Quizás sea pedirle demasiado al cine actual cuando puede que tuviera que actualizar mis desfasadas necesidades pero, al igual que cuando voy a ver, qué sé yo...una cinta de acción, lo mínimo que le exijo a un filme es que en algún momento consiga mantenerme en tensión y anclado a la butaca con la set-piece de rigor, si acudo a las salas a evadirme con la comedia de turno, qué menos que demandar de la misma cuánto mayor número de risas, mejor ¿no? Pues avisados quedáis desde este primer párrafo, si son risas lo que vais buscando, huid despavoridos de 'Juerga hasta el fin' ('This is the End', Seth Rogen y Evan Goldberg, 2013), un título que, por méritos propios, se sitúa a la cabeza de lo peor de este 2013 superando con mucho a todo contendiente que se le quiera poner por delante —al menos, claro está, de lo que servidor ha visto, que no ha sido poco—.
Debut en la dirección de Rogen y Goldberg, 'Juerga hasta el fin' intenta ser graciosa y cercana de la misma manera que lo lleva intentando la comedia norteamericana en general y la de Judd Apatow en particular desde hace unos años con personajes que, se supone, no son más que versiones llevadas al paroxismo de nuestros vecinos, amigos y familiares. Si esta base de partida la pasamos por la estrechez de parietales que el cine yanqui suele ostentar —lo sé, hay de todo, pero lo que hace más ruido tiene el mismo nivel neuronal que un aguacate— y le añadimos diálogos que parecen escritos bajo el influjo de sustancias narcóticas, chistes soeces, superabundancia de lenguaje malsonante y de falos por doquier y un Apocalipsis de gigantescas dimensiones, lo que obtenemos es una cinta que, como poco, es una equivocación del primer al último minuto.
Comprendo que, por algún factor que ahora mismo se me escapa, no soy el tipo de público al que va dirigido 'Juerga hasta el fin' pero, por mucho que lo pienso, no doy con el grupo social al que puede hacerle mínima gracia tan esperpéntico filme: esta claro que no es una comedia familiar —algo que unos despistados padres con un hijo de seis años descubrieron para su horror al poco de empezar la proyección—, tampoco creo que aluda ni a los adolescentes ni a los jóvenes adultos, el que a priori parecería su target más claro y, por supuesto, no considero ni por asomo que en sus prolongadísimos 107 minutos, una duración en la que hay tiempo para aburrirse hasta decir basta, haya algo a lo que un adulto pueda asirse para esbozar una mueca que no sea de espanto.
Más allá de su original premisa inicial —en la cinta todo rostro conocido se supone que se interpreta a sí mismo...es un decir— el guión de la cinta, obra también de Rogen y Goldberg, plantea cómo reaccionarían sus amigos ante una situación límite como el fin de los días, trufando una situación que podría haber dado mucho de sí de haberse ceñido únicamente al terreno de la comedia, con elementos pertenecientes al cine de terror de supervivencia y de pura fantasía, cuyo maridaje con el primero es de una estridencia tal que no debería extrañarle a nadie que tenga los reaños de acudir al cine a visionar este infumable filme el encontrarse exclamando de forma recurrente cierta expresión anglosajona ante las continuadas sandeces que se van sucediendo en pantalla.
Sandeces que son esputadas hacia el respetable sin el más mínimo sentido del decoro por una dirección ramplona que intenta descansar —sin conseguirlo, claro— en unos actores tan desfasados que uno debe plantearse si todas las drogas que aparecen durante eran reales y fueron consumidas con desenfreno por el equipo artístico al (casi) al completo: y es que, salvo la hilarante contribución de Emma Watson y la no menos desopilante de Channing Tatum, ninguno de los protagonistas principales provoca en el espectador otras reacciones que no sean la de rechazo inmediato e, incluso, la de una malsana necesidad de acabar con la existencia de Franco, Rogen, McBride, Baruchel o, sobre todo, un insoportable Jonah Hill.
Considerando que en una producción de estas características el reparto y su capacidad de convicción es un noventa por ciento de la efectividad del filme, por mucho que el otro diez por ciento restante pueda lograr —los aspectos técnicos de la cinta son correctos, la música de Jackman está completamente fuera de lugar— nada es suficiente para rescatar al metraje del pozo de inmundicia en el que, por mano de su patético humor "para hombres", él solito se hunde. Uno no va al cine para ver reirse y sale indignado, malhumorado y sin haber soltado una maldita carcajada —como mucho llegué a insinuar una sonrisa—. Y si se empeñan en seguir llamando comedia a este tipo de producciones, que baje San Wilder y los juzgue a todos sin misericordia.
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