Uno de los peligros que corre cualquier cineasta es acabar encasillado, ya sea por mera comodidad -¿para qué molestarte en hacer otra cosa si lo que haces funciona?- o porque simplemente es para lo único que recibe financiación. Eso no quiere decir que apostar por algo diferente vaya equivaler necesariamente a ser mejor, pero sí a algo más llamativo que, como mínimo, despertará nuestra curiosidad.
En el caso de Todd Phillips todo hacía pensar que no iba a abandonar la comedia con cierta tendencia al exceso, en especial tras el enorme éxito de ‘Resacón en Las Vegas’ (‘The Hangover’), pero con ‘Juego de armas’ (‘War Dogs’) apuesta por algo diferente, un cóctel que mezcla varios géneros y en el que se percibe cierta inspiración en el cine de Martin Scorsese. Por desgracia, es una propuesta más interesante sobre el papel que lo que vemos luego en pantalla.
Grave falta de convicción
Una de las claves en los retratos por parte de Scorsese de héroes amorales es que no dudaba en llevarlo todo hasta sus últimas consecuencias, sin echar jamás el freno para intentar hacer más digerible una situación o para que nos fuera más sencillo empatizar con el personaje protagonista. Curiosamente era precisamente eso lo que resultaba determinante para atraparnos y dejarnos fascinados, pero en ‘Juego de armas’ optan por una solución intermedia que hace que nunca termine de despegar.
La primera clave es que ninguno de los personajes tiene verdadera profundidad, algo que en parte se compensa por la buena química que surge entre Miles Teller y Jonah Hill, pero no es suficiente para que sus motivaciones y sus acciones realmente lleguen a impresionarnos. Cierto que cometen alguna locura, como esa operación clandestina para hacer llegar unas berettas a su destino, pero hay algo en el tono del relato que nunca termina de funcionar porque jamás logra a equilibrar todos los palos que toca.
Por lo pronto, la utilización de Teller como auténtico eje del relato carece del nervio necesario, algo que se percibe de forma clara a través de su función como narrador. Ahí es donde ‘Juego de armas’ muestra sus cartas como una fábula moral en la que realmente te ves todo venir. Eso se agrava por la incapacidad de la película para ir más allá de lo evidente en los temas que plantea, algo que acaba afectando incluso a la evolución de la amistad de los dos protagonistas, lo que realmente la sostiene durante su primer tercio.
El problema es que esa evolución es prácticamente inexistente más allá de que ya sabemos que uno representa cómo hacer las cosas bien y otro cómo hacerlas para salirse siempre con la suya. Esto último es algo que Hill aprovecha a las mil maravillas para expresar con su rostro, con especial atención a su mirada, cuándo ha decidido hacer algo que no va a sentar precisamente bien a la otra persona. Es cierto que no trasciende las limitaciones de la función, pero algo las compensa.
’Juego de armas’, sólo Jonah Hill tiene claro lo que hace
De hecho, Hill es el único que realmente sabe sacar provecho al material que tiene entre manos, componiendo incluso una risa de lo más característica para terminar de dar entidad a un personaje que apenas la tiene a nivel de guion. Además, él sí que sabe mostrar bien su limitada transformación de Efraim, mientras que Teller acaba dejándose llevar por los problemas de construcción de David para acabar dándonos bastante igual.
Eso en parte se debe a la errática relación con su esposa -interpretada por una intrascendente Ana de Armas-, donde los cambios de humor para intentar matizar a David sólo sirven para terminar de descompensarlo y que uno nunca llegue a creerse los cambios que le han llevado en poco tiempo de ejercer como masajista a traficante de armas. Él debería sostener la película y engatusarnos, pero fracasa de forma clara en ello.
Por su parte, Phillips realiza un trabajo de puesta en escena bastante funcional y que sabe cómo acercarse a esos referentes que tiene, pero lo hace sin lograr nunca el brillo necesario para que ‘Juego de armas’ logre una auténtica entidad. De hecho, a veces da la sensación de estar poco menos que imitando un modelo, en el que también podrían entrar otros títulos como la notable ‘El señor de la guerra’ (‘Lord of War’), en lugar de aportar algo.
Al final, ‘Juego de armas’ tiene un grave problema de personalidad propia y además carece de la valentía para apostar de forma decidida por algún aspecto del escenario que nos plantea -tan difícil no es ceñirse a algo concreto tal y como prueba, por poner un ejemplo bien reciente, la muy recomendable 'No respires' ('Don't Breathe')-. Como tal, resulta un tanto frustrante ver que hay ocasiones en la que uno puede notar que ahí había una gran película para que rápidamente se diluyan ante la indecisión de sus responsables, ya que solamente Hill logra elevarla.
En definitiva, ‘Juego de armas’ es una oportunidad perdida para que Todd Phillips demuestre que sabe hacer algo más que comedias, ya que no ofrece nada singular y encima tampoco se decide a qué es exactamente lo que quiere. Mala tampoco es, como comedia se queda corta -y es una pena, porque es cuando mejor funciona-, como drama carece de profundidad y la tensión propia del thriller también resulta escasa -si queréis de eso, entrad a la sala de 'Tarde para la ira'-. Un quiero y no puedo en el que la mezcla tampoco logra cuajar.
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