Es difícil imaginar una fecha de lanzamiento más oportuna (o inoportuna, según se mire) para la segunda temporada de ‘Kingdom’ que en medio de la pandemia de Covid-19, tiempos en los que la amenaza de un virus a escala mundial no es parte de una ficción apocalíptica, sino la situación actual en la vida real. Aunque el coronavirus no convierte a las personas en zombies, claro, sí deja detalles comunes con los filmes de George Romero y calles desoladas.
La amenaza viral en esta serie ambientada en la época feudal durante la dinastía medieval Joseon de Corea, son los muertos vivientes, pero nos establece un trasfondo político que se refleja hoy, más que nunca, en nuestra realidad cotidiana. ‘Kingdom’ no varía su discurso respecto a la anterior temporada y, más que las tripas y los cadáveres andantes de George Romero, se fija en el contenido social del americano.
La herencia del cine zombie con comentario social
¿Por qué? Por el contenido subyacente obvio sobre clasismo, con los ricos disfrutando seguros en sus torres de marfil mientras miran a los pobres sufrir y morir. En ese sentido, el período Joseon de Corea es básicamente la estructura social de un occidente en el que las clases medias ya estaban desapareciendo y que Romero supo retratar de forma satirica especialmente en ‘La tierra de los muertos vivientes’ (Land of the Dead, 2005).
Específicamente, en la temporada 2 de ‘Kingdom’ las cosas se ponen peor para el pueblo, ya que, como se puedo ver al final de la primera, los infectados no son nocturnos por naturaleza, sino que no aguantan el clima cálido, lo que significa que los héroes descubrirán un significado no muy diferente del Winter is coming de ‘Juego de Tronos’ (Game of Thrones, 2010-2019), con la que tiene algunos elementos comunes como las traiciones e intrigas palaciegas y los ejércitos de monstruos.
Un buen punto de partida para una nueva temporada, especialmente porque cambia algo sobre la primera y aunque sigue siendo fresca dentro del género de apocalipsis zombies —sorprendentemente ágiles, para crear tensión constante—, aunque no deja de estar repitiendo la fórmula de la serie con sus dinámicas de clase y un marco histórico en el que los tejemanejes son algo más complejos y tienen un calado emocional mucho más profundo, lo que la hace bastante más dinámica y urgente que la anterior.
Tramas siempre hacia adelante
Lo que sigue igual es el decente diseño de la Corea medieval, con imaginería elegante y cálida combinada con los elaborados vestuarios y construcción de palacios y patios que son un festín para los ojos. También se repite la sabia decisión de limitar la temporada a seis episodios, tal como se hizo con la primera. Así 'Kingdom' despoja la historia de rellenos innecesarios y deja una consistencia en su columna vertebral que la hace digna en la mayoría de minutos que el espectador invierte, un bien no muy común en todos los productos Netflix.
Terror y ficción histórica cuajan bien en una narración en el que no se escatiman las grandes escenas de acción como la mayoría del espectacular piloto y el sangriento clímax final, que supera con creces todo lo visto hasta el momento en la serie. No es poco dentro de un género tan proclive a caer en el mismo pozo de rutina insípida, que, si bien no hay nada especial a recordar a nivel de guion o personajes, se mantiene trepidante y ofreciendo lo que promete.
La segunda temporada de ‘Kingdom’ ahonda en la mitología de la misteriosa plaga, y cuando no mantiene la tensión de la persecución implacable de los muertos vivientes la descarga con un rey acorralado por los juegos sucios y, además, deja preparado el escenario para una tercera temporada tras dejar bastantes subtramas limpias que evitará estiramientos innecesarios de ideas que ya se han visto, puede que esa sea su mayor fortaleza, que en la sala de guionistas no parece haber apego por arcos que ofrecen lo que tienen y dejan que todo se mueva siempre hacia adelante.
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