Probablemente la peor década de la historia, cinematográficamente hablando —y en otras ramas artísticas como la música, pero eso ya sería entrar en otro terreno— sea la de los años 80. Un servidor de hizo cinéfilo por aquellos años mientras crecía con el cine que programaba la televisión que por cierto tenía una oferta cinematográfica mucho más interesante que la de ahora que es prácticamente inexistente. Sin embargo, si echamos un vistazo al grueso del cine realizado en aquellos años podemos comprobar que es la década que peor envejece. Por supuesto hay cintas maravillosas como ‘Regreso al futuro’ (Back to the Future, 1985, Robert Zemeckis) de la que sin duda ‘Jacuzzi al pasado’ (‘Hot Tub Time Machine’, 2010, Steve Pink) es una especie de remake absurdo.
Una comedia que no sólo recoge el elemento de sci-fi que poseía el film de Zemeckis, sino también su vertiente cómica convirtiéndose además en un intento en pleno siglo XXI de trasladar las comedias juveniles de aquellos años al presente, sin darse cuenta de que los tiempos han cambiado, y mucho. La gran ironía del asunto es que el género de la comedia ha ido a peor desde hace décadas convirtiéndose en una especie de insulto hacia sí mismo, al menos el salido de tierras yanquis. Teniendo en cuenta esto nos encontramos ante un producto cuya gracia se encuentra muy aisladamente, y que tratando de ser políticamente incorrecta se queda en poca cosa.
La historia de ‘Jacuzzi al pasado’ es más simple que un botijo. Tres amigos de toda la vida, más el sobrino de uno de ellos, se van de vacaciones a un hotel de montaña en el que estuvieron hace 20 años, cuando eran jóvenes y les quedaba toda la vida por delante. Cuando prueban el jacuzzi descubren que se trata de un máquina del tiempo —porque sí, porque el guionista así lo ha querido y punto—, regresan a los 80 justo cuando se encontraban en aquel lugar. En un principio piensan que deben hacer exactamente lo que hicieron aquel día para que los hechos no sean cambiados y el llamado efecto mariposa no se produzca. Pero, si existiese la posibilidad de retroceder en el tiempo tan fácilmente como en esta película, ¿quién es el gilipollas que no intentaría al menos mejorar su propia existencia?
‘Jacuzzi el pasado’ pretende ser una comedia loca, si por loca entendemos chistes escatológicos y burradas varias, de ésas que se llevan tanto hoy día. Evidentemente con soltar los chistes no llega, además hay que saber hacerlo, esa grosería tiene que servir para un fin concreto, no sólo porque sí como si se tratase de chistes contados en un bar con un grupo de amiguetes. La película de Steve Pink es básicamente eso, un compendio de situaciones más o menos divertidas con una línea argumental casi inexistente con la que se pretende hablar de cosas como las segundas oportunidades, decidir el destino de cada uno, y no se encuentra el amor porque no se busca de verdad. Temas universales que en la presente película adquieren el carácter de pobre motor para hacer avanzar la historia.
Y precisamente la historia es lo que no funciona, además de la pobrísima puesta en escena de Pink. La excusa para que todo suceda simplemente no existe —en el film de Zemeckis eso no ocurría ni por asomo—, los protagonistas regresan al pasado porque sí, porque si no, no habría película, no sabemos por qué el jacuzzi posee esa característica que lo hace tan especial —y que subraya en cierto momento uno de los personajes mirando a la cámara—, pero eso sería lo de menos si la película tratase a sus personajes con algo más de respeto. No es así, y el film está lleno de situaciones absurdas, no sobre el papel, sino en imágenes. Además cuando la película pretende ser el no va más en cuanto a atreverse con cosas que no suelen verse en una comedia, se echa para atrás. Ejemplo: la apuesta final que hacen en cierto momento con respecto a un partido que ven en televisión. El guionista busca la excusa más absurda, y no creíble, para salir de dicha situación.
‘Jacuzzi al pasado’ contiene además pobres interpretaciones de todo su reparto, incluyendo a un John Cusack que parece haber perdido el rumbo —no, no quiero acordarme de ese despropósito de Roland Emmerich—, con un personaje que no es de lejos el más interesante, sí el más insustancial. A su lado se desaprovechan al típico friki todo el día pegado a Internet, al que dejó una carrera musical de provecho por una mujer, y al incomprendido que necesita montarla muy gorda para que le hagan caso. Tópicos y tópicos en una película que tal vez pueda funcionar como catálogo de lo desastrosos que eran los años 80: Chevy Chase anda pululando por la película como si de un fantasma se tratase amenazando con volver con una de aquellas películas protagonizadas por él, la paranoia americana contra la rusos queda reflejada en esa especie de homenaje a ‘Amanecer rojo’ (‘Red Dawn’, 1984, John Milius), y cómo no, la horrorosa ropa que todos llevábamos.
Que Crispin Glover insulte el recuerdo que tenemos de él por haber sido el padre de Marty McFly es algo que merecería un post aparte.