En el penúltimo capítulo de este estudio sobre James Cameron habíamos dejado constancia (en la medida en que se puede dentro de un post, sin aburrir al personal) de la coherencia y la entrega total de Cameron a sus personajes en ‘Titanic’. Con dos mitades bien diferenciadas, la segunda está dedicada casi enteramente a la tragedia del hundimiento, después de que en la primera se consolidara la relación de amor de Jack y Rose, y el enfrentamiento de esta a una vida que la reduce a menos que una persona. Y es que la lucha de Rose en esta película parece interminable. Por eso el largo y tortuoso hundimiento, además de encerrar una visión despiadada del mundo, es la parábola feminista más importante en una película vista en muchos años.
Al contrario de lo que muchos piensan, ‘Titanic’ no se convirtió en un fenónemo social sin precedentes por sus (mejorables) efectos visuales (que son magníficos en maquetas, pero irregulares por ejemplo en integración CGI), ni por la historia de amor protagonizada por un ídolo de quinceañeras. Si así fuera, películas de mucha menor valía arrasarían también en el mundo entero…y no lo hacen. El poderoso contagio emocional de ‘Titanic’, su escalofriante retrato de la mezquina condición humana, pero también de la dignidad y el coraje que nacen en momentos límite o en los instantes previos de la muerte, esas son, a mi parecer, las razones de la hipnosis que provoca esta película.
El cataclismo del buque (que no es más que otro apocalipsis, como los vistos en todas las películas de Cameron) está estructurado de manera insuperable. No hay reiteración ni barullo en el perfecto crescendo dividido en tres partes diferenciadas (primeros instantes…caos total…muerte del buque), que poco a poco nos hacen testigos de la ilimitada estupidez de los poderosos, y de la infinita capacidad de sufrimiento del ser humano. A la magnífica secuencia del choque contra el iceberg (con un montaje soberbio), le siguen unos momentos de calma muy calculada por Cameron, que preceden a la aterradora tormenta que supondrá la muerte de 1.500 personas. A continuación, poco a poco, se disponen las piezas…comienzan a descender los primeros botes. En esos primeros compases, no parece que se desate una gran tragedia. Qué contraste con los últimos momentos, con los pasajeros enloquecidos luchando por vivir. La habilidad de Cameron es tal, que es capaz de electrificar lentamente la tensión del espectador hasta alcanzar un paroxismo inigualable, mientras deja caer una feroz reflexión sobre la voracidad humana y su fragilidad frente a la fuerza de la naturaleza.
El objetivo fundamental del arte es conmovernos en nuestra interioridad más profunda. Prepararnos para la muerte. De ahí proviene la profundísima verdad de ‘Titanic’, como experiencia sensorial y emocional, como espectáculo noble y humilde. Cameron nos provee de dignidad, colocando un espejo delante de nosotros, pero dándonos la oportunidad de redimirnos. La aventura inolvidable que es esta película, su carácter de viaje físico, valdría para directores de menor valía que Cameron. Pero existe algo más, inherente a la originalidad de su mirada, que nos exige observarnos a nosotros mismos.
Una obra artística sólo puede juzgarse en relación con ella misma, ni siquiera con otras de su autor, y pocas veces con el autor mismo. Lo mismo pasa con un artista: sólo puede juzgarse su trabajo en coherencia consigo mismo. Una vez establecidas sus normas internas, no deben traicionarse. Hay que llegar con ellas hasta el final. Por eso por ejemplo ‘True Lies’ o ‘The Abyss’ no merecen la misma consideración que ‘Titanic’. No las comparo entre sí, porque no hay comparación posible ni justa. En aquellas Cameron no pudo ser totalmente cabal o coherente con sus propias ideas artísticas, mientras que en esta su sinceridad y clarividencia asustan, son casi peligrosas para el equilibrio formal de su película, que sin embargo se sostiene sin aparente esfuerzo.
El mejor cine de Cameron es el que aúna un dinamismo vibrante con un juicio sobre la naturaleza del ser humano que le sale casi sin proponérselo, aunque seguramente lo tenga muy pensado. Pero cuando esas reflexiones son evidentes, o no consiguen fundirse en un todo narrativo, como en ‘The Abyss’, o son traicionadas, como en ‘True Lies’, al menos nos queda su exploración de mundos o formas nunca antes transitados, y el cariño sincero que siente hacia todos sus personajes.
Más de una década después, este gran hombre de cine sale de su silencio (al menos, en largometrajes de ficción…) y anuncia una nueva película de sci-fi (en realidad dos, si finalmente su adaptación del manga ‘Battle Angel’ se consuma) titulada ‘Avatar’, que él mismo asegura que va a resultar una revolución en el género y en la técnica cinematográfica, con su ego y seguridad en sí mismo tan conocidos por todos. Al final del año que viene podremos por fin verla, doce años después de ‘Titanic’, y podremos comprobar si su percepción de la ficción científica continúa cautivándonos, o si los años pesan en su creatividad. De momento el secretismo es casi absoluto. En cuanto al manga de Yukito Kishiro, parece ‘a priori’ un material apto para que el canadiense lo convierta en una película de imagen real.
Concluimos así este análisis sobre la carrera (de ficción, la más interesante) del director canadiense. Un cine que yo calificaría como de miradas y luchas vibrantes. Esperamos, desde Blog de cine, haber ofrecido con esta serie unas claves sobre su obra originales y satisfactorias, que pongan en su justo lugar el trabajo de Cameron, y que profundice en las razones y claves de sus películas. Dentro de poco más de doce meses volveremos a hablar de una película suya. El mes que viene cambiamos de director. Haremos un repaso por la carrera del realizador norteamericano David Fincher.
Hasta entonces.
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Toda la información, vídeos, imágenes, trailer y estreno en: Avatar, la nueva película de Cameron
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