Corre la voz entre los cinéfilos de que ‘J. Edgar’ puede ser un traspiés en la carrera de Clint Eastwood, y no podemos culparles, ya que la crítica americana la ha recibido con una frialdad considerable, siendo además completamente ignorada en las recientes nominaciones a los Oscar. Soy consciente de que hay no pocos amantes del cine que lo consideran poco menos que un Dios, como por ejemplo mi compañero Alberto, el cual está demostrando su alta estima hacia el director de ‘Un mundo perfecto’ (en mi opinión su mejor película) en el especial que le está dedicando en Blogdecine. Seguro que ni el propio Eastwood esperaba alcanzar el nivel que ha logrado cuando decidió dar el salto a la dirección con la estimable ‘Escalofrío en la noche’
He de reconocer que yo no soy un adorador de la religión de Clint Eastwood, ya que tiene unas cuantas películas que me encantan, pero también varias que catalogo entre lo regular (‘Banderas de nuestros padres’ o la aún reciente ‘Más allá de la vida’) y lo malo (‘Deuda de sangre’ o ‘Ejecución inminente’). Imagino que algunos de vosotros ya estaréis buscando piedras bien grandes y de canto afilado para lapidarme por soltar semejante blasfemia, pero lo que busco afirmando esto no es causar una polémica gratuita, sino dejar claro de entrada que no soy un fanboy suyo, sino alguien que no tiene problemas en atacar sus películas si creo que la ha pifiado ¿Estamos ante un caso así con ‘J. Edgar’, su nueva película que llega hoy 27 de enero a los cines españoles?
Lo cierto es que no soy muy amigo de los biopics, en especial cuando apestan a estar hechos con la intención de rascar algo en los Oscar, ya que por todos es sabido la debilidad que tienen a premiar al menos a los intérpretes que sufren una metamorfosis para acercarse al personaje real. Y no voy a negar que hasta cierto punto ‘J. Edgar’ transmite esa sensación, pero lo que no hace es caer en muchos de los errores habituales de estas producciones. Voy a tomar como ejemplo ‘La dama de hierro’, de la cual ya os comenté a principios de este mes el multitud de pegas que la le encontraba, las cuales pueden resumirse en que lo único realmente cuidado era el apartado interpretativo, y limitándolo en exclusiva a los protagonistas. Ese es el gran mal de muchos biopics, los cuales confían en que un actuación superlativa salve los muebles de una película que en el resto roza la mediocridad. Ya puedo confirmaros que eso no sucede en ‘J. Edgar’.
El primer gran acierto de ‘J. Edgar’ es evitar caer en querer pasar por todos los momentos históricos en la vida del protagonista, ya que centra su interés en un único caso de toda su carrera profesional (el secuestro del hijo de Charles Lindbergh) para explicar el ascenso meteórico de la influencia de Hoover. El guionista Dustin Lance Black no quiere hacer un repaso ligero sobre varias etapas de la historia americana, sino centrarse en la persona de J. Edgar Hoover. Valga por ejemplo el caso de John Dillinger, el cual sirvió recientemente para que Michael Mann rodase la apreciable ‘Enemigos públicos’, pero que aquí se ve limitado a un par de menciones para reforzar el carácter egomaníaco y obsesivo del protagonista. Es cierto que para ello quizá se abuse un poco de los diálogos, dejando así poco espacio para el trabajo físico de los protagonistas para definir y/o reforzar a sus personajes a través del trabajo gestual. No ayuda mucho en este punto el maquillaje empleado, fruto de constantes críticas que califican casi de robótico el trabajo de Leonardo DiCaprio y Arnie Hammer cuando tienen que aparentar ser adultos, algo con lo que yo no estoy demasiado de acuerdo. Cierto que no es un trabajo memorable, pero, salvada la sorpresa inicial, funciona con corrección.
Lo que sí permite el guión de Lance Black es que Clint Eastwood reincida en su estilo de abordar sus películas en varias capas, aunque no con la misma fortuna en todos los casos. Y es que se ha comentado mucho el componente de thriller de ‘J. Edgar’, pero es aquí donde la película tiene alguna de sus mayores debilidades, ya que carece de grandes momentos de tensión. Todo lo relacionado con el FBI se centra en intentar definir las formas de investigación que él estaba empeñado en que fuesen implantadas o detenciones relámpago, es decir, sin un gran trabajo previo para darles una relevancia especial. No obstante, esto no es algo que dañe de forma irremediable la película, porque la creación y desarrollo del FBI es consecuencia y no causa de lo que se nos está contando. ¿Cuál es la causa? La obsesiva personalidad de J. Edgar Hoover.
No voy a decir que Leonardo DiCaprio sea uno de mis actores favoritos (aunque muy lejos no queda), pero sí que ha demostrado suficiente versatilidad y talento para que lleve años sin desentonar lo más mínimo en sus escasas apariciones en una película. En el caso que nos ocupa, el protagonista de ‘Origen’ muestra otra forma de obsesión diferente a la que dio en la cinta de Nolan (y es que sigo defendiendo que ese es el gran tema de toda la obra del director de ‘Memento’), ya que allí se incidía en su dolor, mientras que aquí es la egomanía de Hoover lo que vertebra su actuación. Y es que a Eastwood no le interesa el personaje público tanto como descifrar qué es lo que había detrás de la persona. Y es que es habitual en su cine que cuando se centra en la parte humana de la historia, la película gane muchos enteros. Y ‘J. Edgar’ no es una excepción, algo que el protagonista de ‘Diamante de sangre’ sabe aprovechar perfectamente.
