La imagen de la fotografía pertenece a una de las escenas más recordadas de ‘Jungla de cristal. La venganza’ (‘Die Hard: With a Vengeance’, John McTiernan, 1995), aquella en la que el carismástico John McClane (Bruce Willis) debe pasearse en calzoncillos por el barrio de Harlem con un cartel que reza “odio a los negros”. Un suicidio en toda regla, no hay duda. La realidad es que la secuencia se filmó verdaderamente en Washington Heights y el cartel que portaba Willis estaba en blanco, siendo añadido digitalmente el rótulo, para evitar controversias en el rodaje. Uno de los instantes más inspirados del guión de Jonatahan Hensleigh, que por primera vez en la saga no adaptaba una historia ya escrita. El nada personal Danny Canon fue tentado para dirigirla, pero éste prefirió irse al set de ‘Juez Dreed’ (‘Judge Dreed’, 1995), decisión con la que salimos ganando todos, pues McTiernan tuvo la oportunidad de volver a tomar las riendas de una saga iniciada por él.
El guión del film estuvo a punto de ser utilizado en la cuarta entrega de ‘Arma letal’ (‘Lethal Weapon’, Richard Donner, 1987), y antes de eso fue escrito para convertirse en un film de acción al servicio del desaparecido Brandon Lee. ‘Simon dice’ era el título del libreto, y en el mismo el personaje de Zeus era una mujer; los productores pidieron amablemente a Hensleigh que lo cambiase por un hombre, afroamericano o asiático para más señas. También se le añadió en la trama todo lo referente al robo del dinero federal para poder hermanar la historia con la saga. Lo cierto es que la película funciona muy bien en su primera mitad, quizá mucho mejor ahora que en el momento de su estreno; y decae algo en su segundo tramo, cuando la exageración se apodera del relato y el desenlace es más una concesión comercial que otra cosa. Con todo, estamos ante uno de los mejores films de acción de los 90, que no es poco.
Las tornas cambian en esta segunda secuela. McClane ya no es el policía que está en el momento adecuado en el lugar adecuado. Esta vez es requerido por el villano de la función —al que da vida un solvente Jeremy Irons, que parece habérselo pasado en grande filmando la película— para someterse a un juego de gato y ratón, en el que deberá sortear ciertas pruebas si no quiere que explote una bomba. McClane deberá ir de cabina en cabina —influencia directa del thriller de thrillers ‘Harry el sucio’ (Dirty Harry’, Don Siegel, 1971), no por casualidad citado en los diálogos— en el tiempo marcado por el terrorista, si desea que la ciudad de Nueva York no sufra más atentados. Al respecto cabe decir que ‘Jungla de cristal. La venganza’ tiene una inmejorable forma de empezar. Amanece en la ciudad de las ciudades y la rutina de la gran urbe es interrumpida por una impresionante y espectacular explosión que deja a todo el mundo atónito. McTiernan lleva al cine de acción una de las máximas de Cecil B. DeMille, aquella en la que decía que una película debía empezar con un terremoto y de ahí hacia arriba.
La película va directa al grano, lo cual es de agradecer. Ya conocemos de sobra al personaje central, y sólo nos interesa ver en qué nuevo lío se mete, esta vez acompañado de un honrado ciudadano que ha decidido meterse en medio y evitar que McClane fuese linchado por una pandilla en Harlem. De esta forma el film se codea con las buddy movies, dos personajes que no se llevan muy bien en un principio pero que se necesitan. No hay duda de que la presencia de Samuel L. Jackson como partenaire de Willis se debía al reciente éxito que había tenido el año anterior la sobrevalorada ‘Pulp Fiction’ (id, Quentin Tarantino, 1994), donde salían ambos actores; incluso el personaje de Jackson parece heredar algunas cosas del interpretado allí, sobre todo en su forma de hablar. Una operación comercial de lo más descarado, a lo que hay que sumar el retorno de McTiernan a la dirección, y la presencia de Jeremy Irons como villano de lujo. El problema, que no termina de fastidiar al conjunto, aclaremos, está precisamente en un guión muy banal y prácticamente vacío.
Diálogos casi estúpidos, que parecen sacados de una mala película de acción de serie B, son el mayor lastre de una historia que además cae en un error argumental de altura al mezclar la historia de la venganza con las verdaderas intenciones del villano. Así, esta tercera entrega de las aventuras de John McClane se hermana directamente con la primera, en la que el malvado de turno ocultaba sus verdaderas razones. Pero lo que allí funcionaba como un mecanismo de relojería, en ‘Jungla de cristal. La venganza’ sólo funciona a medias, o mejor dicho por separado. La venganza de Gruber por la muerte de su hermano llena la primera mitad de un buen ritmo y ajustadas dosis de suspense muy bien manejadas. Estamos interesados en todo momento por las andanzas de McClane y Zeus, y la tensión hace acto de presencia, sobre todo gracias a la excelente puesta en escena de McTiernan, que con su inteligente uso de la planificación nos adentra en el drama. Pero cuando descubrimos las intenciones del terrorista, y que nada tienen que ver con la venganza, uno se da cuenta de que meter a McClane en el asunto es un completo error, no era necesario, y más aún cuando puede ser el único hombre del mundo que puede desbaratar los planes del villano.
El tramo final del film siempre me pareció lo más flojo de la película, y revisando la misma hoy día sigo opinando lo mismo. Escenas como las del acueducto, con McClane saliendo a presión, o ese abordaje desde un puente colgados de un cable él y Zeus rayan lo absurdo. Todo lo demás resulta muy creíble, dentro de los parámetros del cine de acción, pero en esas escenas se les va la mano, pretendiendo quizá un “mas difícil todavía”. El enfrentamiento final entre Irons y Willis, muy esperado durante toda la proyección, no está a la altura de las expectativas, hasta casi resulta metido a calzador y totalmente apresurado —problemas de filtraciones durante el rodaje provocaron que se rodasen escenas de nuevo, incluido el final que todos vimos—. Sin embargo, el que tenían en mente McTiernan y Hensleigh es mucho mejor. Intimista, seco, duro e impactante,en consonancia con los dos primeros tercios del film, aquí os lo dejo para que lo disfrutéis:
La película fue un rotundo éxito, como no podía ser menos, confirmando a Willis como eterno héroe de acción, y demostrando que McTiernan es y siempre será el mejor director de cine de acción moderno. Aquí demuestra además que un buen director lo puede ser todo. Ante un guión realmente flojo, McTiernan salva la papeleta con una puesta en escena ejemplar, convirtiendo la película en un puro Mcguffin: John McClane corriendo, sudando y pensando. No se puede pedir más.
McTiernan estuvo cuatro años sin dirigir hasta que, en 1999, regresó con dos films que se encuentran entre lo mejor de su filmografía, y de los que hablaremos próximamente.