Segunda colaboración de Jerry Goldsmith con Mark Robson después de la entretenida 'El premio' ('The Prize', 1963), 'El coronel Von Ryan' ('Von Ryan's Express', 1965) es una de esas películas que, atendiendo sólo a la banda sonora, cuesta imaginar de qué diantres tratan, sobre todo sabiendo de antemano que es un filme bélico enmarcado en la Segunda Guerra Mundial.
Ello es debido a que el score del maestro para la ocasión mezcla típicas orquestaciones militares, con gran protagonismo de los metales y la percusión, con otras mucho menos usuales, configurando una música que se mueve entre lo incidental de muchos de los momentos en los que puntualiza la acción y lo circense y cómico del tema que más llama la atención de toda la partitura.
'El coronel Von Ryan', atípica y notable
Esa misma cualidad de poco usual puede aplicarse a la cinta protagonizada por Frank Sinatra y Trevor Howard, un filme que ya desde su comienzo y con la presentación del coronel encarnado por el cantante y actor traza una línea de desmarque con otras producciones bélicas coetáneas, dibujando a un personaje que es más antihéroe que héroe y que en no pocas ocasiones durante el metraje puede llegar a despertar antipatías en el espectador.
De ello bien se encargan tanto el guión de Wendell Mayes, que lo describe como un militar de "nuevo acuño" —en la cinta el personaje se describe como un piloto de noventa días sin experiencia bélica previa— al que los británicos con los que se mezcla en el campo de prisioneros italiano no miran con buenos ojos, como la seca actuación de un Sinatra que se mantiene durante las casi dos horas de duración poco inclinado a mostrar emociones.
Lejos de resultar una traba, el contraste de Ryan con, por ejemplo, el vehemente mayor inglés al que da vida Trevor Howard o el capitán italiano interpretado por Sergio Fantoni —al que también vimos en 'El premio'— juega a favor de una cinta con dos tramos bien diferenciados: el que ocupa el primer acto sobre el terreno del citado campo de prisioneros y el que discurre a bordo de un tren alemán a lo largo del segundo y tercer acto.
Salpicados con cierto humor —la primera vez que aparece el tema cómico de Goldsmith es en el campo— es la sequedad de la que hacen gala guión e interpretación principal la tónica de un metraje con momentos de gran espectacularidad entre los que cabría destacar el espléndido clímax final, donde probablemente se irían la mayor parte de los casi seis millones de dólares de presupuesto con los que la Fox respaldó el proyecto.
Rodada entre un plató de los estudios de la productora, y escenarios naturales de Italia o Málaga —donde se filmaría el tramo final—, 'El coronel Von Ryan' se alza como una apreciable cinta bélica tanto por la ceñida ambición de sus miras —el filme sólo pretende, y consigue, entretener, nada más— , como por el hecho de nadar a contracorriente en ciertos aspectos que tienen su máximo exponente en la (muy) sorprendente conclusión y, ya lo decía antes, en la música de Jerry Goldsmith.
'El coronel Von Ryan', la música
Encabezada por esa marcha de fuertes matices "cómicos" que, junto a la que podíamos escuchar en 'Primera victoria' ('In Harm's Way', Otto Preminger, 1964) servirá para prefigurar en cierto modo los dos temas militares más famosos de la carrera del compositor —esos que casi siempre tocaba fusionados cuando daba un concierto—, es la partitura de 'El coronel Von Ryan' un ejemplo más de la precisión con la que Goldsmith siempre interpretaba las necesidades de una cinta.
Una precisión que la primera escucha que le pude hacer al trabajo del compositor, allá por mediados de los noventa en la suite de veinte minutos editada por Tsunami junto a lo mejor de las dos cintas de Flint —de las que, obviamente, ya hablaremos—, no se podía apreciar por cuanto las sensaciones que imprimían tan ecléctica muestra de música impedían, y ya lo decía al comienzo de la entrada, hacerse una idea previa de aquello en torno a lo que giraba la acción.
Ampliada por Intrada con su edición de 2013 en dieciocho temas que no hacen sino poner en evidencia lo muy ajustado del contenido de la suite, y considerada ya en conjunción con las imágenes, si bien no es posible alabar la partitura de Goldsmith como uno de sus mejores trabajos, si que cabe apreciar en lo que vale una composición de ecléctica personalidad que gana, y mucho, cuando uno puede valorarla para lo que está pensada cualquier banda sonora: no para su disfrute aislado —un valor añadido—, sino como parte fundamental de la experiencia cinematográfica.
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