De todas las películas que dirigió John McTiernan sólo su ópera prima, ‘Nómadas’ (‘Nomads’, 1985), contiene un guión escrito por el propio director. De hecho estamos hablando del único guión realizado por el director en toda su filmografía, y conviene aclarar cierto malentendido que he visto en algunas webs con información equivocada. La película no es ninguna adaptación de obra literaria alguna, pero poco después del film la escritora Chelsea Quinn Yarbro adaptó a novela la historia de ‘Nómadas’, lo que ha dado lugar con el paso del tiempo a que algunos piensen que el trabajo de McTiernan es la adaptación cinematográfica de lo escrito por Yarbro.
Resulta curioso que un director tan admirado, al menos por los aficionados al cine de acción, tenga en su haber un film tan arriesgado como ‘Nómadas’ y su repercusión haya sido mínima. Tratándose de una ópera prima es lógico, pero teniendo en cuenta la fama posterior del director gracias a films que han conseguido extraordinarios resultados taquilleros, y cómo no, un respaldo de la crítica, su primer trabajo siga siendo desconocido por muchos que conocen el apellido McTiernan. En cualquier caso nos hallamos ante la peor película de su director. Verla en su momento indicaba muy poco sobre McTiernan, y verla ahora es algo meramente anecdótico.
‘Nómadas’ da comienzo con la extraña muerte en un hospital de Jean Charles Pommier (Pierce Brosnan), un antropólogo que tras vagar por medio mundo había decidido instalarse definitivamente en Los Ángeles con su esposa. La doctora encargada de su caso, Flax (Lesley-Anne Down), empezará a sentir cosas extrañas, rememorando todo lo que Pommier vivió hasta el instante de su muerte. La película está narrada a modo de flashback, alternándose esta línea narrativa con lo que sucede en la actualidad que es más bien poco. La sorpresa y el miedo de la doctora al experimentar algo increíble y su curiosidad, que también es la nuestra, por saber qué le ocurrió al antropólogo, que se convierte en el protagonista absoluto del relato.
Pommier es como Dutch, John McClane, Marko Ramius, Robert Campbell, Jack Slater, Ahmed Ibn Fahdlan o Thomas Crown. Personajes posteriores en el cine de McTiernan que tienen en común el hecho de ser individualistas, normalmente con personalidades muy marcadas y una forma de hacer las cosas, digamos poco habitual. Pommier es el personaje mejor tratado en el film, el más interesante. Su obsesión por unos pandilleros que hacen de las suyas en la ciudad contiene cierto interés; su tratamiento empareja el film con otro de Peter Weir titulado ‘La última ola’ (‘The Last Wave’, 1977). Un hombre enfrentado a algo meramente intrascendente —pandilleros en el film de McTiernan— que termina alcanzando niveles de trascendencia muy importantes para Pommier y la gente cercana a él.
Una de las primeras interpretaciones vertidas en el film, la de una pandilla que vive como si fueran nómadas, de espaldas a la sociedad, prácticamente invisibles al resto de la humanidad, resulta de lo más interesante. Pero luego camina por los derroteros del fantástico, mezclando géneros y tonos, y la cosa va perdiendo fuelle peligrosamente hasta una conclusión poco menos que incomprensible y hasta absurda. Mientras unos pueden sentirse impresionados por un final sacado de la manga, aquí el firmante se siente algo así como engañado. Sí, es inesperado, y la música de Bill Conti funciona ahí mejor que en ningún otro momento del film, pero suena todo a que McTiernan se hizo un lío y no supo como terminar su historia.
Abiertamente ochentera, con todo lo bueno y malo que eso tiene. Por un lado está ese look visual muy típico en esos años en los que la factura videoclipera era lo más habitual. McTiernan toma ciertos riesgos, sobre todo de tono, pero no es capaz de mantener el equilibrio, quizá porque pretende abarcar demasiado. Ya no me paro en el cambio de cámara subjetiva —para hacernos entender que la doctora vive las experiencias pasadas de Pommier— a narrar los hechos de forma objetiva, porque es un mal muy común en aquellos años. A día de hoy queda un poco desfasado, sobre todo por el hecho de que McTiernan lo hace a libre albedrío. Eso sí, ya se vislumbra cierto gusto por la planificación, algo que perfeccionaría en futuros proyectos. De ellos hablaremos largo y tendido en las siguientes entregas del especial.