‘Joe’ (id, David Gordon Green, 2013) podría suponer la redención artística de un actor como Nicolas Cage, quien en los últimos años, incluso más de una década, lleva cosechando lamentables críticas a su trabajo, no sin merecerlo. Un cambio de rumbo que podría hacerle mucho bien a un actor que normalmente se ha acomodado y ha hecho de su histrionismo exagerado su forma de vida. Ahora ha encontrado en el film de Green el vehículo perfecto para frenar dicho histrionismo en un personaje cuasi caramelo que le permite lucirse dentro de la contención que el mismo requiere.
También sorprende, aunque menos, el hecho de que el film venga firmado por un director normalmente asociado a la comedia, en algún caso rozando la estupidez, David Gordon Green, que esta vez parece retornar al tono de la muy olvidada ‘Undertow’ (2004). Ambientes sureños, personajes desolados, defraudados y decepcionados con la vida, emoción y violencia contenidas, en definitiva mucha sobriedad, aunque el director no las tenga todas consigo, debido a un guión que en algún momento no termina de perfilar sus recovecos.
Mucho se dice que ‘Joe’ recuerda a aquella obra maestra titulada ‘Mud’ (id, Jeff Nichols, 2012), por varias y diversas razones, todas de peso. En primer lugar el contexto, ese sur de ambientes de perdedores, opresor y descorazonador con todos los buscan una nueva oportunidad; y segundo porque comparten actor, Tye Sheridan, quien da vida a un chaval que traba amistad con un ex-convicto, que bien podría significar su salida de un mundo cruel que parece llevarse sin remisión hacia la muerte. El parecido argumental es más que evidente, aunque Gordon Green no se codea con el fantastique ni la fábula, ni realiza reflexiones sobre el amor.
Cage es el Joe del título, un ex convicto con tendencia a la bebida y a la violencia, que trabaja duro para sobrevivir y sobre todo no volver al mal camino. De “gatillo fácil” con sus puños, dedica su vida al trabajo duro, a su perra, a pasar el rato con las prostitutas del lugar y a procurar no meterse en líos. Sheridan es Gary, un adolescente marcado por su padre, un perdedor, casi muerto en vida, que sólo busca emborracharse, mientras usa la violencia para conseguir aquello que quiere, incluso llegar a duros extremos con su propia familia. Joe dará trabajo a Gary y se iniciará una especie de relación paterno filial, sin caer en subrayados ni sentimentalismos.
Pesimismo, brillantez actoral
Además de una puesta en escena que transmite a la perfección un mundo cruel, pesimista, lleno de personajes abocados a la miseria, la cual puede ser una forma de vida, el film brilla también por la interpretación de Nicolas Cage, quien para la ocasión se contiene como nunca, y sólo en determinados momentos, aquellos en los que el personaje lo requiere, deja salir sus tics, esta vez acordes con su rol. Un trabajo ejemplar que sin duda quedará como una de las mejores interpretaciones de Cage. Sheridan, al igual que con Matthew McConaughey en el film citado, le da la réplica perfectamente. Un chaval, que si no se pierde como muchos otros, podrá darnos buenas sorpresas.
Sin embargo, la verdadera sorpresa interpretativa de ‘Joe’ es Gary Poulter, un mendigo real —enfermo de cáncer que murió dos meses después del rodaje— al que el director dio el personaje de padre borracho y maltratador. Su trabajo es tan estremecedor que no se saben dónde termina la realidad y dónde da comienzo el personaje. Una interpretación llena de matices, que transmite a la perfección la crueldad de un mundo injusto, rozando sin problemas ni dificultad el terror. Un personaje temible, de visible inestabilidad emocional, reflejo del vaivén de la vida. Alguien que no duda en dañar a los suyos por un puñado de dólares, y cuyo destino es sorprendentemente irónico con esa realidad que refleja.
‘Joe’ es de esas películas que reposan en la mente y maduran, crecen con el paso de los días, asentándose para no irse. Tal vez parte de su fuerza es gracias al contexto, o la ambientación, y ciertos personajes no siguen una evolución lógica, o ese final que casi parece impostado “porque debe ser así”. No obstante, la sutileza del guión y un director que mima la historia hacen la experiencia altamente disfrutable. Cine sólido, serio que pone a David Gordon Green en el punto de mira, deseando que vuelva a hacerse cargo de films así y no de chistes aburridos.
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