Practico muchísimo el submarinismo. Me encanta estar en el mar, bajo él.
El éxito cosechado por 'Aliens, el regreso' ('Aliens', 1986) tanto de taquilla —131 millones de recaudación a nivel mundial para una inversión de 18,5 millones— como de crítica, era garante suficiente para que, afianzada su posición en el mainstream hollywoodiense, James Cameron pudiera hacer prácticamente lo que le viniera en gana para su siguiente filme. Pero esta libertad no siempre es bien gestionada y la laxitud de control por parte de una productora en términos de guión puede terminar jugando en contra de las formas narrativas del mejor de los cineastas si nadie pone a prueba la "estanqueidad" de la historia. Y si no, que se lo digan a Shyamalan.
La última constante
'Terminator' ('The terminator', 1984) y 'Aliens' habían servido a Cameron para explorar el núcleo en torno al amor sobre el que hace girar todas sus películas, la fortaleza de sus personajes femeninos y, en el caso de la secuela del filme de Ridley Scott, el mal provocado por las corporaciones. A esta terna vendrá a incoporarse ahora un cuarto pilar sobre el que asentar la traslación de sus obsesiones y preocupaciones a la gran pantalla: la conciencia global y, hasta cierto punto, medioambiental.
Considerando que no será hasta 'Avatar' (id, 2009) cuando este mensaje termine por cuajar del todo, y que en el ínterin entre 'Abyss' y su último filme hasta la fecha esta conciencia medioambiental global no aparece por ninguna parte, el hecho de tenerla en cuenta como uno de los pilares temáticos básicos de su filmografía puede parecer una reflexión algo laxa, aunque a mi juicio no lo es tanto si observamos su extraordinaria conexión con el conflicto entre máquina y tecnología que sí está presente en todo el discurso del cineasta —y que me guardé en el párrafo anterior para sacarlo a la palestra aquí—.
Puesto en 'Abyss' de manifiesto por la presencia de esa raza de extraterrestres que pretende salvar a la raza humana de si misma, algo que sólo se puede apreciar en la Edición Especial de la cinta de la que hablaremos más abajo, la sensibilidad del cineasta hacia temas medioambientales tendrá, como decía, su máximo exponente y desarrollo en 'Avatar', llegando Cameron a apadrinar una campaña de reforestación a nivel mundial con la firme intención de plantar un millón de árboles a lo largo y ancho de nuestro planeta y haciendo coincidir el lanzamiento de su taquillero filme en 2010 con El Día de la Tierra.
Fascinante en lo visual...
Con un reparto carente de estrellas de esas que se hubieran llevado una buena tajada del presupuesto, Cameron tuvo a su disposición una cifra que, dependiendo de la fuente, oscila entre 47 y 70 millones de dólares; fondos que el cineasta pudo destinar, como iba diciendo, a sufragar todos los escollos técnicos —y no fueron pocos— que se encontró en el camino ya desde la pre-producción, con la construcción de dos gigantescos tanques de agua filtrada donde se llevó a cabo la mayoría de la filmación que dieron problemas graves desde el primer día.
Dichos problemas, unidos a todas las dificultades que acarreó el rodar bajo agua, no fueron sino la punta del iceberg de los 140 días que duró un rodaje que puso a prueba los nervios de todo el equipo con jornadas leoninas de 10 horas, llevando a Ed Harris—espléndido como siempre— y Mary Elizabeth Mastrantonio al borde de la extenuación física y emocional y fraguándose de forma definitiva la fama de tirano de Cameron. Un director que, habiendo ya sobrepasado en 4 millones el presupuesto inicial, atrasó un mes la fecha de estreno inicialmente prevista debido a la post-producción, poniendo muy nerviosos a los ejecutivos de la Fox, que no veían del todo viable la aventura económica en la que habían embarcado al estudio.
Pero lo cierto es que, a nivel visual, 'Abyss' es una experiencia alucinante: con el notable protagonismo de la fotografía firmada por Mikael Salomon —un técnico al que después le hemos visto excelsos trabajos como la magistral 'Hermanos de sangre' ('Band of brothers', 2001)—, vehículo de salida a la obsesiva filia de Cameron por los tonos azulados, todo lo que rodea al aspecto técnico del filme roza la perfección, destacando unos espléndidos efectos visuales que han envejecido estupendamente —y que sacaban excelente partido de las muchas miniaturas utilizadas— y un montaje vibrante que ponía en relieve el opresivo y claustrofóbico ambiente que Cameron tan bien había sabido construir.
...endeble en lo argumental
Lamentablemente, la perfección visual de la cinta no es correspondida por un guión a la altura, siendo sin lugar a dudas 'Abyss' el libreto de más bajo nivel que Cameron ha concretado en su filmografía. Comencemos por aproximarnos a la base argumental, elemento común a ambas versiones del filme: desarrollando una idea que había tenido con 17 años en una clase de ciencias, Cameron no es precisamente sutil a la hora de establecer las referencias sobre las que se fundamente su libreto, y resulta muy evidente que el esquema del relato es herencia directa del de 'Alien, el octavo pasajero' ('Alien', Ridley Scott, 1979).
