Se estrena en España este fin de semana ‘Jurado Nº2’, la película número 40 de Clint Eastwood, pero a pesar de ello, tendrá una ridícula limitación de 50 salas en Estados Unidos, dejando la sensación de que cierto tipo de cine definitivamente ha muerto en las cines y toca irse acostumbrando. No es ni siquiera cuestión de lo que el director de ‘Mystic River’ merezca una distribución más extensa, es que este tipo de thriller legal antes hacía millones y ahora parece pertenecer al catálogo de una plataforma.
A priori, la película no es una huida hacia adelante del director de 94 años pero, si tenemos en cuenta de que va camino de las 10 décadas, no es cualquier tontería considerar su existencia en un mercado que está barriendo a leyendas, clásicos y hasta monumentos vivientes del cine como él. Sin embargo, la película no llama la atención por ser un logro técnico, que en cierta forma lo es, sino por desafiar todas las películas que viene haciendo desde ‘Jersey Boys’.
Un dilema cada vez más asfixiante
Con una narrativa sencilla, explora distintas capas de la ética personal y la justicia a través del personaje de Justin Kemp, interpretado por Nicholas Hoult, un padre de familia que se ve inmerso en un dilema moral mientras participa como jurado en un juicio por asesinato de alto nivel. La trama se complica cuando se da cuenta de su posible conexión con el caso de asesinato que se le ha encomendado juzgar imparcialmente. El acusado, un hombre violento acusado de matar a su novia, puede ser condenado injustamente, y la conciencia de Justin se pone a prueba.
La historia se desarrolla mayormente en la sala del tribunal, donde se acumulan pruebas y testimonios que cuestionan los fundamentos mismos de la verdad y la justicia. No es la primera vez que Eastwood se mete en los tribunales, de hecho, esta no desentona en una trilogía judicial junto a ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’ o ‘Ejecución inminente’, rescatando las mismas obsesiones en películas, por cierto, que antes, si no pasaban por taquilla, acababa viendo todo el mundo de alguna manera.
Por ello, ‘Jurado Nº2’ encaja como nunca en su filmografía y sus habituales complejidades morales a partir de un dilema tan sencillo como si la justicia debe ser cuestionada a riesgo de la ruina propia, o el estado del bienestar es suficiente garantía para protegerse a sí mismo o a la familia a expensas de la libertad de otra persona. Si bien Eastwood no expone una crisis de valores evidente, sí rasca en las posibilidades de una mirada más gris sobre su habitual diatriba de blanco y negro, que siempre acababa imponiéndose sobre las cuestiones más tibias que él mismo planteaba.
Clasicismo sin mella
Con una dirección concisa pero firme, mejora sus últimos dos disparos al aire gracias a la fotografía de Yves Bélanger, anotando los momentos de zozobra y crisis del protagonista con claroscuros que recuerdan a una versión muy prudente de los escorzos tenebristas de ‘Million Dollar Baby’, aunque el mayor valor aquí está en un reparto impecable. Es imposible no echar de menos a Hugh Grant en esta emotiva reunión de ‘Un niño grande’. Hoult se enfrenta cara a cara con Toni Collette y es imposible no sentir escalofríos en ver cómo planta cara a su “madre” convertido en un actor de altura, 22 años después.
Pero Chris Mesina está estupendo e incluso un circunstancial JK Simmons da garantías en sus pocos minutos. Todos ofrecen sólidas interpretaciones que afianzan el tono reflexivo del guion, que siempre se da la vuelta sobre sus propios principios y las estructuras sociales que los rigen. Por ejemplo, Collette es una fiscal de distrito en busca de una victoria electoral a costa de quizá una vida inocente; conviene saber cómo ese sistema de elección es favorecido por los números de condenados en Estados Unidos, favoreciendo la actuación despiadada de los organismos supuestamente garantistas del estado.
Si bien este es el habitual discurso libertario de Eastwood, que no duda en poner a un policía utilizando atajos para lograr lo que la burocracia no permite, hay en la elección de su protagonista un principio de duda sobre los héroes impecables y de clase media u obrera que nos ha estado mostrando la última década. Pareciera como si en los últimos momentos de su vida, hubiera recapacitado sobre el papel de las herramientas del estado para garantizar la justicia, pese a que en principio solo valga el "quién lleva la razón".
Un final de carrera reflexivo y valiente
Si bien hay pequeños atisbos de su cabezonería conservadora, como el hecho de que el supuesto asesino sea juzgado públicamente por violencia de género, o que muchos busquen su culpabilidad por motivaciones de venganza a raíz de connotaciones raciales, en realidad lo que ‘Jurado Nº2’ parece decirnos es que el trámite no merece la pena para muchos ciudadanos de a pie porque es un engorro que en las vidas apretadas de clase baja imposibilita la curiosidad ecuánime, cuestionando también el sistema de jurado popular y los organismos que ejercen la palanca para lograr un resultado íntegro.
La historia tiene tiempo para exponer la cadena de errores debidos a un interés externo al propio proceso, desde la matización de ciertas pruebas, conseguidas según qué métodos a la imparcialidad por motivos mecánicos, que realmente no se ajustan a lo que sería deseable en una exposición limpia de las evidencias. “No es un sistema perfecto, pero es el que tenemos”, clama Mesina en una conversación, que luego tendrá continuidad en el falso epílogo de la película.
La conversación final, frente a una estatua de la justicia con sus dos balanzas, tiene una carga de poder implícito que aumenta cuando sabemos que puede ser una de las últimas escenas rodadas por el director de ‘Sin perdón’, que se atreve a ofrecer un duelo a todos sus héroes reales de su filmografía reciente cuando nos plantea que la justicia que falla también puede ser la única solución, derribando años de retórica unidireccional, de apretar el puño en alto contra las malvadas administraciones, reconociendo los grises también del otro lado, ofreciendo unas tablas al final de camino, aunque no exentas de colmillo.
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