Una cosa está clara: catalogar o etiquetar a un director, sobre todo cuando el director en cuestión merece la pena que uno pierda el tiempo con él, es una práctica inútil. Precisamente lo que define a un buen cineasta es una personalidad poliédrica, capaz de interesarse por muy diversos temas y, lo que es más importante, por dar a esa diversidad de temas un punto de vista personal. Lo fácil, siempre, es fijarse en cuestiones superficiales como la historia o el look de la película, y lo difícil, por definición, en el ritmo y en el tono. Y ahí es donde entra ‘Starman’ (id, 1984) en relación por ejemplo a ‘La cosa’ (‘The Thing’, John Carpenter, 1982), y a ‘E.T., el extraterrestre’ (‘E.T.: The Extraterrestrial’, Steven Spielberg, 1982). Tras aterrorizarnos y poblar de forma duradera nuestras pesadillas con la invencible criatura multiforme de la primera, Carpenter nos conmueve con otra criatura venida del espacio, pero en esta ocasión muy bondadosa y, como en la película de Spielberg, deseando largarse de un planeta, el nuestro, que no recibe precisamente con los brazos abiertos a lo extraño o externo.
Pienso que si la película de Spielberg no existiera, ‘Starman’ gozaría de un prestigio mayor. Pero también tiene mucho mérito que apenas dos años después de aquella famosísima película, Carpenter aceptara un encargo del productor Michael Douglas (que, más listo que un zorro, le eligió entre varios directores para hacer realidad este proyecto) y que aún hoy sea una película que, pese a quedar eclipsada por la película de Spielberg (ambos proyectos se desarrollaron al mismo tiempo y fue casualidad que ‘E.T., el extraterrestre’ viera la luz el primero), se mantenga sólida frente a ella. No vamos a compararlas porque, en realidad, no tienen nada que ver, pero ambas comparten una historia parecida. Ahora bien, se diferencian muchísimo en el ritmo y en el tono antes mencionados, pues aunque de algún modo se trata de la película más romántica o simplemente conmovedora de Carpenter hasta la fecha, su puesta en escena es cien por cien Carpenter, y hasta su personaje central, ese ente alienígena, tiene bastante que ver con algunos héroes carpenterianos.
Ahora bien, aunque en algunos aspectos se trata de una película muy emotiva, también lo es porque está impregnada de una arrasadora melancolía. Si Carpenter no se había privado con anterioridad de dejar a las autoridades militares o gubernamentales de su país (o de cualquiera, por extensión) como una panda de arribistas sin escrúpulos, aquí no va a ser menos, y la raza humana entera, con escasas excepciones, recibe una severa crítica. Carga crítica muy importante en la obra entera de Carpenter, pocas veces analizada. Da gusto ver la lucidez con la que Carpenter nos retrata: como unos niños incapaces de aceptar que no estamos solos en el universo, y que las armas, más que salvarnos, destruyen nuestras opciones de avanzar como civilización. Pero además, ‘Starman’ es una desgarradora historia de amor truncado, que a su vez, lejos de redimir a la especie humana por su capacidad de amor, nos describe como unos seres dependientes y frágiles, dignos de toda conmiseración. En resumen: no se trata de una película consoladora o de fácil digestión, sino de una pieza audiovisual tremendamente dura con el ser humano, bajo cuya trepidante aventura laten una serie de reflexiones que aplastan anímicamente al espectador.
