Juan Carlos Fresnadillo debutó en el campo del largometraje allá por el 2001 con ‘Intacto’, film demasiado ambicioso, que no obstante presentaba a un director cuya puesta en escena se desmarcaba del abigarramiento típico de nuestro cine. Con su siguiente trabajo, ‘28 semanas después’ (‘28 Weeks Later’, 2007) quedó claro el poderío visual, si se le puede llamar así, de Fresnadillo en una película cuyo mayor defecto era un guión más bien pobre de recursos, solventado con inteligencia por un director lleno de energía. Así pues, las miradas puestas en su tercer largometraje eran más que esperadas y lógicas. ‘Intruders’ es su título, y su reciente estreno en nuestros cines se ha saldado con un éxito comercial de los que levantan un poquito al cine español, indicando a señores productores que el camino a seguir es éste.
El cine de género nunca ha sido bien recibido en nuestra cinematografía, y no me extraña. Por lo general, las películas no son creíbles, sino más bien risibles, aunque directores como Enrique Urbizu hayan dado ya unas cuantas lecciones de cómo hacerlo. En el caso de Fresnadillo resulta hasta paradójico que su último film sea el peor que ha hecho hasta la fecha. Sus cesiones a una lógica comercialidad, con guiños a directores conocidos dentro del thriller o el fantástico, y sobre todo un giro argumental final que descubre todas sus trampas, son parte de sus defectos. El director sigue demostrando mano para crear algunas imágenes inquietantes, pero el argumento raya lo ridículo, cayendo en él en su tramo final. Un cuento de fantasmas que habla sobre los miedos infantiles de forma muy engañosa.
‘Intruders’ narra dos historias en paralelo. Por un lado, el pequeño Juan es acosado por un espectro que una noche lluviosa entra en su habitación e intenta llevárselo. Su madre, aterrorizada, decide pedir ayuda a un cura que ve la posibilidad de realizar un exorcismo. Por otro lado John Farrow y su esposa son testigos de cómo su hija es atormentada por una presencia nocturna, un ser llamado Carahueca, que parece ocultarse en el armario de su habitación. Ambas historias están relacionadas, y si bien su nexo de unión es tan evidente que para ocultarlo hasta su revelación se tira de trampas indignas. Partiendo de la base de que el cine es un trampa en su totalidad, una maravillosa trampa capaz de violar las reglas existentes en la realidad, esto no debería importar en el caso de sentirnos engañados si hemos disfrutado del viaje. Pero hay formas y formas de sorprender al espectador sin necesidad de contradecir lo visto hasta que la película desvela todas sus cartas.
No obstante la película contiene imágenes poderosas, casi todas con Carahueca de protagonista. Ese plano que encierra el armario de la habitación de la muchacha, de cuya oscuridad surge una presencia, la misma que en otra secuencia se ve entrando en la habitación del niño protagonista una noche lluviosa. También tenemos escenas como la del accidente en la obra, que rememoran al Hitchcock más conocido, y que no sólo funciona como guiño al maestro del suspense. A eso sumamos un trabajo mínimamente digno del reparto, con la excepción de un Daniel Brühl, imposible como cura, y salvando un divertido cameo de Héctor Alterio, el resto no llega a ser excelente. Al fin y el cabo hablamos de personajes tópicos que los actores parecen interpretar con el piloto automático puesto.
El gran problema de ‘Intruders’ es su tramo final, en el que la película se desmorona por completo. El guión escrito por Nicolás Casariego y Jaime Marqués, que se estrenan en el cine fantástico con este libreto, está repleto de trampas a cada cual más vergonzosa. Haciendo uso del spoiler podemos empezar con el despiste que se produce con los nombres de Juan y John. Podemos seguir con el hecho de que la madre sabiendo toda la historia espera nada menos que 30 años para contárselo a su hijo, el cual tiene un trauma impresionante por culpa de su padre. Resulta muy sospechoso también que si John en su infancia tuvo un encuentro con Carahueca, y en realidad es el autor del relato que su hija encuentra años después en el interior de un árbol, éste no se acuerde ni un mínimo cuando su hija está aterrorizada por el mismo personaje. Por no decir que la Iglesia no pinta ni lo más mínimo en la historia, pues resulta absurdo que la madre recurra a ellos.
Habría que aplaudir a Fresnadillo por no tirar en su puesta en escena de los efectismos típicos en este tipo de películas, y que abogue por cierta sobriedad narrativa. Lamentablemente ‘Intruders’ se apoya demasiado en las sorpresas del guión, en impactar al espectador intentando unificar las dos historias en una, y al hacerlo el film se desvela pobre y sin recursos. El cuento de fantasmas deja de serlo, y los traumas infantiles se apoderan del relato. Por el camino se quedan algunas posibilidades sin desarrollar, mientras que la película termina cayendo en el más profundo de los ridículos. Y que jugar a ser Hitchock o Shyamalan —el germen y modelo a seguir en cuanto a giros finales en el cine fantástico de los últimos diez años— sale caro cuando el engaño al espectador está realizado sin convicción y sin coherencia.