Desde 1987 llevo oyendo y leyendo que George Lucas volvería a su famosa trilogía galáctica para contar lo narrado previamente a las tres conocidas películas. No fue hasta doce años después cuando vi por primera vez el ansiado trailer de 'La amenaza fantasma', y al igual que yo, muchos sintieron algo especial, una especie de revisitación de tiempos pasados. Tuvimos que esperar (como casi siempre) unos tres meses después del estreno americano, y cuando por fin llegó el día, el simple logotipo de Lucasfilm y las letras en el espacio, homenajeando como en la trilogía original los seriales de 'Flash Gordon', provoca en un servidor una emoción que no sentía desde niño.
Y ya está, la emoción se queda en esos rótulos que se alejan por el espacio. El resto de la película no cumple la expectativas que millones de fans tenían puestas en el film. Sólo pequeños hallazgos salvan a 'La amenaza fantasma' de la quema, pero ninguno se halla en su simple historia, la cual posee poderosas y peligrosas cargas de infantilismo sobre todo por la presencia del que probablemente sea el peor personaje del universo Star Wars (y yo me atrevería a decir del universo del celuloide en general): Jar Jar Binks.
El guión de 'La amenaza fantasma' fue escrito por el propio Lucas en solitario, después de ofrecérselo a gente como Lawrence Kasdan o Frank Darabont, quienes inteligentemente lo rechazaron porque sabían de sobra que no tendrían libertad absoluta (al menos el primero del ellos fue lo que alegó después de decir que no). Es una pena. Imaginar lo que sólo Kasdan podría haber hecho con este material, es un bonito sueño que enseguida se rompe por la cruda realidad. Lucas no sólo patina en su guión, sino que su trabajo de dirección sufre las consecuencias de estar sucumbido a las nuevas tecnologías, y comete el error de pensar que si deslumbra al espectador con asombrosos efectos visuales, sin más, éste se rendirá a sus pies.
Que Ewan McGregor de vida con convicción a un Obi-Wan Kenobi no nos hace olvidar la maravillosa composición de Alec Guinness, y aunque ésa no sea la intención, el personaje no tiene la fuerza de los films originales. Jake Lloyd aprueba raspado por interpretar de niño al jedi más peligroso de todos, y al menos no se hace insoportable. Natalie Portman despliega toda su belleza con la reina Amidala, aunque su desfile de vestidos y maquillaje termine sobrecargando un poco (se pasea con ella la que da vida a su doble, y que no es otra que Keira Knightley cuando aún no empezaba a hacerse notar, para nuestra desgracia). Liam Neeson es tal vez el más inspirado de todos, pues viste a su personaje del carisma y la profundidad que faltan en el guión. Una pena que sus continuas peleas con Lucas negasen la posibilidad (y con ello una incongruencia argumental de mil narices) de aparecer en los dos episodios posteriores.
Y es que son muchas las incongruencias que Lucas presenta en éste su primer episodio de su querida saga, de cara a las anteriores películas y que son posteriores argumentalmente. A algunas se les puede buscar explicación, como por ejemplo el hecho de que sea Darth Vader, como Anakin niño, el que construye a C3PO. Podemos aceptarlo si tenemos en cuenta que en la trilogía posterior, los dos personajes sólo se cruzan una vez, y apenas se ven, concretamente cuando enfrían a Han Solo en la carbonita. Lo mismo podría decirse de R2D2 y Obi-Wan, quien en 'La guerra de las galaxias' dice no recordar haber poseído algún androide. Pero la mayor tontería de todas es querer explicar la fuerza, un concepto que por falta de datos en la primera trilogía, alcanzaba carácter místico y fascinaba a todos. Ahora que descubrimos que unos microbichos, de cuyo nombre no quiero acordarme, marcan la diferencia entre un jedi y cualquier otro ser, se nos puede caer la cara de vergüenza ajena de lo ridículo que resulta. Por no hablar de que Anakin fue concebido igualito que el niño Jesús. Vomitemos todos juntos a la de tres.
En el film se suceden varias set pieces deslumbrantes en cuanto a lo visual, siendo las dos más llamativas la ya famosa carrera de vainas y la batalla final, en la que se suceden cuatro acciones en montaje paralelo. La primera de ellas parece un videojuego y carece de toda emoción, como el resto del film. En la segunda destaca únicamente el duelo entre Kenobi, Qui-Jon y Darth Maul, un villano de poca envergadura. Dicha secuencia posee la fuerza necesaria, pero ésta es gracias al impecable trabajo de John Williams, que se marca un tanto componiendo uno de sus mejores temas, el imprescindible 'Duel of the Fates'.
Termina la película y los fans, y también los no-fans, se quedan fríos, preguntándose qué le ha pasado a Lucas, quien supo en los 70 hacernos soñar como nadie. Las devastadoras críticas de buena parte del mundo no le gustaron demasiado, algo de lo que aprendió y corrigió futuros errores en las dos entregas posteriores. 'La amenaza fantasma' no me parece tan horrible como muchos la pintan. Más que entretener distrae, pero en cualquier caso decepciona. Y Jar Jar Binks convierte a los Ewoks en personajes de Shakespeare.