Inspirándose en ‘Huida a medianoche‘ (’Midnight Run‘, 1988) –divertidísima comedia de Martin Brest–, la novelista Janet Evanovich creó en 1994 al personaje de Stephanie Plum, una cazarrecompensas que comienza sus andanzas con ‘One for the Money’, que aquí se tradujo como ‘Uno por dinero’, y que las continúa a lo largo de una serie de dieciocho volúmenes, con el número correspondiente en cada uno de los títulos, que siempre han alcanzado el nº 1 de ventas en su lanzamiento, además de otros cinco libros que mantienen al personaje, pero se separan de la serie. Con semejante éxito editorial, la adaptación al cine de la primera de las aventuras de Plum tiene visos de filón que se decide explotar con sabiduría con la única duda posible de ¿por qué no se había hecho antes? El fracaso en España de la película, que se lanzó el 30 de marzo como ‘La cazarrecompensas’, sin respetar el orden numérico de la autora, puede estar justificado por el desconocimiento en nuestro país de la literatura de Evanovich.
‘La cazarrecompensas’ (’One for the Money‘, 2012) está dirigida por Julie Anne Robinson a partir de un guion adaptado, obra de Liz Brixius, Karen McCullah Lutz y Kirsten Smith. Nos da a conocer a Stephanie Plum justo antes de decidir convertirse en perseguidora de fugados: acaba de ser despedida de una tienda de lencería y está sin blanca, por lo que acepta trabajar para un primo suyo, aunque el nuevo empleo tenga muy poco que ver con su experiencia previa. Cuando se presenta en la oficina, descubre que el botín más jugoso que podría cazar es un exnovio con el que no rompió precisamente en buenos términos. Si os está sonando de algo, no os extrañe: sí, es el argumento de ‘Exposados’, solo que con los papeles intercambiados.
Lo peor: lo que se arrastra del libro
Aunque parezca que lo que debería dignificar a ‘La cazarrecompensas’ es su procedencia literaria, ocurre, cual paradoja –“parajoda” habría que llamarla en esta ocasión–, todo lo contario: justo lo que proviene de la novela es lo que menos favorece a la cinta. La voz en off resulta redundante con lo que se ve en imágenes –cuando llevamos unos minutos viendo el color de un coche, se nos quiere hacer reír con la idea de que es amarillo–, recalca sensaciones y conclusiones que ya se han entendido y fracasa al tratar de aportar ironía, como hacía en el cine negro. En su labor de adaptación, los guionistas, si querían mantener el recurso para aportar el aire de los detectives antiguos, deberían haber escrito nuevas líneas, teniendo en cuenta que ahora les acompaña la faceta visual. No solo queda mal por sí misma, sino que también perjudica otro de los aspectos: nada nos haría pensar que el tono intenta ser humorístico, por lo que no estaríamos percibiendo una carencia fundamental en la labor de la directora, pero estas frases en off nos delatan esta intención.
La trama investigativa es floja, carece de tensión, no incluye escenas de acción o persecuciones… ni como capítulo de serie televisiva se podría considerar solvente. Aunque este desarrollo argumental proviene de la novela, la negligencia hay que achacársela a los guionistas, ya que no se han dado cuenta de que los giros que podrían sorprender hace casi veinte años, hoy en día se huelen a la legua porque los hemos visto muy a menudo, además de resultar inverosímiles –como la confesión no provocada tras la instalación del micrófono–. La adaptación será de ahora, mientras la sensación es la de encontrarse con una cinta del primer lustro de los noventa, es decir, de la época en la que se publicó la novela. Es probable que lo que más rechazo haya creado a los espectadores sea la trama amorosa y esa tensión sexual no resuelta y, sin embargo, son la parte que mejor resultado ofrece del conjunto.
La elección de la actriz principal tampoco ha ayudado a transmitir el humor que mencionábamos, ya que Katherine Heigl considera que ser cómica se limita a aparecer desaliñada y no sacarse partido. Ni siquiera podemos decir que haya creado un personaje que despierte la empatía o apele a nosotros por tratarse de una novata torpe, es decir, de forma negativa, pero efectiva, como lo hacía Bridget Jones. Heigl se queda en anodina. Jason O’Mara está mejor como contrincante-partenaire, claro que, al no tratarse de un nombre conocido, como Butler o Dempsey, no apoya el cartel. Son algunos de los secundarios, como John Leguizamo, Sherri Shepherd o Debbie Reynolds en el papel de la abuela, los que mejor resultan. El personaje de Ranger, encarnado por Daniel Sunjata –en la segunda fotografía–, no es más que un apoyo necesario que quizá en futuras entregas tenga mayor desarrollo.
Conclusión
‘La cazarrecompensas’ es, en definitiva, una película mala, como se habrá podido imaginar la mayor parte de los lectores, que se apresurarán a lanzar un “¿qué te esperabas?”. Sin embargo, no es mala por lo que pueda saltar a primera vista como defectos obvios, sino por cuestiones más profundas que se encuentran en las decisiones a la hora de llevar la novela al cine. Ya que se trata del primer número de lo que se suele llamar una saga, es posible que lluevan más entregas con la cazarrecompensas Plum como protagonista. Salvo que perciba de antemano un enfoque muy diferente, no estaré ahí para comprobar qué tal quedan.
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