Creo que no hay ningún director español que provoque reacciones tan enfrentadas como Pedro Almodóvar, desde apasionados alegatos defendiendo la grandeza toda su obra hasta descalificaciones radicales que critican cualquier cosa que venga firmada por él. Yo siempre me he situado en una posición intermedia y dudo mucho que eso vaya a cambiar, que con ‘Julieta’ llega ya a su vigésimo largometraje siendo fiel a su estilo.
El gran reto al que se enfrentaba el realizador manchego estaba en conseguir quitar el relativo mal sabor de boca que había dejado ‘Los amantes pasajeros’ a no pocos espectadores. Para ello ha vuelto al drama con una historia centrada en una mujer en dos etapas muy diferentes de su vida. Un material con bastantes posibilidades sobre el papel que Almodóvar utiliza para realizar su película más calculada hasta la fecha, lo cual también tiene sus problemas.
Dos grandes actrices que elevan la película
Uno de los elementos habituales del cine de Almodóvar es lo bien que suele escoger sus repartos, y el caso de ‘Julieta’ vuelve a demostrar su ojo tanto a la hora de elegirlos como de sacar lo mejor de todos ellos. Eso sí, aquí casi todo está al servicio de Emma Suárez y Adriana Ugarte, pero sin que ello suponga descuidar al cuidado elenco de secundarios, por mucho que echemos de menos a una Chus Lampreave que, por desgracia, ya jamás podrá participar en otra cinta de su director fetiche.
De hecho, creo que tanto Suárez como Ugarte ofrecen la mejor actuación que recuerdo de ambas, y eso que la segunda empieza un poco desubicada, aunque no tarda en hacerse con el personaje y ofrecernos grandes momentos respetando esa apuesta de Almodóvar por narrar desde la contención. Esto es un arma de doble filo, ya que requiere de un esfuerzo extra de los actores para llegar al espectador, pero puedo decir con alegría que sus dos Julietas salen airosas del reto.
Esto resulta especialmente estimulante porque la película parece más interesada en los entretiempos dramáticos, esos momentos en los que ya has dejado atrás un gran shock y estás recuperándote, en lugar de hacer especial hincapié en los momentos climáticos, llegando incluso a evitar abiertamente las grandes confrontaciones que darían pie a ello. Aquí las emociones permanecen casi siempre encerradas y son sus dos protagonistas las que han de saber expresarlo.
Esto es algo que Suárez y Ugarte saben manejar con inesperada soltura, encontrando buenos apoyos en algunos de los secundarios -pienso sobre todo en Rossy de Palma-, pero en ‘Julieta’ está todo tan medido que eso afecta de forma notable a su alcance emocional, llegando a transmitir una molesta sensación de frialdad que resta empaque al conjunto. Además, no tarda en surgir la sensación de que te están dejando a medias, que le falta arrojo para alcanzar sus objetivos.
Las fortalezas y limitaciones de ‘Julieta’
La cuestión es que ‘Julieta’ es una película muy bien hecha en la que Almodóvar vuelve a hacer gala de su querencia a utilizar los colores en consonancia con lo que sucede en pantalla -quizá un pelín brusco cuando comienza el flashblack, pero nada grave- y el guion es muy sólido, no dejando ningún cabo suelto e incluso sabiendo integrar con bastante acierto las necesarias casualidades para que todo discurra por donde se propone. Sin embargo, eso no es suficiente.
El propio realizador ha definido la cinta como un drama seco, pero yo lo veo más como uno frío y ligeramente distante que no se atreve a adentrar de forma clara en los conflictos que propone -prefiere centrarse en la forma de lidiar con el dolor en lugar de la forma en la que llega a sus personajes-. Tengo claro que ese es otro de los puntos que Almodóvar ha calculado con sumo detalle, pero ahí es donde creo que se equivoca al ser la raíz de los problemas que impiden que ‘Julieta’ sea una gran película.
No voy a decir que lo medida que está ‘Julieta’ la convierte en una obra artificial, ya que hay tanto talento detrás que consigue no caer en ello más allá de momentos puntuales -Almodóvar apuesta por reforzar sus rasgos literarios y normalmente da una fuerza adicional a las imágenes, pero esto es lo que sucede en las escenas en las que pierde el equilibrio tonal, y hay varias-, pero su retrato emocional sí que resulta demasiado cerebral.
¿Tiene algo de malo el enfoque por el que ha apostado Almodóvar en ‘Julieta’? No sobre el papel, pero por un lado tenemos a dos actrices con las emociones a flor de piel y por otro un enfoque formal muy controlador que está constantemente limitándolas. Cada uno por su lado podría haber dado pie a algo muy interesante, pero la unión de esas dos realidades no termina de funcionar, y deja la sensación de quedarse a mitad de camino en ambos frentes.
En definitiva, ‘Julieta’ es una interesante película en la que sobresalen con luz propia las interpretaciones de Emma Suárez y Adriana Ugarte, pero Almodóvar apuesta por un tono que no termina de casar bien con el trabajo de sus dos protagonistas, y con su absoluto control de todos los elementos acaba creando un clima de cierta frialdad que limita las posibilidades de su vigésimo largometraje. Con todo, supera con holgura a ‘Los amantes pasajeros’.
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