Si en el filme de Scott teníamos camioneros que viajaban por el espacio exterior en una nave de carga, en 'Abyss' tenemos fontaneros especializados que se mueven por las profundidades del oceáno en una plataforma submarina. Si en 'Alien' los personajes se encontraban con una nave abandonada que albergaba vida extraterrestre, aquí también la tendremos, aunque de talante bien diferente al del violento xenoformo imaginado por H.R.Giger.
Aderezando este esquema con la catástrofe de un submarino y la misión de rescate puesta en marcha por parte del ejército, Cameron va haciendo descansar el desarrollo del filme en una historia de amor que ni en sus momentos más dramáticos llega a convencer —y que, paradojas de la vida, sirve de precisa traslación de la disfuncional relación matrimonial que le llevó al divorcio con Gale Ann Hurd—; en un personaje femenino que termina desmontándose a sí mismo para poder hacer funcionar la componente romántica de la cinta y en unos secundarios cuya definición se aleja, y mucho, de aquella que el cineasta lograba con los marines de 'Aliens'.
Someramente equilibrados estos endebles mimbres con un par de excelentes set pieces como son el hundimiento de la grúa y toda la secuencia que empieza con la lucha entre Bud y ese Coffey encarnado de forma brillante por Michael Biehn —puntualizada por la espléndida partitura de Alan Silvestri—, es en el tramo final de la cinta donde todo lo que Cameron ha ido construyendo se deshace como un castillo de naipes, aunque no deje de ser cierto que aquí tiene mucho que ver todo el metraje eliminado en el montaje original que terminó viendo la luz en la Edición Especial.
30 minutos que cambiaron una película
Al contrario de lo que suele suceder normalmente, la intervención de la Fox no fue la determinante, al menos no la única, de que el montaje final que se exhibió en los cines perdiera aquellas escenas que daban algo sentido al gigantesco salto de fe que el espectador se veía obligado a hacer por cuenta del encuentro final entre Bud y los benévolos extraterrestres del "Arca" submarina. Manteniendo el control sobre el montaje final de la cinta, la duración de la misma, de casi tres horas en su corte inicial, produjo gran preocupación de cara a la distribución, y el estudio limitó a dos horas y cuarto lo que al final se podría exhibir en las salas, garantizando así más pases diarios y tranquilizando a aquellos que, a finales de los ochenta, no veían con buenos ojos cintas de tan larga duración.
Con todo, fue la ILM —y la imposibilidad técnica de representar de forma convincente lo que se le pedía— la responsable de que Cameron decidiera deshacerse del final inicialmente pensado y eliminara a lo largo del metraje todo aquello que conducía a él: durante la versión reconstruida para la Edición Especial de 1993, la acción va señalando durante el transcurso de la cinta que la catástrofe del submarino que abre la historia ha ido acrecentando la tensión a nivel mundial hasta el punto de situarla al borde de la Tercera Guerra Mundial.
La eliminación de dichas escenas respondía, como he señalado, al radical cambio que hubo que efectuar de cara al clímax final de la película: en él, y tras ser llevado de la mano por el extraterrestre a la nave, Bud observa como los seres pretenden castigar a la raza humana por el claro desdén hacia la vida que ha demostrado tener a lo largo de la historia, asistiendo impotente al "ataque" de gigantescos tsunamis de 300 metros de altura que amenazan con acabar con buena parte de la población sobre la superficie del globo terráqueo. Interrumpido el avance de las olas por las súplicas de Bud y el sentido mensaje con el que se ha "despedido" de su esposa, los extraterrestres deciden suspender sus genocidas intenciones y confiar en que el amor todo lo podrá.
Eliminado del montaje, lo que nos quedaba en 1989 era una brevísima aparación de los I.T con muy poco sentido que no remataba con la suficiente solidez las dos horas previas de metraje, quedando la sensación de que la adición de los extraterrestres no jugaba en favor de una cinta que habría funcionado bastante mejor como un thriller con la guerra fría de trasfondo —y así lo demuestran sus mejores escenas— que como un filme de ciencia ficción. Dichas sensaciones quedaban paliadas en parte por la Edición Especial aunque, siendo sincero, ni siquiera la explicación del papel que realmente juegan los seres de otro mundo ayuda a ignorar el fuerte matiz naïf que envuelve a toda la acción en general y a la inclusión de los alienígenas bioluminiscentes en particular. Un tono que, en el plano final, se torna en una ñoñez capaz de echar a perder —todo dependerá del ánimo crítico del espectador— las gratas impresiones que la cinta ha ido dejando dispersas aquí y allá.
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