Después de códigos y polémicas varias, va siendo hora de hablar de buen cine, y qué mejor que una película del gran Samuel Fuller para hacerlo. En estas mismas páginas criticaba la película 'La Calle sin Nombre', una de las primeras películas que Richard Widmark protagonizaba, un buen thriller que narraba una historia firmada por Harry Kleiner. Pues bien, años después en 1955, Fuller realizó una nueva versión de dicha historia, o sea, realizó un remake. Y lo hizo como Dios manda, sin traicionar el espíritu del relato cambió los suficientes elementos como para parecer una nueva historia que eso es lo que debe ser todo remake.
Eddie Spainer llega a Tokyo en el momento en que dos asesinatos mantienen en vilo a la policía local. Uno de ellos es el de su amigo Webber, que supuestamente murió acribillado por los miembros de su banda, una organización criminal dirigida por Sandu Dawson. Caundo Eddie se entera del asesinato de su amigo decide infiltrarse en la banda ganándose la confianza de su jefe. Para ello cuenta con la ayuda de Mariko, la viuda de Webber, que se hará pasar por su amante. Pronto las cosas empezarán a complicarse para todos. (Parte de la sipnosis quitada de la edición en dvd hecha por Sherlock Home Video, y que por cierto, es excelente tanto de sonido como de imagen).
Como decía, este remake tiene varios cambios en la historia original. Para empezar, ha cambiado la acción de lugar. En vez de una ciudad americana, ha puesto Tokyo como el lugar donde ocurren los hechos, con los que todo adquiere unos tintes orientales realmente interesantes. Además, Fuller utiliza el cinemascope de forma gloriosa, alcanzando gracias a él y al uso del color, una dimensión grandilocuente y fascinante que se apartan totalmente de la primera versión.
Los actores que aquí encarnan a los personajes que anteriormente hicieron Mark Stevens y Richard Widmark, son Robert Stack y Robert Ryan. Stack desde luego está muchísimo mejor que el sosainas de Stevens, dándole al personaje un aspecto en ocasiones amenazador, por lo que resulta muy creíble. Ryan hace algo totalmente disinto a Widmark, quién estaba magnífico en la otra película, pero está igual de bien componiendo un personaje sencillamente mítico. Su entrada en escena, o más bien su aparición, es una de las mejores secuencias del film, en una demostración de ejemplar narración cinematográfica, y un saber estar ante una cámara.
La nota femenina también es oriental y lo pone la actriz Shirley Yamaguchi, quien realiza un extraordinario trabajo como la supuesta amante del protagonista. Un enorme acierto el haber puesto a una actriz oriental en este papel. No podría ser de otra forma.
Porque de secuencias extrordinarias está llena esta película. Todos los escenarios naturales están filmados por Fuller de una forma prodigiosa, haciéndolos formar parte de la historia. La parte final en un parque de atracciones está llena de ritmo y es vertiginosa. Pero si hubiera que elegir una sola escena, sin lugar a dudas me quedaría con esa soberbia secuencia del asesinato de un personaje mientras éste se está bañando en una cuba, y el agua sale a chorros por los orificios de bala. Memorable.
Sin embargo el film dista un poco de ser perfecto, y todo es por culpa de su primeros veinte minutos más o menos. Robert Stack deambula por las calles de Tokyo haciéndose notar, pero dicha situación está demasiado alargada, e incluso llega a parecer que no está pasando nada. El film tarda en arrancar y eso se resiente en su resultado final.
No obstante, una película muy buena, en la que se ve lo mucho que Fuller amaba el Cine. No está entre sus magistrales obras pero les sigue muy de cerca.