Ya desde los avances con los que nos estuvieron bombardeando en los cines desde hace un par de meses —habré podido ver el trailer y el video que protagonizó Alex García para Cinesa "tropocientasmil" veces— había algo en 'Kamikaze' (id, Álex Pina, 2014) que no olía del todo bien. A fin de cuentas, el pretender combinar comedia y comedia romántica con un terrorista suicida de por medio sin renunciar, o al menos así lo parecía, a la carga dramática derivada de la presencia de éste, era una apuesta de muy complicada resolución que sólo aumentaba sobre el papel al considerar la autoría de quién firmaba la producción.
(I)Responsable de lindezas televisivas tales como 'Los Serrano', 'Los hombres de Paco' o 'El barco', muy poco hablaban éstas claras iteraciones sobre producciones norteamericanas de peso —y supongo que no hará falta apuntar a las series originales a quiénes apuntan las tres citadas, ¿no?— de lo que Álex Pina podía desarrollar en su debut en la gran pantalla, máxime si hemos de considerar que, como guionista cinematográfico, sus únicos dos antecedentes eran los muy olvidables libretos para las dos deleznables partes de 'Fuga de cerebros' (id, Fernando González Molina, 2009).
Pero como no es muy correcto dejarse llevar por prejuicios, y menos en una disciplina como el cine que puede sorprenderte en formas que nunca se ven venir, acudí a visionar 'Kamikaze' con la esperanza —vana, como ahora veremos— de encontrar una producción que al margen de entretener al respetable, supiera ser capaz de ofrecer algo más; ese algo más que siempre se busca al apagar las luces de una sala y que tanto cuesta encontrar en el cine actual en general y el español en particular. Huelga decir que muy lejos está la cinta de atesorar esa cualidad.
'Kamikaze', sonrisas sinceras y lágrimas obligadas
Más allá de sus personajes desdibujados y arquetípicos —¿se puede ser menos sutil que los personaje de Hector Alterio o Verónica Echegui?— y de ese Álex García que da el paso de terrorista a héroe de la función a poco que nos descuidamos y que debería-ser-ambigüo-pero-no-lo-es-porque-es-un-guaperas-y-ya-sabemos-que-los-guaperas-no-pueden-ser-malos-del-todo; si hay algo que llama la atención poderosamente a lo largo de 'Kamikaze' es la voluntad de su director y co-guionista de no resultar especialmente ofensivo para con nadie que pueda estar sentado en la comodidad de su butaca de cine.
Esta cualidad, que bien entendida podría haber llegado a ser una virtud, se transforma en manos de Pina en el motivo fundamental sobre el que se sustenta lo errático de un metraje que acumula algunas risas honestas —la conversación telefónica de Leticia Dolera—, mucha insustancialidad y unas lágrimas muy, pero que muy, intencionadas que parecen querer ocultar la notoria incapacidad del cineasta para redigirir el filme hacia un término menos desastroso que el que tenemos el infortunio de soportar en los últimos minutos de metraje de 'Kamikaze'.
Y si hasta entonces la cinta se ha soportado sin mucho esfuerzo —gracias sean dadas a las presencias de Eduardo Blanco y Carmen Machi— y algo se puede entresacar del humor que van hilvanando ciertas escenas, es por mor de la secuencia que da punto y final a la acción que el filme transita más a la deriva, ofreciendo todo un recital de sin sentidos, de imposibles —ese derrape— y de momentos forzados que colmatan una proyección poco agraciada a la que, para colmo de males, le ha tocado medirse en la taquilla con ese fenómeno que están siendo los apellidos vascos.
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