Ver el mundo con otros ojos
Al igual que Kal-El, más conocido como Superman/Clark Kent, el alienígena sin forma (apenas una luminosa esfera azulada…) que se encarnará en el marido muerto de Jenny Hayden, observará el mundo con ojos ajenos, y Carpenter situará nuestro punto de vista próximo al suyo en todo momento, usándole como excusa para describir un mundo muy mal diseñado, gris, rutinario y violento, cuyos habitantes conviven en soledad, acuciados por sus miedos, sus complejos y su fragilidad. El relato se estructurará en torno a la huida de Jenny con el alienígena que ha tomado el aspecto de su marido muerto, superado su miedo inicial y su estremecimiento al volver a hablar y tocar a un ser idéntico a su amor perdido. Durante el irregular camino, Jenny, el hombre de las estrellas y el espectador ensancharán sus conciencias, se enfrentarán al vacío de la muerte y comprenderán cuánto de luminoso, y de siniestro, se encuentra en el interior de cada uno de nosotros. La mirada de Carpenter, más emocionante que nunca, narra con serenidad, pero también con pasión, esta historia sencilla e inolvidable.
Imposible imaginarse a otro que no sea Jeff Bridges como Starman. Por fin convertido en una leyenda de su oficio, gracias a su magnífica madurez, contaba con unos espléndidos treinta y cinco años cuando hizo esta película, poco más o menos, y desde luego clava un personaje mucho más difícil de lo que parece, porque no se trata de gesticular ni de mantenerse impávido, mientras se recitan frases monótonas. Lo complejo era interpretar a un ser que aprende a toda velocidad y que posee la mente de un niño (pues es incapaz de hacer daño a nadie), pero involucrado en unos acontecimientos muy graves. Detrás de la mirada entrañable de Bridges pasan un sinfín de emociones que, sospechamos, nacen por primera vez en su interior. En una palabra: impresionante. A su lado, Karen Allen, que muchos recordarán por su papel de Marion Ravenwood en ‘En busca del arca perdida’ (‘Raiders of the Lost Ark’, Steven Spielberg, 1981), demuestra que es una actriz muy solvente que quizás hubiera merecido una carrera más interesante.
Otros estupendos actores secundarios le dan a la película una gran energía: el mítico Charles Martin Smith, el ya desaparecido Richard Jaeckel, o los muy carpenterianos George ‘Buck’ Flower y Mickey Jones. Por otro lado, energía le sobra a la película, gracias a una magnífica fotografía y uso de la cámara por parte del operador Donald M. Morgan y su equipo, después de los rutinarios resultados de ‘Christine’ (id, 1983), que no parecían propios de Carpenter en ese sentido, y que repite con este profesional, pero mucho más inspirado. Filmaron con el habitual aspect ratio de 2.35:1 (aunque con una relación 2.20:1 para sus copias a 70 mm), y con él puede apreciarse, gracias a la maestría visual de Carpenter, ya convertido en un consumado maestro del scope en su película, mucho mejor los parajes por los que huye la pareja protagonista, y las espectaculares secuencias de efectos especiales, efectos que aún a día de hoy lucen excelentes, y que confirman también a Carpenter como un gran técnico en ese sentido, después de los formidables logros de ‘La cosa’.
La película no funcionó ni una décima parte de bien de lo que lo hizo ‘E.T’, aunque tampoco puede considerarse un fracaso, cubrió gastos en Estados Unidos y recibió excelentes críticas. Carpenter necesitaba que los estudios le vieran como un outsider que, sin embargo, podía llevar a cabo buenos encargos de cine de género, algo que no terminaba de conseguir. No es desacertado poner en paralelo su carrera con la de Spielberg, pues ambos cineastas pertenecen a la misma generación, ambos triunfaron inicialmente con un cortometraje, y ambos han procurado construir cine de género fusionado con cine de autor, pero mientras Carpenter ha mantenido sus constantes, pagando un precio muy alto por ello, Spielberg ha entregado un cine más comercial, habitualmente. Poco importa ya, pues la carga crítica, la profunda emoción y la hermosa historia que es ‘Starman’ le acercan a un espíritu más spielbergiano, pasado por su personalísimo filtro moral.
Conclusión e imagen favorita
Uno de los filmes más completos y recordados de su director, que filma con humildad pero mucha convicción una triste historia sin final feliz, sin grandes secuencias de acción y sin darle concesiones al espectador. Mi imagen favorita, como supongo será la de muchos, es la del ciervo en una de las secuencias más conmovedoras de la película.
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