“No es la casa la que está embrujada. Es su hijo”.Elise Rainier (Lin Shaye)
Lo primero que pensé tras ver ‘Insidious’ (2010) es que es muy fácil asustar al público. Basta con oscurecer la imagen, mantener unos segundos la escena en silencio, enseñar que hay alguien cubierto con una sábana y subir el volumen hasta dejar sobresaltar al respetable; los resultados son increíbles, la gente grita y lo pasa mal, y además recomienda la película. Lo que me lleva a otra conclusión, una a la que siguen sin querer llegar muchos de los que hacen cine en este país: no hace falta ni un gran presupuesto ni actores famosos para hacer una película rentable, el cine sigue generando dinero, a pesar de la piratería y la crisis. Solo hay que tener un poco de inteligencia para ofrecer al público algo por lo que esté dispuesto a pasar por taquilla, vendiéndole que es un evento que no se puede perder, porque está dando o va a dar que hablar, lo va a ver mucha gente, y es malo quedarse al margen.
Creatividad, talento narrativo, dominio de la puesta en escena, amor por el cine; de todo eso carece James Wan, pero es un profesional muy listo y experimentado, alguien que sabe lo que funciona en el género de terror, que conoce sus reglas y sabe aplicarlas, pero de manera mecánica, sin entenderlas realmente. Alcanzó el éxito comercial con la primera ‘Saw’ (2004) y tras dos trabajos que no despertaron ningún interés se alió con Oren Peli, responsable de otro de los mayores logros económicos de los últimos años, ‘Paranormal Activity’ (2007). Con un presupuesto estimado de solo un millón y medio de dólares, el resultado de la colaboración entre estos dos “visionarios del terror” es ‘Insidious’, un producto fabricado con un solo propósito: multiplicar el dinero invertido. Y en ese sentido, la película es un triunfo, lleva recaudados más de 80 millones en todo el mundo. Lo cual tiene mucho mérito, principalmente porque la película da más risa que miedo.
Escrita por el guionista y actor Leigh Whannell, colaborador de Wan en ‘Saw’ y ‘Silencio desde el mal’ (‘Dead Silence’, 2007), ‘Insidious’ se centra en un feliz matrimonio formado por Josh (Patrick Wilson) y Renai (Rose Byrne), quienes se trasladan con sus tres hijos, uno de ellos todavía un bebé, a un nuevo hogar, que pronto se convertirá en una pesadilla. Nada más llegar, empiezan a ocurrir cosas extrañas (cosas que desaparecen y aparecen en sitios inesperados, puertas que se cierran y se abren solas, algo realmente alucinante, nunca antes visto en el cine), pero lo más grave es que uno de los pequeños, sin ninguna explicación, de pronto, es incapaz de despertarse. Con el niño sumido en una especie de coma, y Josh cada vez más ausente por trabajo (ejem, corrigiendo exámenes, torpe tapadera para una de las “sorpresas” del guion), Renai se enfrenta a sucesos sobrenaturales cada vez más evidentes, hasta que se harta y decide que tienen que mudarse a otra vivienda. Pero los fantasmas los siguen, siendo necesario llamar a un equipo de expertos en temas paranormales (Ivan Reitman filmó un indispensable documental en 1984 sobre esta desprestigiada profesión).
Nunca entro en la ficción propuesta, muy encorsetada a los tópicos del género (la vaga presentación de lo feliz y perfecta que era la vida de los protagonistas justo antes de irse al garete) y más concretamente a los de las películas sobre casas encantadas y espíritus juguetones (el ya manido recurso de los vigilabebés, que curiosamente son muy útiles para captar voces y presencias paranormales), así como a las burdas artimañas de una puesta en escena que apuesta por una cansina sucesión de sobresaltos cada vez más ridícula (hasta el punto de que te ríes de los fantasmas, como cuando eres niño y descubres que la bruja de la atracción es una aburrida empleada con una absurda peluca). Ni siquiera los actores son capaces de creerse lo que están representando, reaccionando de manera inverosímil ante situaciones fantásticas que llegan a resultar cómicas (la escena de la médium susurrando una larga descripción a su ayudante, que de manera rápida y nerviosa hace un dibujo perfecto de una monstruosa figura roja), y recitando con desgana los torpes diálogos escritos por Whannell (la explicación de lo que sucede realmente en la casa es de cachondeo).
Con todo, mientras James Wan mantiene el misterio sobre lo que ocurre, y se limita solo a tener asustados a los protagonistas, aunque sea con los trucos de siempre, la cosa más o menos funciona, se puede ver, al menos no hay molestos movimientos de cámara, un montaje apresurado e incómodo que tritura las escenas, o personajes subnormales que mueren en su trágica búsqueda de diversión y sexo. Y ayuda que Byrne tenga más presencia en ese tramo, porque se muestra más convincente que Wilson, totalmente desconectado de la película, asistiendo impasible a la invasión de fantasmas que se supone debería mantenernos clavados a la butaca. Joseph Bishara, David M. Brewer y John R. Leonetti cumplen estupendamente con la música y la fotografía, consiguiendo que la inquietud se apodere en algún momento del espectador, siendo los apartados más destacables de este disparatado pastiche que recicla elementos de títulos tan variados como ‘Poltergeist’ (1982), ‘Pesadilla en Elm Street’ (‘A Nightmare on Elm Street’, 1984), ‘La amenaza fantasma’ (‘Star Wars: Episode I – The Phantom Menace’, 1999) o la misma ‘Paranormal Activity’. Como película de terror es nefasta, pero ‘Insidious’ puede ser considerada una estupenda comedia involuntaria.
Posdata: Ojo a las “auténticas” reacciones del público viendo esto, grabado por la distribuidora. La verdad es que el chico del final convence a cualquiera, hay que reconocerlo:
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