No sé hasta qué punto está justo calificar de éxito sorpresa a lo que está consiguiendo ‘Intocable’ en la taquilla española. Y es que, tal y como recordó mi compañero Juan Luis al dar su opinión sobre la película, ha sido un éxito histórico en Francia (y Alemania), pero eso no es garantía de nada en nuestro país, donde no es muy habitual que una cinta europea, por muy laureada que esté, consiga dominar las preferencias de los espectadores. Cierto que en primer fin de semana se vio superada por ‘John Carter’, pero en su segundo fin de semana se ha producido un pequeño milagro que yo ya predije en parte cuando os hablé de los estrenos del pasado viernes: ‘Intocable’ ha conseguido llegar al número uno de la taquilla, pero lo más asombroso (por mucho que haya aumentado el número de copias en circulación) es que ha logrado superar las cifras del de su estreno.
Lo dicho es toda una anomalía en unos tiempos en los que prima demasiado el intentar batir récords de recaudación durante los primeros días de estreno para luego caer de forma abrupta y desaparecer rápidamente de la lista de las más taquilleras. Además, ha infringido una de las cosas que tanto se crítica de algunos estrenos americanos: Se ha estrenado con varios meses de retraso (¿Quién de por aquí no está enfadado por los dos meses de retraso con los que vamos a ver los españoles ‘Prometheus’?) y, lo que es peor, lo ha hecho estando ya accesible de forma alegal en Internet. ¿Cuál es entonces el secreto del éxito de una película como ‘Intocable’?
Uno de los puntos más peligrosos con los que tenían que lidiar Olivier Nakache y Eric Toledano, guionistas y directores, era con la peligrosa posibilidad de dejarse dominar por la tentación de convertir a ‘Intocable’ en un producto edulcorado. ¿Por qué digo esto? Pues porque la mayoría de producciones basados en hechos reales tienden a cometer ese pecado imperdonable, y es que la historia de lo sucedido puede ser excepcional, pero poco importa si los autores se dedican a restregarnos por la cara los elementos más emotivos de la historia. Más es menos en algunas ocasiones, y en cintas de este calibre es lo más habitual.
Por fortuna, Nakache y Toledano no quieren que ‘Intocable’ sea una película más de esas que algunos han definido como ‘feel good’, es decir, obras cuyo éxito se debe más al hecho de hacer salir al espectador de la sala con una sensación de bienestar que por el tener méritos artísticos reales. Es innegable que estamos ante un largometraje cuyo mayor mérito es la consecución, en mayor o menor grado, de esa sensación. El problema es que existe cierta tendencia que dice que todos los largometrajes así son criticables, del mismo modo que los hay que opinan absurdamente que todos los blockbusters son una porquería que no sirve para nada. Los extremos suelen ser malos, pero eso es algo que Nakache y Toledano entienden perfectamente, por lo cual optan por hacer que la contención sea una de las claves del éxito de ‘Intocable’.
Quizá sea absurdo decirlo, pero, a priori, ¿qué esperaría cada uno de vosotros de una película en la que un millonario paralítico contrata, contra todo pronóstico, a un inmigrante de un barrio marginal con (recientes) antecedentes penales para ser su, digamos, asistente personal? La premisa hasta resulta irreal por mucho que esté basada en hechos reales, pero, más allá de eso, muchos hubiesen optado por una historia de crecimiento personal, en la que uno consigue riqueza de espíritu y otro la riqueza que le permita abandonar los barrios bajos. Todo ello coronado por intensas secuencias dramáticas y una amistad entre ambos que no habría forma de creérsela. ‘Intocable’ no hace eso, ya que pone en un lugar secundario todo aquellos aspectos que no sirvan para crear una mayor empatía del espectador hacia la relación de amistad que se desarrolla entre Philippe y Driss. Las relaciones humanas siempre por encima del resto, y mejor si el humor es la nota dominante.
Sí voy a poner un pero completamente personal, y es que una película como ‘Intocable’ es esclava de lo que uno llegue a implicarse con los protagonistas para que el renacer de la alegría por la vida de ellos se traduzca en optimismo en el espectador. En mi caso, ese aspecto funciona, pero no lo hace de forma que la película realmente llegue a marcarme hasta tal punto de poder pasar por algo sus defectos. Un ejemplo: Esa fortaleza en la relación entre los dos protagonistas provoca un grave deterioro en el interés del resto de personajes. Por poner un ejemplo, la chica que también trabaja para Philippe y con la que flirtea Driss es un personaje que no termina de encajar bien en el tono predominante en el resto del relato. Eso es algo que afecta al resto de personajes, y que hace que el interés descienda (y de forma bastante evidente) siempre que la historia se aparte un poco de la relación entre ellos.
Eso no sería molestia si realmente me hubiesen hecho ponerme en la piel de los protagonistas, por lo que mi disfrute personal puede decirse que se limita a la química entre Omar Sy y François Cluzet. Comentaba mi compañera Beatriz en su valoración sobre la película que el carisma de Omar Sy era lo que hacía algo especial a ‘Intocable’, y no le falta razón. Si hay una cosa que sobresale es él, ya que consigue transmitir al mismo tiempo carisma, humanidad, cercanía y ser entrañable. Sin él la película se vendría abajo, porque Cluzet sabe aceptar su posición de contrapunto a Sy y brillar únicamente por su relación con él (la secuencia con la policía o la del afeitado). Por lo demás, su personalidad gris podría entenderse como un reflejo de un público que con la crisis que nos afecta no pasa por su mejor momento, pero al que Sy logra contagiar esa chispa de la vida que jamás perdió, ni siquiera en sus momentos más bajos. Es aquí donde creo que está la clave para lo que cada uno pueda llegar a disfrutar ‘Intocable’: Lo que el personaje de Omar Sy sea capaz de contagiarte su visión optimista de las cosas seguramente sea el equivalente de lo que disfrutes de la película. Él es el que consigue aportar humanidad y realismo a lo que vemos en pantalla. Así de simple.
En definitiva, ‘Intocable’ es una película que busca hacer sentir bien al espectador, pero evitando la manipulación descarada o los subrayados innecesarios. Sí que se descuidan aspectos ajenos a la relación entre los dos protagonistas, pero el notable trabajo de Omar Sy (y su química con un Cluzet que realiza un buen trabajo pero queda algo eclipsado) para sostener el componente emocional del relato salvan de forma holgada la función. Y es que no son imprescindibles las grandes filigranas visuales (estoy pensando, por poner un ejemplo, en ‘El árbol de la vida’) para transmitir emociones, a veces un buen actor es más que suficiente. No la recomendaría de forma categórica a nadie, pero es un tipo de cinta que me extrañaría mucho que tuviese el más mínimo detractor de no ser por su descomunal y, hasta cierto punto merecido, éxito. Un agradable canto a la vida quizá con no muchos valores estrictamente cinematográficos (la puesta en escena es discreta, queriendo que la película viva por el potencial de su guión), pero que te servirá para esbozar una sonrisa durante su visionado. ¿Acaso es eso poco?
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