Las sinopsis que había leído sobre ‘Intocable’ (‘Intouchables’, 2011) me habían dibujado un tipo de película muy diferente al que se me mostró con la primera contemplación de su tráiler. Una historia que, por tratar de buenos sentimientos, me había creado rechazo, en ese avance se planteaba como el espectáculo de un hombre dotado de un enorme carisma, cuyas gamberradas y ocurrencias se prometían divertidas. Lo cierto es que el film completo no añade nada a lo visto en la selección publicitaria de momentos, pero supone el mismo disfrute durante un mayor tiempo, lo que no es poco. Hay veces en las que apetece ver cintas complejas o profundas. No obstante, en otras ocasiones lo único que pide el cuerpo es una distracción ligerita y ahí viene que ni pintada ‘Intocable’.
A los franceses les encantan estas ficciones de personas que nada tienen que ver entre sí, y que, forzadas a pasar un tiempo juntas, acaban complementándose y mejorándose la una a la otra. Desde el clásico ‘Boudou salvado de las aguas’, esta fábula se ha contado en el cine del país vecino una y otra vez. No solo ‘Tenemos un problema gordo’ (‘Boudou’, 2005), remake de la de Renoir, reproduce el esquema, sino del mismo modo ‘Mi mejor amigo’ (‘Mon Meilleur Ami’, 2006), de Patrice Leconte convierte a una persona insoportable en alguien imprescindible, como lo hacen tantas de sus producciones. Desde una cinematografía que tiene fama de cine lento, dialogado en exceso y demasiado filosófico, nos llegan numerosas comedias que no tienen reparos en explotar fórmulas de éxito probadas. En lugar de clasificar a ‘Intocable’ de comedia comercial, complaciente o sencilla, lo que resaltaría es que no resulta nada fácil contar la anécdota real en la que se basa sin caer en la blandura y la emotividad exacerbadas. Ahí radica el verdadero mérito de Eric Toledano y Olivier Nakache.
Los intérpretes
Y el de Omar Sy, que es la película. Con razón arrebató el Cesar a Jean Dujardin, no por falta de méritos de este. Con otro intérprete, el resultado podría haber sido empalagoso o detestable, pero este actor y humorista, enorme en todos los sentidos, llena los encuadres y aporta toda la diversión. Su versatilidad queda demostrada con que lo comparemos solo con otra de sus intervenciones, por ejemplo, la de ‘MicMacs’, donde ya destaqué su aportación.
François Cluzet, que solo puede acompañarse de gestos faciales, se deshace en sonrisas para llevar la contraria a papeles en los que hasta ahora lo habíamos encasillado, como el de ‘No se lo digas a nadie’. Como en las comedias románticas, el primer encuentro entre los dos protagonistas tiene que dar la impresión de que esas dos personas nunca se llevarán bien y para ello están muy bien situados en los dos extremos de la escala social y los viajes del centro a las afueras de París demuestran que cada uno proviene de un planeta distinto.
Son asimismo encomiables las participaciones de las actrices secundarias, en especial Anne Le Ny, como Yvonne. Tanto ella como el personaje de Audrey Fleurot necesitan, con la misma intensidad que su jefe, que en sus vidas aparezca algún elemento que les devuelva la sonrisa. Ver a ambas mujeres irse despojando de capas y prevenciones resulta casi tan catártico como ver al inválido recuperar la alegría de vivir.
No todo van a ser elogios
La cinta me parece muy satisfactoria, pero el entusiasmo con el que otras personas la han recibido me cuesta compartirlo. Si bien me río a carcajadas mientras la veo, no me deja el poso que queda tras otras propuestas. No encuentro que esté a la altura de algunas de las comedias francesas con las que más disfruto, por muchas veces que las vea, como ‘La cena de los idiotas’ o ‘Salir del armario’, cuyos momentos de catarsis superaban a los que se pueden encontrar aquí.
Existen algunas menudencias que cabe mencionar, pero que no malogran el conjunto o el posible disfrute. Los autores abusan de las secuencias de montaje acompañadas de música –del minimalista Ludovico Einaudi –y de algún chiste de gusto casposo, como la sorpresa que da a Driss la pelirroja por la que estaba pillado, así como de otros que se basan en un mecanismo ya utilizado y pierden la capacidad de sorprender. El retomado de la persecución con la que se abre el metraje no está muy bien resuelto. No carece del clásico bajón que se presenta siempre un poquito antes del final para que parezca que las cosas no van a salir bien, pero tras ese momento menos inspirado, la escena de los bigotes levanta de nuevo el ánimo. El final nos devuelve tan abruptamente a la realidad al introducir los nombres y la imagen de los dos hombres en los que se inspira que la magia y el optimismo que podían haber quedado flotando se rompen con la brusquedad de este descenso a la tierra.
Conclusión
La escandalosa taquilla que ha hecho ‘Intocable’ se puede comprender, si no olvidamos que uno de los propósitos más loables del séptimo arte es el de distraernos de nuestros problemas y aburrimientos cotidianos para permitirnos disfrutar de un rato entretenido y cómico. El drama se introduce en una dosis muy pequeña para garantizar la implicación total con la narración y darle una entidad más completa. La conclusión con la que más quiero quedarme es con la de tomar nota del nombre de Omar Sy para seguir pendiente de estrenos de sus films anteriores o de nuevos trabajos suyos –incluso de sus intervenciones en Canal + a dúo con Fred Testot–, ya que va a merecer la pena seguir la carrera de este cómico.
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