De suma relevancia en la historia del séptimo arte por ser la primera película que permitía a un intérprete masculino de raza negra obtener el Oscar al Mejor Actor —recordemos que la primera estatuilla concedida a un afroamericano fue otorgada a Hattie McDaniel, la inolvidable Mammy de 'Lo que el viento se llevó' ('Gone With the Wind', Victor Fleming, 1938)— 'Los lirios del valle' ('Lilies of the field', Ralph Nelson, 1963) es una de esas películas "pequeñitas" que una vez has visto recordarás, por más que pasen los años —rondando los treinta en el caso de este redactor—, como si te hubieras asomado a ella hace poco.
Una hazaña nada baladí en la que concurren tres circunstancias: Sidney Poitier, un guión sencillo sin pretensiones que, por esas mismas cualidades cala hondo en el corazón del espectador y, por supuesto, la banda sonora de Jerry Goldsmith; el sustento básico de muchas de las escenas del filme en las que se prescinde por completo de diálogos y es la música la que complementa la elocuencia con la que se nos traslada este relato en el que un manitas itinerante recala por accidente en una granja en Arizona, lugar donde conocerá a un pequeño grupo de mujeres que resultan ser monjas alemanas cuyo único objetivo es levantar una capilla.
'Los lirios del valle', inyección de optimismo
La arrolladora personalidad de Homer Smith, el baptista convencido interpretado por Poitier, se dará de bruces con la férrea voluntad y la sólida fe católica de la hermana superiora de la congregación, una mujer que ha recorrido miles de kilómetros desde la Alemania del Este para levantar un templo a Dios y que utilizará toda clase de artimañas y chantajes variados para conseguir que el hombre-para-todo que es Smith se dedique en cuerpo y alma a construir el pequeño edificio a riesgo incluso de su propia salud.
Tratada con un sutil y efectivo tono cómico, sobre todo en aquello que se refiere al choque frontal entre las muy opuestas personalidades de Homer y la Hermana María, y relegando el drama a escuetos y nada significativos apuntes con los que complementar la engañosa ligereza que impregna todo su metraje, 'Los lirios del valle' se beneficia sobremanera del imparable optimismo que dimana de la interpretación de Sidney Poitier. Puesto en valor en contraposición con la seriedad que rodea a la madre superiora, y enmarcado y reforzado por un plantel de secundarios estupendos —el dueño de la cafetería—, son el actor y su sempiterna sonrisa, sin duda alguna, lo mejor de toda la producción.
El resto del filme se caracteriza, de principio a fin, por una modélica corrección bajo la que parece esconderse la voluntad de que el mensaje religioso de fondo —ese que apunta a que la fe mueve montañas y que la creencia en Dios todo lo puede— no resulte nunca ofensivo para ninguna condición o credo. Y lo cierto es que, sea o no esa la intención de la cinta, 'Los lirios del valle' deja con una sonrisa tan agradable en el rostro que, ateo, creyente o agnóstico, resulta imposible resistirse a su encanto.
Un encanto que queda reforzado por la invisible dirección de Ralph Nelson —del que ya comentamos en su momento por aquí otro de esos títulos llenos de encanto que, como éste, bien vale la pena revisar de cuando en cuando—, por lo ajustado de un metraje que no permite la entrada a un segundo de aburrimiento y, ya lo decía arriba, por el preciso tratamiento que Jerry Goldsmith da a los noventa minutos de duración desde una composición que es imposible no seguir tarareando durante las horas y días posteriores al visionado del filme.
'Los lirios del valle', la música
Sonido yanqui puro y duro, las melodías que el maestro concreta aquí nos trasladan de forma indefectible a la América más castiza gracias al uso de unas orquestaciones que, con gran protagonismo de la armónica, el bajo y la guitarra, hablan como siempre pasará a lo largo de la dilatada trayectoria del compositor, del íntimo entendimiento que éste tenía sobre lo que funcionaba en una cinta musicalmente hablando, claro está.
Tan sencilla y optimista como las imagénes a las que tiene que acompañar, pero provista de una personalidad cautivadora que es parte fundamental en esa capacidad que tiene la cinta para permanecer imborrable en el recuerdo aún después de muchos lustros sin acercarse a ella, la media hora de banda sonora de 'Los lirios del valle' —que ha conocido multitud de ediciones, la más reciente de 2012 de la mano de Perseverance Records— cuenta además con el "valor añadido" del famoso tema gospel que interpreta y arregla Jester Hairston para la ocasión. Un tema que, dicho sea de paso, los de mi generación asociaremos siempre a una conocida marca de salsas.
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