Estoy convencido de que la primera temporada de ‘Justo antes de Cristo’ no estuvo a la altura de lo que esperaba Movistar+ de ella. La comedia de Montero y Maidagán era una apuesta arriesgada y quizá por ello prefirieron rodar dos temporadas del tirón que a la postres serán las únicas que tenga la serie. Por mi parte, quedé muy satisfecho con esos seis primeros episodios, pero también tengo claro que hizo poco ruido y ahora parece condenada a irse un poco por la puerta de atrás.
No hace falta más que recordar que la segunda temporada de ‘Justo antes de Cristo’ llega este 13 de marzo, el mismo día que Netflix lanza la tercera de ‘Élite’, uno de los grandes bombazos de la ficción española de los últimos años. Es cierto que su segunda y última tanda de episodios supone un paso atrás respecto a lo que vimos el año pasado, pero eso no quita que siga siendo un pasatiempo de lo más estimable.
Otro tipo de diversión
Es habitual en muchas comedias televisivas que opten más de lo conveniente por deleitarse en lo que han planteado y saben que funciona. Hay muchas formas de hacerlo -una muy clara son las bromas recurrentes como fue el Bazinga para ‘The Big Bang Theory’ durante varios años-, pero lo importante es que es una forma de enmascarar que no hay mucho camino que recorrer hacia delante más allá de la interacción entre sus protagonistas.
Hasta cierto punto esperaba que eso fuera a suceder con la segunda temporada de ‘Justo antes de Cristo’, ya que la primera sabía más a aperitivo que cualquier otra cosa. Uno muy divertido, sobre todo a medida que te hacías al peculiar tono de la serie y al equilibrio entre las tramas episódicas y otros arcos de mayor recorrido, pero por una vez se sentía como escaso y una vez vista la segunda temporada creo que lo más acertado habría sido que fuesen solamente una.
Al final, esta segunda temporada arranca más como si fuera otro capítulo más de la serie, manteniendo ese tono cómico que emparenta a ‘Justo antes de Cristo’ con el cine de Berlanga, con las tropas de Cneo Valerio preparándose para una inevitable confrontación contra los tracios cuando en realidad son su hija y su nieta las que controlan el cotarro mientras él sigue suspirando por llevar una plácida vida rodeado de melocotoneros.
Todo ello adornado con pequeñas tramas como el uso y abuso de los espías o la aparición de un personaje cuyo diseño está claramente inspirado en Hitler. Es ese lado más excéntrico el que permite brillar una vez más a la serie, pero lo hace de forma más intermitente, alternando momentos hilarantes con otros que llevan a valorar la posibilidad de que los responsables de la serie tuvieron una idea genial pero sin las suficientes ramificaciones como para estirarla más allá de un puñado de episodios.
Inferior a la primera
Y es que al final la llegada de un nuevo director como Nacho Vigalondo -en la primera el realizador invitado fue Borja Cobeaga- para varios de los capítulos puede servir para darle cierta energía diferentes al enfoque cómico, pero en este caso estamos ante una serie muy marcada por los guiones de Montero y Maidagán. En ellos se sigue buscando un equilibrio dentro del caos, echándose mano de humor de todo tipo para conseguirlo y creo que el resultado es inferior al de su predecesora.
A ello quizá ayude que por momentos, sobre todo en su tramo final, entra en escena un dramatismo con el que no terminan de saber muy bien qué hacer. Lo alocado y disparatado deriva así en un cóctel extraño, provocando que incluso pequeñas bromas que en sí mismas deberían funcionar provoquen cierta extrañeza en el espectador.
Además, queda la sensación de que más que un final debería haber sido una etapa intermedia para trasladar la serie y que encontrase una nueva dinámica que le permitiese seguir jugando con el mismo tipo de humor pero sin dar la sensación de estar repitiéndose. Eso habría ayudado también a que ese último episodio funcionase de otra manera, ya que como desenlace no termina de resultar satisfactorio.
En resumidas cuentas
La segunda y última temporada de ‘Justo antes de Cristo’ se queda por debajo de su predecesora y tampoco deja con la sensación de ser un verdadero cierre para la serie. Quizá sí para la historia de su protagonista, aunque sea a costa de un giro de guion que no está del todo bien llevado. Pese a ello, vuelven a ser apenas seis episodios que se ven en un suspiro.
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