Sé que es un poco injusto hacerlo de esta forma, pero voy a optar por hablar ás de Hoover en función de su relación de dependencia con respecto a otros tres personajes que aparecen en la película que por sí mismo. Hoover es un hijo devoto que ante todo busca la aprobación de su madre (una Judi Dench que cumple bien, pero que ha estado mejor en otros trabajos suyos), la cual es poco menos que una fanática religiosa y ancla a su hijo en unas convicciones morales que le llevan hacia atrás, es decir, hacia una ideología retrógrada que no cuadra demasiado con la obsesión de su hijo por modernizar la forma de llevar a cabo investigaciones en USA. Sin embargo, la disensión entre ambos no es algo que se muestre como una opción real, sino que el personaje de su madre funciona como freno cuando su hijo quiere tomar una serie de decisiones personales alejadas de lo que le ha sido inculcado.
En un punto intermedio tenemos al personaje de Naomi Watts, la cual da vida a la secretaria fiel del protagonista, con la cual intenta en primera instancia iniciar una relación sentimental, pero eso no es más que un señuelo que utiliza ‘J. Edgar’ ante lo que está por venir. No obstante, la fidelidad profesional de ella está fuera de toda duda, con lo cual es un acierto que sea a través de ella que veamos cuáles son los objetivos del protagonista y su entusiasmo por llevarlos a cabo. Y es que es mediante su personaje que tenemos una visión más neutra de Hoover, un hombre metódico que sólo quiere lo mejor para su país. El problema es que esta visión es la que menos interesa a Eastwood (normal, sería muy aburrido centrar el relato en este aspecto), lo cual convierte a Watts en un personaje marginal durante buena parte del metraje, lo cual no quita que ella haga un buen trabajo.
La última capa, y la más interesante de todas, de la personalidad de Hoover nos viene dada a través del personaje que interpreta, y muy bien, Arnie Hammer. Él es el elemento modernizador, el que se sale de los esquemas iniciales del protagonista. Valga por ejemplo cómo se nos presenta su contratación: Hoover tiene una serie de requisitos muy estrictos a la hora de citar a los candidatos, y el personaje de Hammer está lejos de cumplirlos todos. Sin embargo, orquesta una cita, en la que no duda en espetarle los problemas que tiene con él y los motivos por los que no encaja, a lo cual recibe una réplica tan sincera y desarmante que no le queda otro remedio que ficharle, llegando bien pronto a ser su hombre de confianza (quizá el único que lo consiguió).
Él representa el cambio, el progreso, algo que choca constantemente de frente con lo que la madre de Hoover le ha inculcado, siendo estos momentos los de mayor riqueza de toda la cinta. Es aquí donde surge el conflicto personal y la película sube varios enteros. Y es que Hoover puede ser una persona cuyos métodos rozan lo despreciable (su forma de despedir a ciertos agentes), pero eso no debe restar importancia a todos los avances que logró durante su etapa al frente del FBI. La cuestión es que a nivel personal había más claroscuros con los que enriquecer la visión cinematográfica de Hoover, y eso es algo que Eastwood aprovecha para conseguir una película de mayor interés y DiCaprio una actuación más matizada que ni siquiera ha sido premiada con una nominación al Oscar.
Podría daros más detalles sobre la película como lo mucho que se agradece el habitual clasicismo en la puesta de escena de Eastwood, la lograda recreación de la época, tanto a nivel de ambientación como de vestuario o que el resto de actores que pueblan el extenso reparto realizan un trabajo remarcable, sin abusar de la presencia de otros personajes reales famosos, pero tampoco evitando su aparición cuando eso sirve para definir un poco mejor la personalida de Hoover, pero ni quiero alargar esta valoración al infinito ni dejar margen alguna para la sorpresa cuando os decidaís a echar un vistazo a ‘J. Edgar’, así que opto por aglutinarlo todo en que todo funciona bastante bien, aunque falta ese puntito extra de brillantez (quizá si la capa de thriller funcionase mejor, quizá dejarse llevar un poco más en lo humano) que convierta a ‘J. Edgar’ en una cinta memorable.
En definitiva, ‘J. Edgar’ es un biopic que opta por contarnos la vida de un personaje real adoptando una hipótesis sobre él en la que no existe unanimidad al respecto, lo único que no opta por una polémica desvergonzada como sucedió en ‘Anonymous’, sino que lo hace con talento y buen gusto, algo habitual en el cine de Eastwood. Eso sí, tampoco es la nueva obra maestra de su director que muchos estarían esperando, pero sí una muy buena película que merece la oportunidad de ser vista con una mente abierta a ver una producción coherente en la carrera de su realizador. Sin grandilocuencias innecesarias, ganando enteros cuando se centra en la parte humana de la historia, pero no por ello dejando de ser interesante cuando nos habla de la obsesión profesional del protagonista. Hay que verla.