Como cualquier asesino en serie sabe, llega un momento en que la fantasía no basta-Dave Lizewski
El planteamiento de Kick-Ass es muy pero que muy prometedor: ¿qué pasaría si realmente alguien decidiera vestirse unas mallas de superhéroe y lanzarse a combatir el crimen? ¿Tropezaría con molinos de viento, como Don Quijote, o saldría airoso de la experiencia? ¿Hay espacio para los héroes en el mundo real? ¿Es aún posible la épica? ¿Son los superhéroes gente desequilibrada?
La traslación a la gran pantalla del rompedor cómic de Mark Millar y John Romita Jr. empieza bien. Muy bien. Pero -‘KickAss’ es una película esquizofrénica. Y me explico: la segunda parte de la misma, sin ser un mal film en absoluto, traiciona completamente lo que se venía contando hasta ese momento, lo que crea una sensación de malestar, tanto a los fans del cómic original como a los espectadores que pensaban estar viendo otro tipo de película. Esto no tendría mayor importancia si una y otra parte no fueran irreconciliables, pero lo son, por lo que el resultado final descoloca.
Pero volvamos al principio: sobre una voz en off que desgrana frases que todos los aficionados —y los no tan aficionados— al cómic identificamos, vemos a un superhéroe dispuesto a volar desde lo alto de un edificio. Sólo que no es un superhéroe, sino un joven de carne y hueso, y el resultado de su vuelo es el que se podía esperar —muere estampado contra un taxi aparcado en la calle— . No hay más que recordar las inquietantes noticias que surgieron con motivo del estreno de ‘Superman’ sobre niños que querían emular al superhéroe. Será esa la tónica durante la primera —y más interesante— hora del film: el choque entre realidad y ficción, fabulosamente ejemplarizado en la muerte de la madre del protagonista, carente de cualquier tipo de glamour y malditismo.
Dave Lizewski es un adolescente decididamente gris. Ni muy listo ni muy popular, su vida es como la de miles de personas. Pero hay una diferencia: decide convertir su fantasía en realidad, lo que le convertirá en alguien único. ¿Y cuál es su fantasía? Nada más y nada menos que convertirse en un superhéroe de carne y hueso, previa compra de un traje en Ebay. Cuando llega el momento de llevar a cabo su plan, el golpe es brutal: a las primeras de cambio es acuchillado por unos maleantes de poca monta y atropellado por un conductor despistado que se da a la fuga. La escena noquea al espectador por su crueldad, pero nuestro héroe saldrá de ésta. Es más, en un ingenioso giro de guión, las heridas sufridas le brindarán una suerte de superpoder: ha perdido sensibilidad en el cuerpo, por lo que al igual que un personaje de cómic, no siente casi dolor al ser golpeado. Gracias a esta licencia argumental, llegamos a la escena cumbre del film, que, desgraciadamente, ocurre cuando aún nos queda la mitad de metraje por ver. El momento en cuestión sucede cuando nuestro sufrido héroe se topa con la brutal paliza que unos macarras están propinando a un chico. Kick-Ass intercede y vuelve a recibir golpes y más golpes, pero esta vez no se rinde, y se levanta una y otra vez. El público que contempla asombrado la escena, la graba con sus móviles y es subida instantáneamente a Youtube, y su popularidad crece como la espuma. La secuencia es fantástica, una lección de planificación, ritmo y densidad dramática. Uno realmente cree que Kick-Ass puede ser un superhéroe…y morir por ello. Pero a partir de ahí, otra película se instala en la pantalla y Hit-girl se adueña del film.
¿Y quién diablos es Hit-girl? Pues una candorosa niña de 10 años —una superlativa Chloë Moretz, la niña vampira de ‘Déjame entrar’ — que a su vez es una implacable máquina de matar. La culpa es de su progenitor —un Nicolas Cage recordándonos que a veces sabe actuar—, al que le mueve su sed de venganza y quiere acabar con el imperio del crimen del gángster que mueve los hilos de la ciudad. Desde ese momento, la pantalla se vuelve rojo sangre y comienza un paroxístico film de acción, un kill ‘em all disfrutable, sí, pero que echa por tierra todo lo narrado hasta el momento. Porque a pesar de que el ritmo no decae y las escenas de acción están contadas con brío, es infinitamente menos interesante que lo visto hasta el momento. Así, ‘Kick-Ass’ ingresa en un mundo poblado de superhéroes, supervillanos y demás tópicos de los cómics. La ficción ha ganado la batalla a la realidad, y la película se asemeja ya a tantas otras. No hay más que comparar las primeras acciones del superhéroe de mallas verdes con su abracadabrante aparición final a lo Rocketeer acabando con medio edificio de mafiosos.
Con respecto a la tan cacareada ultraviolencia ejercida por una niña de 10 años, un apunte: desde que la película se instala en la comedia de acción, uno ya no se puede tomar nada en serio, por lo que toda la sangre del film queda rebajada al nivel de un cartoon algo bestia y paródico. Además, hay una desvirtuación con respecto al cómic original: al trufar las apariciones de Hit-girl con canciones “cañeras”, el director nos dice de alguna forma que lo que estamos viendo “mola”. El cómic aprovechaba al máximo el shock de ver a una inocente niña rebanando cabezas y presentaba al padre como un pobre perturbado al que volvieron loco los libros de caball…los cómics. La lectura era mucho más oscura: bajo la capa del superhéroe puede que no haya más que un asesino en potencia. Pero el film de Matthew Vaughn justifica a la pareja de killers gracias al pasado trágico de Nicolas Cage —su mujer fue asesinada—. Al final, lo que queda es un convincente espectáculo de acción pirotécnica y una enorme película en potencia, atisbada en su primera mitad. Una pena.
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