'La casa al final de la calle', terrorífico truño

No es nada raro que haya proyectos que se pasen años dando tumbos por las oficinas de múltiples productoras hasta que finalmente una se anima a sacarlo adelante. Eso sí, son pocos los títulos que consiguen hacerlo, ya que lo más habitual es que simplemente se descarte en un momento u otro y que todos sus responsables pasen página y se centren en otra propuesta en lugar de empeñarse en hacer una al precio que sea.

Uno esperaría que ese pequeño grupo de elegidos lo sean porque la idea o el guión es tan buena que es casi imposible que eso no se traslade al resultado final, pero también hay casos como el de 'La casa al final de la calle' ('House at the End of the Street', Mark Tonderai, 2012), un terrorífico truño que tardó casi diez años en recibir luz verde. Poco tiempo me parece teniendo en cuenta el desastroso resultado de una cinta en la que aún no me explicó cómo acabó implicada Jennifer Lawrence.

Todo son cosas malas en 'La casa al final de la calle'

Ha llegado un punto en el que miro con mucha desconfianza a prácticamente cualquier película de terror que venga de Estados Unidos, ya sea por ser perezosos ejercicios de reciclaje de ideas ya abordadas en infinidad de ocasiones o porque muchas veces acaban siendo un disparate sin pies ni cabeza. 'La casa al final de la calle' pertenece a este segundo grupo, siendo posiblemente ese el motivo de que en España ni siquiera llegase a estrenarse en cines.

Como suele suceder en muchos casos así, el primer problema insalvable es el guión de David Loucka y Jonathan Mostow, que iba a ser el director de la película en primera instancia, pero fue aplazándose todo tanto que imagino que al final simplemente tuvieron que acreditarlo por algún tecnicismo propio del sindicato de guionistas para reconocer su aportación en el desarrollo de la historia. Seguro que hasta él mismo hubiese preferido quedarse fuera.

Lo que no tengo es si es más ofensivo a la inteligencia el hecho de que los personajes actúen en todo momento imbuidos por una injustificada estupidez o los tan vergonzosos diálogos que hay en diversas fases del metraje que hasta llegaba a conseguir dar la sensación de que Lawrence es una actriz principiante sin rastro alguno de talento. Por suerte para ella, es la única en añadir algo de credibilidad siempre y cuando su personaje no haya de mantener una conversación en ese momento -especialmente penosas las que mantiene con un patético Max Thieriot-, por lo que cumple muy bien durante el inevitable acoso final por parte del asesino de turno.

También soy consciente de que ha llegado un punto en el que conseguir sorprender al espectador sin giros de guión un tanto rebuscados es cada vez más complicado, por lo que el hecho de que 'La casa al final de la calle' sea peligrosamente previsible es, en principio, un fallo menor, pero la conjunción de elementos invitaba a que apostasen completamente por el absurdo para animar un poco la función y en lugar de ello se echa mano de los tópicos más rancios y cansinos para explicar las motivaciones del psicópata.

Por su parte, Mark Tonderai hace lo que puede con el material que tiene entre manos, mostrando una marcada querencia por los planos cerrados para intentar, dentro de lo que cabe, crear algo similar a una atmósfera opresiva que estalla cuando se ponen todas las cartas encima de la mesa. No hay rastro alguno de inventiva por su parte, pero tampoco se deja contagiar por completo del pésimo nivel global que está a punto de convertir a 'La casa al final de la calle' en el ejemplo de un, por extraño que suene el concepto, bodrio perfecto.

En definitiva, 'La casa al final de la calle' es un desastre absoluto en el que se cometen tales atrocidades que habrá quien pueda quedar hipnotizado ante su infumable influjo, pero lo mejor que podría hacer el resto es ignorar su existencia y hacer cualquier otra cosa en lugar de emplear algo más de noventa minutos de su tiempo en su visionado. Sí, cualquier otra cosa, habéis leído bien.

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