La historia de la humanidad está de repleta de personajes históricos que en su momento hicieron algo -no necesariamente positivo- por lo que pasaron a la posteridad. Esto hace que sean el material ideal para que el mundo del cine nos cuente lo sucedido de una forma más o menos aproximada a la realidad. No hay nada de malo en ello, y en ocasiones hasta nos permite conocer hechos que habían acabado en el olvido con el paso del tiempo o que solamente son conocidos en ciertas zonas.
En el caso de ‘La batalla de los sexos’ (‘Battle of the Sexes’) se recupera un emblemático partido de tenis que enfrentó a Billie Jean King contra Bobby Riggs, ya de por sí material más que suficiente para sacar adelante una película. No obstante, el protagonismo recae claramente sobre King, indagando en otros aspectos de su vida personal y profesional para dar forma una cinta estimable pero que se limita a sí misma al querer abarcar demasiado.
De la variedad a la superficialidad
El feminismo acaba siendo el gran tema de ‘La batalla de los sexos’, algo que va a permitir trazar varios paralelismos con la situación actual de una lucha que hace ya muchos años que debería haber conseguido sus más que razonables objetivos. Eso es algo que marcó de forma innegable el hecho de que King aceptase el partido contra Riggs, ya que la imagen del tenis de mujeres había quedado muy dañada tras haber derrotado a Margaret Court poco antes.
El guionista Simon Beaufoy ya tenía material de sobra con eso para profundizar en un partido con una enorme trascendencia en sí mismo. Sin embargo, no puede evitar la tentación de ampliar los esfuerzos de King en su particular lucha para que los premios del circuito femenino fueran iguales al del masculino. Eso llevó a la creación de un circuito paralelo, por lo que es lógico que también hayan querido reflejarlo. Lo que cuesta entender más es que así todo lo ajeno a Emma Stone acaba un tanto desdibujado.
Todo esto deriva en que ‘La batalla de los sexos’ aborda todo desde una cierta superficialidad, impidiendo que llegue nunca a profundizar de verdad en nada. A cambio, los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris dan con el tono adecuado para que su visionado resulte tan agradable como tomarte un refresco bien frío en pleno mes de agosto. No tengo claro hasta qué punto podrían haber mantenido eso de decantarse abiertamente por alguno de los tres frentes principales.
Lo mejor de 'La batalla de los sexos' es su reparto
Por un lado tenemos el descubrimiento del lesbianismo por parte de la protagonista, algo tratado con una naturalidad irreprochable por parte de Dayton y Faris, logrando, eso sí, su punto álgido durante la primera escena que Emma Stone comparte con una deslumbrante Andrea Riseborough. Tanto la dirección de actores como lo encuadres utilizados, donde predominan los primeros planos, ya dejan claro el inicio de una historia de amor a la que Jean inicialmente se resiste por el miedo al qué dirán.
A partir de ahí se va asociando los problemas con su juego con el hecho de tener que mantenerlo en secreto -recordemos que Jean estaba casada por aquel entonces- y todo tiende a resultar menos estimulante. Se agradece la valentía a la hora de retratarlo -hace unos años lo hubiesen limitado a algún pequeño apunte o simplemente lo habrían eliminado- y también que hasta cierto punto el viaje emocional de Jean abra la puerta a que suceda lo mismo en el caso de Riggs.
Además, ambas actrices están muy implicadas para que lleguemos a creernos su historia de amor, pero es que eso de por sí -ojo, que Jean fue la primera deportista de élite en hacer público que era lesbiana- merecía su propia película en lugar de convertirlo en un aspecto complementario de sus motivaciones. De hecho, hasta llega a decirse en cierto momento que lo primero para ella es el tenis y que el resto va después, y eso es algo que también afecta al tratamiento de esta subtrama.
Quien mucho abarca...
Más allá de eso tenemos su rebelión contra el injusto tratamiento del tenis femenino, que es donde más se nota que la película quiere abordar demasiadas cosas. Muchas de sus compañeras quedan reducidas a un par de detalles e incluso las que tienen más desarrollo y tiempo en pantalla nunca llegan a reflejar su importancia. No me olvido tampoco de lo monocorde que resulta el personaje de Bill Pullman como lo más cercano a un verdadero villano que hay en la película.
Es cierto que todo eso ayuda a dar más relieve tanto al personaje de King como a la propia actuación de una estupenda Emma Stone, pero no tengo claro hasta qué punto eso justifica el peaje que hay que pagar. Y es que eso también se traduce en una presencia menor de un muy inspirado Steve Carell cuando el trilero al que da vida podría haber dado mucho juego -se apuntan detalles sobre sus métodos, pero todo el revuelo que se montó alrededor del partido debería haberse explorado mucho más fondo-. Eso sí, valoro muy positivamente que no caigan en el error de convertirlo en el malo de la película.
En definitiva, ‘La batalla de los sexos’ es un agradable biopic en el que, como era de esperar, destacan las interpretaciones de Steve Carell y, sobre todo, Emma Stone. Sin embargo, no termina de centrarse en un aspecto concreto de la vida de Billie Jean King, algo que permite más opciones a Stone pero a cambio de que la película se quede un poco en tierra de nadie, lo cual quizá pase desapercibido en parte por lo bien que conecta con algunas preocupaciones muy actuales.
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