Nutrido y tan ecléctico como la personalidad que Jerry Goldsmith demostró tener a lo largo y ancho de su muy extensa trayectoria cinematográfica, el grupo de producciones en las que se vio implicado el compositor que podrían ser calificadas de "alimenticias" supera con mucho lo que podríamos encontrar en cualquier otro músico coetáneo con él, haciendo palidecer, por ejemplo, al número que podrían acumular nombres como John Williams, por citar al compositor que se encontraría casi en el opuesto del espectro.
Y si bien, como llevo comentando con cierta insistencia desde que arrancara este especial dedicado al maestro, Goldsmith lo daba siempre todo importándole bien poco el presupuesto del filme en cuestión o el equipo artístico que lo rodeara, cierto es también que, por simple estadística, algún punto oscuro hay en una filmografía que casi llegó a sumar el doble centenar de partituras. Huelga decir que 'Tratamiento de shock' ('Shock Treatment', Denis Sanders, 1964) es uno de ellos.
'Tratamiento de shock', enorme nadería
Sorprende, y sorprende mucho, encontrarse entre los actores que conforman el reparto de esta oscura producción de la Fox a Lauren Bacall. Figura más visible de un elenco que encabeza Stuart Whitman —del que volveremos a hablar en la siguiente entrada de este especial— y Roddy McDowell, la inmortal pareja de Bogart encarna aquí a una psiquiatra que logra que un jardinero homicida se libre de la cárcel tras haber asesinado a la millonaria para la que trabajaba alegando locura transitoria.
Pero detrás de los intereses del personaje encarnado por Bacall hay algo más que altruismo profesional, unos intereses que chocarán de frente con los de el fiscal del caso que, empeñado en averiguar si el criminal ocultó parte de la fortuna de la asesinada, contratará a un actor (Whitman) para que se haga pasar por enfermo mental, se gane la confianza del desquiciado interpretado por McDowell y logre sonsacarle el paradero del dinero.
Sé lo que estáis pensando en este instante, que cómo a alguien en su sano juicio se le ocurrió rodar un guión tan esperpéntico. Creedme cuando os digo que lo que aquí he recogido en pocas líneas adquiere tintes de horror cuando se extiende durante noventa y cuatro minutos que son acceso puntual a situaciones absurdas y carentes de relevancia que demuestran que el guión firmado por Sydney Boehm sobre la novela original de Winfred Van Atta, tuvo que ser de esos que se termina produciendo porque no había nada más en el cajón.
Mal llevados, mal dirigidos y actuados con escueto talento —y estoy siendo benévolo— si por algo vale la pena acercarse a los minutos de 'Tratamiento de shock' es por contemplar la construcción de una villana por parte de la Bacall, por más que en gran parte de los momentos que tiene en pantalla, y no son pocos, dicha construcción quede asida sobremanera a ese calificativo de escueto en el que cabría meter al resto de sus compañeros.
'Tratamiento de shock', la música
Publicada por Varese Sarabande en 2004 y convertida en muy poco tiempo en una de las piezas más codiciadas de cuántas han llegado a editarse con material compuesto por el maestro, la caja de seis discos de 'Jerry Goldsmith at 20th Century Fox' resultaba tremendamente interesante en los compactos cuatro, cinco y seis por cuanto permitía asomarse a música completamente inédita hasta entonces.
Orientada de forma evidente a los fanáticos del maestro —los claros objetivos de los 150€ que había que desembolsar para hacerse con ella—, en las dos horas largas de música que se incluía en los citados discos cabían los veinte de la partitura que Goldsmith componía para 'Tratamiento de shock', una partitura que, parafraseando a Bernard Herrmann, podría ser definida como en blanco y negro por el casi exclusivo protagonismo de la sección de cuerda.
Arropado de las sonoridades más características que había desarrollado hasta entonces pero demostrando en su acople a las imágenes un talante poco adecuado, el score de 'Tratamiento de shock' suena mucho a 'Freud, pasión secreta' ('Freud', John Huston, 1962) —lógico dada la temática psiquiátrica de la cinta— y, en los momentos de acción, que los hay, a los ritmos que ya habíamos oído en 'City of fear' (id, Irving Lerner, 1959); un maridaje que, como decía arriba, da como resultado una banda sonora a medio camino de ninguna parte.
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