamos con que ‘La cena’ (‘Dinner for Schmucks’, 2010), de Jay Roach, desmerecería a su predecesora, pues raro sería que el remake estadounidense de un film europeo superase al original y más en un caso en el que la cinta auténtica es tan perfecta. Sin embargo, se podía esperar que mantuviese alguno de los atributos positivos y podría apetecer verla como un válido entretenimiento, por supuesto, siempre como complemento a la francesa, no como sustituto. Pero es que esta nueva versión escapa cualquier previsión de baja calidad que se pudiese haber hecho antes de experimentarla.
Una variación sutil que lo destruye todo: el efecto mariposa del remake
Por mucho que la versión norteamericana haya respetado casi todos los giros y peripecias del original, es decir, haya sido más fiel que libre como adaptación, ha cometido quizá la peor de las libertades que se puede tomar una revisión: la de ser fiel a la letra, pero no al espíritu.
El cambio primordial que ha hecho el guionista estadounidense se refiere al tono de la comedia y solo con un detalle tan difícil de concretar como éste, se ha cargado por completo las posibilidades. Tanto es así que, si hubiese visto directamente la americana sin conocer la existencia de la europea, sería imposible convencerme de que «eso» parte de un buen film o un espléndido libreto teatral. No podría creer que una película en la que, como mucho, me sonrío un par de veces, surge de una cinta desternillante. Siendo tan similar en su argumento, resulta impactante que sea tan diferente como para parecer otra película.
La variación principal ha recaído en el aspecto que más desvirtúa la esencia y las intenciones de la película: una búsqueda de la empatía y comprensión hacia el personaje protagonista. La maravillosa película de Veber tenía un mensaje muy simple, enunciado en una ejemplar secuencia inicial: si tiras un boomerang, ten cuidado, porque va a volver a ti con mucha fuerza. O lo que es lo mismo «¿Quién es realmente el idiota?». Thierry Lhermitte es, desde el inicio, un pijo odioso, tan despreciable que nos regocijamos con las desgracias en las que el personaje del «idiota» le sume. No se busca que caiga bien y, menos aún, justificar el motivo por el que se embarca en una actividad tan reprobable.
Paul Rudd
La norteamericana está protagonizada por Paul Rudd quien nunca podría encarnar a un personaje como Monsieur Brochant. El actor se ha creado una imagen muy específica, que ha funcionado de maravilla en películas como ‘Mal Ejemplo’, por ejemplo, pero que no es para este papel. No obstante, no se trata de un error en la elección del reparto — Neil Patrick Harris habría sido perfecto para el papel—, sino de la deliberada intención de cambiar este aspecto en el guion, con la idea de que este joven no cree rechazo en el espectador.
Tanta justificación convierte al film de 2010 en blando e incapaz de hacer un retrato fiel o de dar una lección. Al mismo tiempo, se impide que exista el crecimiento personal que sufría el personaje de Lhermitte, pues el Tim de la adaptación ya comienza siendo bueno y su personaje apenas tiene progresión. Es sorprendente que detrás de algo tan inocuo esté, en la producción ejecutiva, el corrosivo Sacha Baron Cohen.
Steve Carell y los secundarios
Esto no significa que el protagonista en la francesa fuese el «con», pues el personaje encarnado por Jacques Villeret también se muestra como objeto de burla. Aunque no haya empatía con Brochant, sí existe un cierto disfrute culpable cuando comprobamos que, efectivamente, Pignon es un idiota de marca mayor. Este efecto introducido en el inicio de la película francesa para que luego se vaya disipando, es un inteligente recurso para suscitar en el espectador mucho más que meras risas.
En el remake, sin embargo, el personaje del idiota es molesto y absurdo, retratado de forma bufa y nada realista. Y eso que el detalle de los ratoncitos disecados me había gustado mucho durante la secuencia de créditos, que es lo único bueno del film. Steve Carell, en otras ocasiones un cómico genial, resulta sobreactuado y patético.
‘La cena’ cuenta con un gran reparto de secundarios, entre los que encontramos al enorme Zach Galifianakis, a Lucy Punch o a Chris O’Dowd. Pero incluso estos están desperdiciados con personajes que, al estar pintados con brochazos tan gruesos, en lugar de aumentar las posibles risas, acaban por completo con la posibilidad de hallar humor en este film.
Treinta minutos más extensa
Por otro lado, una cosa llama la atención: la película es media hora más larga. ¿En qué se ha invertido ese tiempo? Incomprensiblemente, se ha introducido un personaje interpretado por Jemaine Clement —uno de los dos ‘Conchords‘— que, en otro lugar, podría tener gracia como crítica hacia los artistas ególatras, pero que aquí solo sirve para desviar la atención y demostrar que el elegido como idiota no es el más patán del grupo.
Además, a diferencia de la película de Veber, sí que llegamos a ver esa cena de los idiotas. Esto, en principio, no tendría por qué suponer un cambio a peor, ya que la francesa tiene un abrupto final y no pasaría nada por redondearla y darle una resolución sentimental al personaje del idiota.
El problema está en la colección de seres que se llevan a la cena final, en lugar de idiotas son «freaks» de feria, lo que también desvirtúa la esencia del film inicial y de la obra teatral. Esa cena, con todo el exhibicionismo de Roach, logra lo contrario de lo que pretende: estamos riéndonos de los idiotas y participando en esa abominable competición.
Francis Veber es en parte responsable
Francis Veber no es ajeno al mundo del remake norteamericano: él mismo dirigió la adaptación norteamericana de su ‘Dos fugitivos’, reconvirtiéndola a ‘Tres fugitivos’. Los cambios introducidos en el guion son sintomáticos de lo mucho que tenía en cuenta Veber las diferencias de mentalidad entre Francia y Estados Unidos. Lo que, en Europa, era una buddy movie, en su traducción norteamericana se convierte en una película sobre la familia en la que, por cierto, a Martin Short le toca el papel de madre.
Quizá esto explica que, más de veinte años después, cuando a Francis Veber se le plantea el adaptar su exitosa ‘La cena de los idiotas’, éste haya decidido dar una gran libertad a David Guion —sí, se llama así— a la hora de adaptar la historia a su mentalidad. Y el resultado no podría haber sido peor.
No es de extrañar que se haya cancelado el estreno en salas en nuestro país que estaba previsto para ‘La cena’, a causa de la pobre recaudación que tuvo en EE. UU., y que incluso su lanzamiento directo a DVD todavía esté pendiente. Actualización del 24 de febrero: la película sale a la venta en DVD el 2 de marzo de 2011