Han sido siempre lxs Wachowski materia de incomprensión. No hablo ahora a la vergonzosa intromisión por parte del rolero medio de Internet a la identidad de una Wachowski. Hablo de su cine. Desde la primera película, aquella 'Lazos ardientes' (Bound, 1996) que parecía un thriller erótico de los noventa pero no lo era. ¿Cómo iba a serlo si era tan felizmente descarada y tampoco tan pulp? ¿Y cómo iba a no serlo?
Se han movido en tierra de nadie. Y en tierra de nadie está todavía su trilogía de Matrix, cuya primera entrega es la más equilibrada. Pero no fue una trilogía para roleros. Entraron los maticees. Y el clímax final, tras una larga batalla manga, era el pacto, necesario. ¿Cómo iban a ser entendidas?
'El destino de Júpiter' (Jupiter Ascending, 2015) llega tarde y es felizmente anacrónica en un tiempo donde la ciencia ficción ha escogido el traje distópico y el serial juvenil. Es afrancesada, roja y feminista.: directa, y repleta de humor, autorreferencial y nada brutal.
Al lado de los muy apreciables juegos del Hambre de Jennifer Lawrence, ésta parece rodada en otra época. El problema es en qué epoca. Porque las Wachowski ya hicieron 'Speed Racer' (id, 2008) y a nadie le gustó.
Imperfecta y frenética
Era demasiado hermosa, extraña y mutante. Aquel fue el verano hiperrealista del Joker.: una película fusionando anime y lenguaje de videojuegos resultó extraña. Y sin embargo, sigue conteniendo un buen puñado de soluciones cinematográficas y narrativas a todo su relato que la hacen valiosa.
Esta película tiene más concesiones. La vieja estructura de tres actos, aquí repetida, sin apenas variantes. Se notan las sombras del remontaje. Pero todo en ella es descaro: tomad el ejemplo de Eddie Redmayne, que brinda un villano de acento grotesco y cuasi risible sin que le venza la pereza o la entrega. Es el ejemplo ¡en las antípodas del rol que le ha dado una estatuilla de oro!
Y la protagonista de esta fábula, en la que las Wachowski la toman con la estafa aceptable de la ideología de la meritocracia, es una limpiadora de suelos. Que, por supuesto, y esto solamente puede suceder en sus películas, se descubrirá reina del planeta Tierra.
Y los villanos ¡faltaría más! Quieren comprar el tiempo. Porque eso y no otra cosa es el capital. Por el camino, Channing Tatum interpreta a una versión heroica y arcade del Clarence de 'Qué bello es vivir' (It's a wonderful life, 1942) y como aquel, recupera las alas al final de este cuento.
Es muy probable que nunca lleguemos a ver las secuelas que aquí se prometen. No importa. El diseño de producción, la música sublime de Michael Giacchino, y las escenas de acción divierten y pausan y excusan el relato.
Hay mucha diversión aquí, pero ¿cuándo llegará, otra vez, el momento en que nos podamos merecer el talento raro y dislocado de las Wachowski?
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