Sexta incursión de Jerry Goldsmith en el cine bélico —un género en el que el maestro demostrará, como veremos en unas semanas, ser un auténtico genio— 'Las águilas azules' ('The Blue Max', John Guillermin, 1966) supone un salto cualitativo enorme en las sonoridades del compositor; tanto, que podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que tenemos aquí otro de los pilares sobre los que se asentará lo mejor de la producción del músico.
Por recordar, de lo "poco" que hemos repasado hasta ahora —poco ya que tan sólo nos hemos adentrado en 25 de las algo más de 150 producciones que abarcará este especial—, sólo otro título de la filmografía de Goldsmith podría situarse a la misma altura en cuanto a calidad compositiva y capacidad de innovación. Me refiero, cómo no, al ecléctico trabajo que el maestro realizara para 'Freud, pasión secreta' ('Freud', John Huston, 1962).
'Las águilas azules', la guerra desde el aire
El día de nuestra llegada a los estudios Bray, nos enseñaron (...) algunas tomas de escenas claves de acción. Me quede literalmente sin habla cuando vi un Fokker D-7 con motores invertidos e insignias al estilo de 1916 (...) metralletas que parecían atrezo de 'Tom Corbett, Space Cadet' —una serie de ciencia-ficción de los años 50—, pilotos vistiendo uniformes ulanos —caballería media polaca del s.XVII— y gafas de la Batalla de Inglaterra...todo un festival de anacronismos y errores.
Cuando pregunté sobre ello más tarde, un encogimiento de hombros y un gesto de resignación fue todo lo que recibí. Al apuntar al responsable de diseño por algo tan evidente como las cruces curvadas laterales del D-7, también se encogió de hombros afirmando que 'Quedaban mejor en pantalla'. "Ah, ¿y que hay de esas ametralladoras sin abastecimiento de munición?". Otro encogimiento. "Nada del otro mundo. Los espectadores atienden a los destellos de la boca del arma".
Vaya con la película definitiva sobre la aviación de la Primera Guerra Mundial. (Jack Hunter)
Estas declaraciones de Jack Hunter, autor de la novela en la que se basa 'Las águilas azules', recogen de forma ajustada y muy elocuente el que, para el entendido del mundo bélico, puede ser el mayor problema de 'Las águilas azules', su escueta veracidad para con el retrato que se hace de los protagonistas secundarios del filme, esos aviones en torno a los que gira esta historia de ambición desmedida y honor en el aire.
Ahora bien, si uno no es docto en material bélica, y carece de los conocimientos que le permitan distinguir un avión de otro o un acabado de la Segunda Guerra Mundial con uno de la Primera que es marco de fondo del presente filme, y a lo que hay que atender es a cómo funcionan desde el punto de vista cinematográfico tan erróneas decisiones del departamento de diseño; entonces es necesario afirmar que nada chirría en 'Las águilas azules' como para distraer al espectador de la espléndida historia que sigue al personaje al que da vida George Peppard.
Soldado que cambia las trincheras por los aviones y que está decidido a convertirse en el piloto con mayores abatimientos del ejército alemán, es sin duda la ambición de Bruno Stachel y lo que su frialdad choca con la camaradería y el sentido del honor de sus compañeros, uno de los dos polos de atracción fundamentales en los que se apoya la efectividad de la cinta firmada por un John Guillermin que posiciona su labor tras las cámaras en el otro.
El que será responsable de llevar a Paul Newman y Steve McQueen a un rascacielos en llamas firma aquí un trabajo que, si bien solo cabría calificar de efectivo cuando la historia se mueve a ras de suelo —de hecho, algún encuadre que otro en instantes sueltos de secuencias de diálogos fuerza una expresividad que no casa bien con el conjunto—, es brillante en lo que a las batallas aéreas se refiere.
Filmadas con brío, con tremenda claridad narrativa y sustentada en una extraordinaria labor de los especialistas, dichos momentos de la cinta —entre los que destaca el "pique" que enfrenta a Peppard con el personaje de Jeremy Kemp— contrastan sobremanera, como decía, con la excesiva exposición hacia la que se inclina la cinta en lo que se refiere a las cuitas personales entre los pilotos o, sobre todo, en la poco convincente historia de amor que se plantea entre el actor de ojos azules y una despampanante Ursula Andress.
'Las águilas azules', la música
Eso sí, que la relación entre tan bellos ejemplares de nuestra especie carezca de química, y lastre en parte una cinta que se aparta a pasos agigantados en ese extremo de lo que marca la novela, no quita para que el subrayado que se hace de ella desde los pentagramas sea de un carácter exquisito y que el tema que acompaña a los encuentros de Peppard y Andress se cuente entre los mejores de amor escritos por Goldsmith.
Ejecutado a caballo entre un delicado piano y la sección de cuerdas, la sutileza con la que el compositor enmarca la fragilidad que sustenta a la pasión que se despliega entre ambos actores se contrapone a la energía que dimana de la vertiente de acción del score, que Goldsmith escribe con músculo y marcialidad para acompañar con extrema precisión a esas secuencias aéreas que antes apuntaba como lo mejor que puede ofrecer la cinta.
Entre ambos mundos sonoros queda espacio para el que, sin lugar a dudas, es el mayor logro de todo el trabajo del maestro: el tema central. Un motivo que, con el claro objetivo de transmitir la sensación de volar, consigue de sobra imprimirla en el espectador —u oyente— gracias al preciso uso de las orquestaciones, la contraposición de dos líneas que se mueven en diferentes direcciones y la incorporación de una máquina de viento que, unida a los metales y cuerdas, "elevan" al respetable de forma tanto o más efectiva que las imágenes que vemos en pantalla.
Con varias encarnaciones previas en vinilo, no sería hasta 1985 que Varese Sarabande editaría por primera vez el score en compacto. Una edición que quedaría obsoleta, primero de mano de Intrada en 2010, y hace un par de años gracias a la edición definitiva de La-La Land, una discográfica que se ha caracterizado desde su creación con tiradas limitadas de bandas sonoras completas y que, en el caso de 'Las águilas azules', ofrecía dos discos con el trabajo completo del maestro acompañado de temas alternativos y del álbum original de 1966.
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